Fundado en 1910
Logos de varias redes sociales.

Europa Press/Contacto/Vuk Valcic
07/1/2025

Logos de varias redes sociales. Europa Press/Contacto/Vuk Valcic 07/1/2025CONTACTO vía Europa Press

Redes sociales, cultura e incultura

La principal fuente de cultura, en ese sentido, ha sido y sigue siendo el libro con contenido valioso, porque hay otros que no valen el papel que gastan

Ahora mismo miles de millones de personas están enfrascadas en las redes sociales: por diversión, por curiosidad, por vicio, por información, por promoción y seguimiento de los negocios, de la política... Algunos periodistas que antes hacían periodismo de investigación, en la calle, hablando con gente, indagando, se limitan a repasar las redes e hilar tres o cinco de lo que antes se llamaban tuits y ahora, por decisión del amo, Elon Musk, ya nadie sabe cómo llamar. En mi opinión, no compensa leer ningún artículo de prensa que se limite a reproducir comentarios de las redes sociales no añadiendo una mínima reelaboración.

Pienso que si se dedican muchas horas a las redes sociales se les quita a lo que es cultura, en el sentido, que arranca de Cicerón, de «cultivo de la razón y de las potencias humanas», en un significado figurado que se inspira en la agricultura. En la agricultura, si se quieren frutos, hay que arar, sembrar, abonar, esperar, cosechar. No es para nada algo instantáneo, sino que requiere profundización y tiempo.

La principal fuente de cultura, en ese sentido, ha sido y sigue siendo el libro con contenido valioso, porque hay otros que no valen el papel que gastan. Y leer significa detenerse, pensar, inspirarse en un pasaje, emplear la imaginación, ampliar los conocimientos. Sigue habiendo muchos lectores de libros válidos, pero es muy probable que esas personas no dediquen cuatro o cinco horas a seguir las redes sociales.

De todo esto se concluye que quienes adquieren el hábito de seguir durante horas las redes sociales y a la vez –esto es importante, para evitar malentendidos– no leen nada o casi nada, me refiero a libros de contenido inteligente, están camino de la incultura. Eso lleva a aceptar que cosas importantes se puedan decir, con imágenes, además, en unos pocos segundos o incluso minutos. Son los contenidos más frecuentes en las redes, si se busca que se hagan virales. (Por cierto, la viralidad tiene casi siempre una vida como los insectos efímeras, flor de un día).

Alguien puede pensar que esta crítica a las redes sociales es oponerse a lo último, lo reciente, lo moderno. Pero es inútil oponerse a lo que, de todos modos, está ahí. Mi crítica se limita a una llamada de atención sobre el uso de algo que en definitiva es un instrumento y, como todo instrumento, «inocente: la “maldad» o «bondad» depende del uso que se haga de él.

Me refiero solo a las redes sociales, no a internet en general, donde se puede encontrar de todo, desde la más nauseabunda pornografía hasta copia virtual de los mejores libros jamás escritos, además de imágenes de las mejores pinturas, esculturas, bellos edificios, música de todo tipo desde Bach hasta el último de los raperos.

Las redes sociales son otra cosa: el nombre de redes es, de modo denotativo, medio de comunicación. Pero «redes» tiene también la connotación de algo en lo que diversos tipos de seres quedan enredados, es decir, atrapados, como los peces. Como se sabe, son unas pocas personas las dueñas de esas redes: Musk, de X; Systrom y Krieger, de Instagram; Zuckerberg, de Facebook, por citar solo algunas. Nunca se había dado, hasta ahora, tal concentración de poder, en pocas manos, sobre el tiempo de millones de personas; además, sin culpa alguna de los amos, porque la «redepatía» es algo voluntario y quien lo desea puede desengancharse con un par de clics, borrando la cuenta.

Son las redes sociales las que han creada la figura del o la «influencer», que sustituye a los que, hasta hace no mucho, eran los intelectuales con influencia en la opinión de la gente. Algunos intelectuales de los de antes tenían detrás todo un trabajo de lecturas, escritos, clases, conferencias. Hay varios tipos de influencers: uno es el personaje famoso (deportista, cantante) que tiene millones de seguidores en redes y con sus opiniones, fotos, etc. influyen en cuanto que otros tienden a imitarles; otro es una persona en principio desconocida, pero que, al proponer algo singular, cómico, extraño, llama la atención, obtiene cientos de miles de seguidores y eso le abre el camino a hacer publicidad por la que, obviamente, cobra cantidades variables según el número de parroquianos.

Esto es lo que hay. El mundo, hoy, es así. Pero hay que confiar en quienes, haciendo un uso inteligente de esas redes, buscan pistas valiosas y desechan basuras, cultivando la cultura de profundidad, la que contribuye a dar con respuestas a las perennes preguntas sobre la condición humana. Miles de años de pensamiento y de arte no pueden ser guillotinados con un clic.

comentarios
tracking