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Acerca del robo de historias y otros relatos

Veintiún relatos del más afamado escritor búlgaro contemporáneo. Una estupenda oportunidad para acercarse a las estimulantes reflexiones del autor sobre una realidad que siempre se percibe desde lugares insólitos

«Creo que todas las historias, ya sean sobre moscas, enamorados o sobre un alma cochina en Navidad, son importantes. Cada historia merece ser narrada y escuchada. […] Aunque estratégicamente hayamos perdido el juego, las jugadas baldías de nuestras historias siempre pospondrán el final, aunque sean historias de naufragios…».

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Traducido por María Vútova
​Impedimenta (2024). 160 páginas

Acerca del robo de historias y otros relatos

Gueorgui Gospodínov

En «El hombre de los muchos nombres», segundo relato de esta publicación, el personaje principal cambia de nombre en función de la actividad que desempeña. Aparece como escritor, filósofo o un loco que puede recordar a personajes como Don Quijote (había enloquecido tras leer todo lo escrito en latín y griego). Por ello, durante el relato, el personaje adopta nombres como Gaustín, Gosho, Heráclito, Sócrates o incluso, Papá Noel. No parece casual que Gaustín (quien aparece nuevamente en el último relato del libro y de forma recurrente en la obra de Gospodínov), sea el nombre más empleado. Posiblemente tampoco sea accidental que su nombre responda a una inversión de las dos primeras letras de Agustín (el propio Gaustín comenta la admiración de su madre por San Agustín cuando estudiaba filosofía). Seguramente tampoco que el escritor utilice el nombre de su personaje en una red social (@gaustin4). Incluso las reflexiones de su personaje se funden con las del propio autor a modo de ideas compartidas. En las notas iniciales que sirven como prólogo al libro, Gospodínov afirma que, aunque no se modifique nada en un relato, después de los años este ya no será el mismo porque el lector será diferente; para añadir a continuación que nadie puede entrar dos veces en la misma historia; esta vez, haciendo suyas las palabras de Gaustín. No parece por tanto disparatado ver en este personaje a un alter ego del escritor búlgaro.

De forma similar a como Gaustín adopta distintos nombres según las circunstancias, Gospodínov demuestra una maleabilidad similar para crear historias absolutamente imaginativas en las que un realismo crudo, el fino sentido del humor y la sátira aportan unidad al conjunto. Sus relatos parten de situaciones cotidianas y emplean elementos de su propia historia personal y familiar para situar al lector en lugares infrecuentes y ante dilemas y reflexiones desconcertantes. De este modo, en «La Octava Noche», parte de Borges y su ceguera para meditar sobre la sordera y por qué esta puede resultar más dramática que la pérdida de la visión. En «Vaysha la ciega» proyecta la inexistencia del presente como consecuencia de las particulares capacidades perceptivas de la protagonista. Y en «El alma navideña de un cerdo», el propio animal narra en primera persona su sacrificio el día de Navidad. No parece fortuita por tanto esa referencia al escritor argentino, ya que el su(pe)rrealismo de estas historias convierte a Borges en una de las referencias más recurrentes en las narraciones de Gospodínov.

En otros relatos, el escritor búlgaro demuestra una sorprendente originalidad para lanzar apasionantes reflexiones sobre las relaciones humanas. Así, en «Una segunda historia», plantea una asombrosa reflexión sobre la capacidad de las lenguas desconocidas para acercar a las personas. Y en «Peonías y nomeolvides», que el propio autor considera su relato más influyente (basándose exclusivamente en la cantidad de cartas recibidas y reacciones generadas), aborda la capacidad de la ficción para cambiar las vidas de los protagonistas. Y es que, como el propio Gospodínov afirma en el prólogo, «la mitad de lo que aquí se narra se apoya en cosas que han ocurrido; la otra mitad, en cosas completamente inventadas, lo que viene a ser lo mismo».

Tampoco faltan en estos relatos lugares comunes (literales más que literarios) en su obra posterior: los retretes («Mosca en el urinario» o «Historia con estación»), como espacios que reflejan de forma fidedigna la auténtica condición humana.

No debe extrañar la asombrosa habilidad de Gospodínov en el relato breve si pensamos que estos textos fueron escritos en la época de su primera obra, Novela Natural (1999). En ella, ya planteaba una renovación de la narrativa desde una multiplicidad de historias y digresiones en las que ficción y realidad se presentan frecuentemente en estructuras fragmentarias que, en palabras del autor, recuerdan a un cuaderno de notas o a nuestro pensamiento, que se desvía constantemente hacia nuevas ideas aparentemente desconectadas de la historia originaria.

Aunque el conjunto de relatos resulte desigual, es admirable la habilidad de Gospodínov para exponer elevadas reflexiones sobre el individuo desde la realidad más descarnada y sin renunciar en ningún momento a condiciones tan humanas como la ironía o el sarcasmo.

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