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Distrito de las Trece Factorías de Cantón (1830)

Distrito de las Trece Factorías de Cantón (1830)

¿En qué momento Occidente adelantó a China?

El conocido trabajo del estadounidense Kenneth Pomeranz, que marcó un hito en la investigación sobre los paralelismos y divergencias entre Oriente y Occidente en la segunda mitad del siglo XVIII, por fin ve la luz en español

Durante siglos, China ha ocupado un lugar privilegiado en el imaginario de los occidentales que, por su profesión, su vocación o por una especie de interés innato, han sentido la necesidad de ir lejos de su tierra y su cultura. Desde la época de la dinastía Yuan, establecida por los mongoles en 1271, los intentos occidentales por construir relaciones estables con China han sido seculares. Prueba de ello son casos como el de Marco Polo, el comerciante nacido en el seno de La Serenissima, o los jesuitas a partir de mediados del siglo XVI, donde destacó otro italiano, Matteo Ricci, hasta los intentos de acercamiento comercial por los ingleses en el siglo XIX.

Cubierta de La gran divergencia

​Arpa (2024). 520 páginas

La gran divergencia. China, Europa y el nacimiento de la economía mundial moderna

Kenneth Pomeranz

Este interés idealizado, que había alcanzado su culmen en el siglo XVIII durante la Ilustración, con pensadores como Voltaire, cayó repentina y estrepitosamente al finalizar la tercera década del siglo XIX. Las guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860) no sólo desencumbraron a China del ideal europeo, sino que la pusieron a la altura de otros territorios coloniales más como ya eran de facto el subcontinente indio o el continente africano. La razón: las consecuencias de la Revolución industrial. Y no tanto, como se ha dicho, por el progreso material o tecnológico de Gran Bretaña y el noroeste europeo, sino por la mentalidad surgida de este proceso tan fundamental en el devenir histórico de Europa y del mundo. Si hay un comienzo de la globalización y de la construcción de una economía mundial moderna, esa es la obligación impuesta al Imperio Qing por los británicos de entrar en la economía de mercado. Ahora bien, por qué fue Gran Bretaña (o la Europa del noroeste; Gran Bretaña, Francia y Países Bajos) quien protagonizó la Revolución industrial, más allá de la tenencia del carbón, es otra historia.

Esa historia es la que abordó hace veinticuatro años Kenneth Pomeranz en una obra bien conocida en el ámbito internacional y académico: The great divergence. China, Europe, and the making of the modern world economy (Princeton University Press, 2000; 2021), recientemente aparecida en español gracias a la labor de la editorial Arpa, con traducción de Albert Beteta, como La gran divergencia. China, Europa y el nacimiento de la economía mundial moderna, a partir de la reedición llevada a cabo por el autor en 2021. Así, La gran divergencia viene a rellenar un enorme hueco en la bibliografía en español sobre por qué la Revolución industrial comenzó en el Noroeste europeo y no en el Delta del Yangtsé. Son muchas, y muy certeras, las preguntas que Pomeranz se hizo hace veinticuatro años. De hecho, tanto que en 2021 esas preguntas seguían de plena actualidad. En estos años, además, la veta abierta por el autor en la investigación sobre el tema no ha dejado de motivar interesantes trabajos que ponen en entredicho muchas de las verdades historiográficas y económicas establecidas hasta entonces. En otras palabras: este título fue un acicate para la investigación y el sano intercambio de ideas.

La mirada comparativa de Pomeranz pone de relieve dos factores determinantes que provocaron la divergencia de Europa en el siglo XIX: la afortunada localización de materias primas estratégicas, como el carbón; y el acceso al comercio americano. Así, mientras la economía china se estancaba, la europea escapaba por poco del mismo destino. Asimismo, de entre las muchas cuestiones expuestas por Pomeranz, destaca si resulta de utilidad, o no, comparar los datos del PIB per cápita a mediados del siglo XVIII entre regiones como Gran Bretaña y el Delta del Yangtsé (que «era más o menos equiparable a los Países Bajos […] y estaba ligeramente por delante de Gran Bretaña» a finales del siglo XVIII), y si estos datos pueden sustentar teorías plausibles sobre el inicio del despegue industrial en un lugar frente a otro, o si es necesario recurrir a otros factores de cambio. O si el sistema agrícola de cada una de estas regiones, así como sus condicionantes medioambientales (como el proceso de enclosure británico), pudieron jugar un mayor o menor papel en dicho proceso.

Posiciones teóricas como la mantenida tradicionalmente por muchos sobre la superioridad de la mentalidad occidental frente a la oriental, que conllevaría la delantera tecnológica y material, son desmontados conveniente y afortunadamente. De hecho, la reevaluación de la mentalidad británica en el XIX, que minusvaloró y socavó el intento de la dinastía Qing por mantener su sistema económico, productivo y social tradicional, poniendo por delante el beneficio económico y la extracción de materias, minando un sistema milenario y desestabilizando uno de los principales poderes políticos del planeta, arroja mucha luz a la situación de actual Lejano Oriente, y puede ofrecer muchas claves acerca de la presente agresividad económica de la República Popular China contra Occidente.

El progreso económico y material de los Estados del noroeste europeo, especialmente el Reino Unido, hizo creer a estos que eran superiores a los pueblos del Lejano Oriente: uno de los más flagrantes errores del siglo XIX, junto con el racismo científico, que aún pasa factura a nuestras sociedades. El Imperio chino fue obligado mediante los desdichados Tratados desiguales a entrar en el circuito de la economía de mercado, donde convenientemente la «Mano Invisible» británica regulaba la economía. «De aquellos polvos, estos lodos», que reza el refranero. En cualquier caso, y para concluir, el libro de Pomeranz es una lectura obligada para quien quiera saber por qué el mundo funciona como lo hace, y por qué conocer a fondo el periodo 1750-1850 a escala global es fundamental. Pero aviso a navegantes: no es una lectura ligera ni muy accesible, y requiere conocimientos básicos de historia y economía. En otras palabras, un volumen «anti-cuñaos».

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