‘Redes’: los riesgos de las pantallas en versión adolescente
Una recomendación para quien incluya en su carta a los Reyes Magos un regalo para algún adolescente. Una novela juvenil con valores que continúa la nueva serie Invisible
¿Qué es Redes? Partiendo de la base, realista, de que la mayoría de los niños y adolescentes sólo lee por obligación y que, además, los que más necesitan leer son los que menos leen, si conseguimos que se acerquen a esta novela, el éxito está garantizado, porque Moreno ha conseguido profundizar en algunos de los temas que más nos preocupan a los adultos (y de los que los jóvenes también son conscientes) del entorno digital con un lenguaje asequible y a la vez cuidado, un ritmo trepidante, unas tramas exageradas pero verosímiles y unos personajes que, por estereotipados, son fácilmente reconocibles. Resumen: escribe para quien tiene que escribir: escribe en formato serie.
Nube de Tinta (2024). 288 páginas
Redes
Este sistema de escritura no excluye al lector adulto, que se beberá las páginas de esta novela con mucha facilidad porque nos ayuda a comprender mejor qué pasa por la cabeza de toda esa chiquillería que tenemos alrededor y que mantiene un vínculo tan extraño para nosotros con sus teléfonos móviles. Cuando los «mayores» terminamos de leer sus muy asequibles 288 páginas en formato bolsillo, nos asalta la urgente necesidad de recomendarlo a los menores a los que conocemos. Porque la novela nos ha puesto sobre aviso de un buen número de problemas generados por el mal uso de las tecnologías.
La obra es un collage de personajes, algunos procedentes del anterior volumen, que no es necesario leer previamente para abordar este. Los capítulos, cortos, concretos, del tamaño exacto de una parada de metro o de autobús, captan la atención porque encierran cada uno toda su retórica con clímax y anticlímax: un sistema muy eficaz copiado de los capítulos de las series. El autor debe saber bien de lo que habla cuando escribe sobre jóvenes, porque comprende que su capacidad de atención es cada vez más limitada. Les da lo que cabe en el tiempo que disponen entre una notificación en su móvil y otra.
Cada trama es un punto negro del fenómeno de los smartphones: el dilema de la inteligencia artificial, las dificultades para establecer relaciones en redes sociales, las dificultades para establecer relaciones sin redes sociales, la dura vida del que sufre acoso, la triste vida del que acosa, la pasiva vida del que ve el acoso y no hace nada, la voz de la conciencia, los delitos digitales, los riesgos de las fotos compartidas, está casi todo lo que pone en peligro a nuestros menores en ese mundo en el que ahora habitan la mayor parte del tiempo que no están en el colegio o durmiendo.
Los adultos pasamos un mal trago con esta lectura, pero no hemos venido aquí a divertirnos, sino a aprender
Pero va mucho más allá, porque la psicología de los personajes es más profunda de lo que las pocas páginas de cada capítulo parecen anunciar. Detrás hay soledad y tristeza, mucha incomprensión, necesidad de sentirse querido y reconocido, incluido en el grupo y protegido, pugna por romper las opresivas espirales del silencio tan propias de esta edad, hay muchos dilemas morales, hay arrepentimiento y perdón. Y, sobre todo, esa sensación constante de que las cosas malas pasan cuando los buenos no hacen nada.
Para enganchar al lector, la excusa que hilvana toda la obra es una trama policíaca que comienza con la desaparición de un prestigioso influencer. Y, por supuesto, hay amor. Porque las historias de «chico conoce chica» siguen funcionando a las mil maravillas en unos cerebros deseosos de conocer el desenlace. También hay malos de película y buenos de libro, pero sobre todo abundan las distintas escalas de grises que ayudan a trabajar la empatía entre los jóvenes.
Los que no salen bien parados son los pocos padres que aparecen en la historia, padres helicóptero, padres amigo, padres molones que no se enteran de lo que pasa por las manos de sus hijos a través de ese sofisticado dispositivo digital que ellos mismos regalaron a sus hijos y les hace sentir seguros por tener a los cachorros geolocalizados en todo momento. Son padres presentes pero ausentes, preocupados por nimiedades e inconscientes de los verdaderos agujeros negros a los que se enfrentan sus hijos, sin que adulto alguno les diga cómo gestionarlo. Así que los adultos pasamos un mal trago con esta lectura, pero no hemos venido aquí a divertirnos, sino a aprender. Ojalá los niños y adolescentes también sepan exprimir sus páginas.