Formas de escribir las ‘Formas de volver a casa’
Una novela dentro de otra novela que con ternura recrea la infancia, la historia de un país, los recuerdos y la escritura como formas de comprender la realidad y de regresar a los lugares donde quizá se encuentran la fe y la felicidad
«Mi casa es la escritura», se titula un poema de Cristina Peri Rossi. En él describe, precisa y hermosamente, cómo en su azarosa vida de viajes, hoteles y coloquios lo que al final queda bajo el ruido y el movimiento, al caer los días y al iniciarlos, lo que siempre la acompaña, lo que permanece, son las palabras. «No me creció una planta», dice, «no me creció un perro. / Sólo me crecen los años y los libros / que dejo abandonados por cualquier parte / para que otro, otra / los lea, sueñe con ellos». Hay algo común entre Peri Rossi y Zambra, y es la manera de contar algo importante, algo íntimo, ya se trate de grandes o de pequeñas cosas, desde un humor muy entrañable y un uso cercano y sencillo del lenguaje.
Anagrama (2011). 164 páginas
Formas de volver a casa
Formas de volver a casa es una novela muy bella, ya casi un clásico contemporáneo, y uno de los libros más populares de Alejandro Zambra (Chile, 1975), autor de las breves Bonsái o La vida privada de los árboles, la famosa e inolvidable Poeta chileno o el estupendo ensayo No leer. En las historias de Zambra uno se deja aterrizar sin saber muy bien dónde va a caer y qué laberintos va a recorrer (le encanta jugar con los tiempos, con los personajes, el lector, el mismo narrador incluso). En esa divertida incertidumbre hay algo no obstante seguro: que el viaje va a ser un disfrute. Desde los años ochenta hasta los primeros dosmiles el narrador hace que el protagonista evoque fragmentos de su infancia, partiendo de su amistad con Claudia y el extraño encargo que le pide, y con el paso de los capítulos y del tiempo la nostalgia reflexione acerca de cómo las distintas épocas de la vida nos acercan o alejan de unas personas y de otras, y cómo aprendemos a mirar y comprender realidades que entonces no pudimos. «Ahora no entiendo bien la libertad de que entonces gozábamos. Vivíamos en una dictadura, se hablaba de crímenes y atentados, de estado de sitio y toque de queda, y sin embargo nada me impedía pasar el día vagando lejos de casa. […] Con arrogancia e inocencia, los adultos jugaban a ignorar el peligro».
La infancia está muy presente a lo largo de todo el libro, como lo está también en Poeta chileno o en el precioso homenaje, medio novela medio diario personal, que es Literatura infantil. Un continuo viaje al misterio mágico de la ingenuidad desde la mirada que buscan respuestas ahora, y que busca también nombrar todo aquello que entonces solamente vivíamos, atravesábamos, sin explicarnos, sin necesidad tampoco de explicarnos. Zambra juega para que el narrador mezcle la escritura de la historia, aquel niño protagonista que primero rememora y luego crece y luego desde la adultez regresa; con fugaces escenas sobre su propio presente y pasado, creando un engranaje muy bonito y variopinto sobre la cotidianeidad, los recuerdos, el amor, las relaciones humanas, el cine o la literatura, el paisaje e idiosincrasia de Maipú, la historia reciente de Chile… y, por supuesto, siempre, la propia escritura como oficio, pasión y refugio. «Me parece bello que no se encuentren. Seguir simplemente sus vidas, hasta el presente, y aproximarlas de a poco: dos trayectos paralelos que no llegan a juntarse. Pero esa novela debería escribirla alguien más. A mí me gustaría leerla. Porque en la novela que quiero escribir ellos se encuentran».
La nostalgia, tan presente en Zambra como la infancia o la literatura, se acomoda siempre en cierta esperanza que, aun vaga, lejana, medio resignada a no aparecer, nunca deja de ser anhelada. Y esa esperanza se halla muchas veces aquí, así, en el presente de leer un texto, un libro, o de escribirlo, al igual que en revivir recuerdos o imaginarlos. «Me gusta estar en el libro. Prefiero escribir a haber escrito. Prefiero permanecer, habitar ese tiempo, convivir con esos años, perseguir largamente imágenes esquivas y repasarlas con cuidado. Verlas mal, pero verlas. Quedarme ahí, mirando». Y de ese modo volver a casa. Lo dice el narrador, pero seguro que lo dice también Alejandro Zambra. Como Cristina Peri Rossi. Mi casa es la escritura.