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Presentación del libro Caligramas

Andrea Reyes y Jesús Marchamalo en la presentación del libro Caligramas

‘Caligramas’: Un viaje por el archipiélago de los (buenos) libros

Poeta y dibujante, crítica y librera, Andrea Reyes combina en Caligramas estas cuatro dimensiones de su actividad creativa y profesional para elaborar una personal y sugerente selección de noventa y nueve escritores

En su obra Los demasiados libros (aparecida por primera vez en 1996), Gabriel Zaid enhebró un conjunto de ensayos, tan hilarantes como lúcidos, cuya común vinculación venía dada por el fenómeno que certeramente refiere su título. Como recordaba el escritor mexicano, la queja por la imparable sobreabundancia de publicaciones ha tenido un largo recorrido desde la Antigüedad. Ya se lo advertía Séneca a Lucilio: «La multitud de libros disipa; por ello, si no puedes leer cuantos tuvieres a mano, basta con tener cuantos puedas leer».

Cubierta de Caligramas

Impedimenta (2024). 249 Páginas

Caligramas

Andrea Reyes

Esa acumulación incesante de textos no ha hecho sino acrecentarse con el paso del tiempo, hasta llegar a la monstruosa dimensión de nuestros días, caracterizada hiperbólicamente por Zaid en estos términos: «Los libros se multiplican en proporción geométrica. Los lectores, en proporción aritmética. De no frenarse la pasión de publicar, vamos hacia un mundo con más autores que lectores». Qué no diría hoy el sabio cordobés al procurador de Sicilia, si se viera inmerso, de pronto, merced a un prodigio de traslación temporal, en uno de esos establecimientos actuales a los que aún denominamos librerías. Muchas de ellas presentan, más bien, la condición de unos grandes almacenes, donde se expende una ingente e inabarcable variedad de artefactos elaborados para el consumo indiscriminado de potenciales lectores, cuya naturaleza y calidad nadie garantiza.

De la común constatación de este hecho también se deriva, hoy más que nunca, la necesidad de hallar una brújula que nos guíe para poder navegar, con sentido, entre este océano de palabras impresas. Requerimos del criterio prescriptor, de la palabra orientadora, capaz de otorgarnos pistas para poder cribar el trigo de la paja, para seleccionar aquellos textos que se corresponden más con nuestros intereses, para descubrir sus afinidades ocultas, y para reconocer las cualidades que los hacen valiosos, iluminadores, desafiantes, entretenidos, ingeniosos, conmovedores…

Tal es la primordial función que viene a cumplir un libro tan hermoso y acertado como Caligramas. De ahí su innegable pertinencia. La experiencia de la librera cercana, que conoce al lector y la obra que aconseja; el criterio de quien lee con sensibilidad e inteligencia (cualidades que ya habrán advertido, en sus reseñas, los asiduos visitantes de esta sección); así como la creatividad y belleza expresivas de sus poemas y dibujos se han congregado, felizmente, para construir esta singular propuesta. Como apunta Jesús Marchamalo, en la lúcida presentación que prologa la obra, nos hallamos ante una espléndida cartografía para emprender un viaje literario.

Palabra y línea van de la mano en un bellísimo libro que invita a descubrir –o a transitar de nuevo– la enorme riqueza que atesoran sus textos

El territorio recorrido es amplio y muy variado, como ya deja entrever el número de las voces antologadas. Como también lo son el arco temporal y las diversas estéticas que abarca: se inicia con representantes del romanticismo (Hölderlin, Lord Byron, Mary Shelley, Keats…), y llega hasta el más inmediato presente (Ted Chiang, Nothomb, Cărtărescu, Mariana Enríquez…). Cada autor viene acompañado de un doble retrato: el dibujo de su rostro y una frase, extraída de su obra, que apunta una clave esencial para penetrar en su universo creativo. A ambos los antecede un brevísimo apunte de la antóloga, que viene a ser como una radiografía en profundidad. Valga como ejemplo este que le dedica a la Garro:

«Mundo mágico hilado desde su vida de huir / la niña la mujer víctima espectadora escapista / la infancia, el exilio, la sombra del hombre del poder / un ir corriendo en un espacio vacío hacia ninguna parte / su escritura una finísima venganza poética / su porvenir el reclamo».

El recorrido podría hacerse a salto de mata, como si de escritores islas se tratara, abriendo aquí y allá estos Caligramas. Pero Reyes ha querido ofrecer también la posibilidad de realizar un viaje más organizado y, de esta manera, las voces y sus obras se agrupan en once constelaciones distintas. Más que por temas, el criterio que los congrega es una cuestión de sensibilidad: intimistas, iniciadores, lingüistas, los que esperan, los mágicos, existencialistas, paseantes, exiliados, marginales, cuentistas y diaristas.

Bien es cierto, ya lo advierte Marchamalo, que algunos de ellos podrían estar tanto en la región que se les ha otorgado como en alguna otra de las propuestas. En cualquier caso, esta adjudicación también sirve como un indicio para el lector que aún no los ha visitado y, además, permite establecer nuevas asociaciones entre unos y otros. Finalmente, como en toda antología, el mapa queda abierto –al menos esa es mi sospecha–, en su conjunto y en cada una de las once comarcas que lo conforman: por eso son noventa y nueve autores, por eso hay nueve para cada demarcación. La lectura es siempre una exploración abierta a nuevos descubrimientos. Será cada navegante de estos Caligramas quien, en sucesivos viajes, habrá de completar su personal selección.

Por todo lo comentado, ya habrán advertido que este libro es un auténtico festín para cualquiera que comparta la pasión por leer. Es una obra para llevar a todas partes. Yo la ojeo, salto entre sus islas, me detengo. Los retratos me permiten hablar con los rostros de quienes tantas cosas me han dicho a lo largo del tiempo. Releo esos fogonazos que alumbran la secreta hondura de sus escritos, que rescatan el asombro y la conmoción que me trajo un día su descubrimiento, o me impelen a encontrarme, cuanto antes, con aquellos que aún desconozco.

Lo breve, cuando es bueno, prolonga su intensidad en el silencio que le sucede. Así rumiará el lector de Caligramas este fruto destilado, a su vez, de innumerables horas de lectura. Una lectura tan atenta y sentida que, pasado el tiempo, pidió brotar en palabras y líneas, para decirnos cuántos mundos encierran estos cofres de tesoros escondidos que son los buenos libros.

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