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Numancia (fragmento)

Detalle de Numancia (1881) de Alejo Vera. Museo del Prado

Un romano digno de conocer: Escipión Emiliano

Uno de los mejores generales de su tiempo, patrocinador del pensamiento griego y las artes, llegó a convertirse en un exemplum para la posteridad romana. Ahora, el historiador español Manuel Salinas trae la primera biografía del personaje en español

Cartago, año 148 a.C. Las tropas enviadas por el Senado y el Pueblo de Roma contra la metrópolis cartaginesa en el marco de la tercera guerra púnica se emplean ávidamente en el pillaje y se abandonan a la indisciplina. Es necesario un cambio en el mando. La llegada de Escipión Emiliano ese mismo año, tras ser elegido cónsul por aclamación popular contraviniéndose las leyes tradicionales de elecciones consulares romanas, cambia radicalmente el rumbo de la guerra. El hijo del conquistador de Macedonia, y sucesor por adopción del que cincuenta años atrás había derrotado a Aníbal y a la poderosa Cartago, aplica duras medidas disciplinarias sobre sus hombres, y les insta: «yo no me encuentro aquí para hacer de salteador, sino para vencer, ni tampoco para enriquecerme antes de la victoria, sino para vencer primero a los enemigos». Toda una declaración de intenciones, y una muestra muy clara del carácter de quien pronuncia esas palabras. Al menos, según informa el historiador Apiano de Alejandría, quien escribió en el siglo II d.C. Lo cierto es que no podemos estar totalmente seguros de que el general romano pronunciara esas palabras, recogidas por el autor alejandrino en su Lybiké (Sobre África), parte de su gran obra Historia Romana (App. Lib., 116). Seguramente esta y mucha otra información sobre el fascinante personaje que fue Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano Menor la tomara Apiano de otro historiador griego, Polibio de Megalópolis, quien tuvo una estrecha relación personal con Emiliano durante más de dos décadas.

Cubierta de Escipión Emiliano

Desperta Ferro (2025). 368 páginas

Escipión Emiliano. Destructor de Cartago, conquistador de Numancia

Manuel Salinas

Ciertamente, la seguridad nunca es total en lo que a los autores antiguos se refiere, pero de entre aquella información que, mediante el análisis y el estudio pertinente, se considera más cercana a la verosimilitud, el historiador actual puede ofrecer relatos que se acerquen mucho a lo que pudo acaecer. En estos acercamientos a «lo verosímil» en pro del conocimiento general radica, precisamente, el trabajo del historiador, como demuestra solventemente Manuel Salinas en la recién publicada obra Escipión Emiliano. Destructor de Cartago, conquistador de Numancia (Desperta Ferro, 2025). El autor, uno de los grandes especialistas españoles en la Roma antigua, catedrático emérito de la Universidad de Salamanca, pone sus talentos al servicio del lector en esta necesaria obra, merecidamente esperada, único estudio monográfico hasta el momento sobre la vida de Emiliano en castellano.

Es difícil elegir un solo personaje destacado de cuantos alumbró el período republicano en Roma, pero poca duda cabe de que César, Pompeyo, Marco Antonio y Augusto se han llevado la parte más grande del pastel, seguidos de lejos por personajes como Sila y Mario, y quedando rezagados otros como los hermanos Graco o el protagonista de esta nueva obra, Escipión Emiliano. Posiblemente la gran excepción sea el abuelo (por adopción) de Emiliano, Publio Cornelio Escipión, llamado Africanus Maior (Africano el Mayor), debido a su desempeño en la segunda guerra púnica contra Aníbal.

Emiliano fue el menor de los dos hijos del primer matrimonio de otro insigne personaje de la República romana: Lucio Emilio Paulo Macedónico. Sin embargo, fue adoptado (al igual que su hermano mayor con los Fabios) por otra de las grandes familias (gentes) romanas: la de los Escipiones, una rama, a su vez, de la gens Cornelia. De ahí la adecuación de su tria nomina: el de su padre adoptivo, Publio Cornelio Escipión (el augur, hijo del Africano Mayor), sumado al diminutivo del nomen de su padre y referente a la gens (en su caso, Aemilia): Emiliano. Su carrera estuvo marcada en los inicios tanto por las hazañas de su padre biológico, vencedor de Perseo de Macedonia, como por las de su abuelo por adopción, Escipión el Africano Mayor, vencedor de Aníbal. Pero Emiliano no sólo destacó como general, y llevó a cabo campañas militares como la destrucción de Cartago o el asedio y conquista de la feroz Numancia durante las guerras de Hispania, sino que también fue una pieza clave en la política interna de la Urbs y un activo benefactor de la cultura y las artes. Su insaciable interés por las letras griegas, por la historia, la filosofía y otros saberes le llevaron a un camino muy distinto del de sus antepasados. Si cabe, más interesante.

Esos elementos de carácter no sólo llevaron a Emiliano a emular las hazañas de sus mayores (tradición fundamental en la cultura romana), sino que lo condujeron mucho más allá. Mediante el amparo del saber griego, como demostró tanto con su patronazgo de Polibio de Megalópolis como por la adquisición de las formas intelectuales griegas de la Academia, el Perípato y la Stoa, hacen que frases como la que citábamos de Apiano de Alejandría, en la arenga disciplinaria a sus soldados, no desentonen en la reconstrucción histórica de este personaje excepcional. No sólo llevó a término la máxima atribuida a Catón el Viejo del Delenda est Carthago! (¡Cartago debe ser destruida!), con la que el mayor de los Catones concluía sus discursos en el Senado, sino que redujo a cenizas uno de los oppida (ciudades amuralladas en un alto) celtibéricos más importantes que, además, había sido el centro de la resistencia contra Roma desde el 140 a.C.: Numancia. El cerco y destrucción del oppidum arévaco fue el cénit de la guerra llevada a cabo por los romanos contra las poblaciones celtibéricas desde las acciones llevadas a cabo por el caudillo lusitano Viriato, y significó el culmen de una carrera militar brillante para Emiliano, en una región, además, muy poco agradecida en fama y obtención de riquezas, como había sido el Oriente helenístico.

Mucho queda en el tintero de lo que podría decirse positivamente del libro, como por ejemplo la explicación tan asumible para el público no especializado que Manuel Salinas presenta acerca de los entresijos de la sociedad romana (gentes, institución del patronazgo y relaciones clientelares, etc.), así como de su política interna (comicios, magistraturas, latinos y romanos, tribunales, etc.). Por tanto, no sólo se encontrará aquí el lector con una excepcional («constituye una excepción» en el mejor de los sentidos) biografía de uno de los grandes personajes de la República romana, sino también con una magnífica disección de esta misma, la res publica, antes del advenimiento de ese otro periodo protagonizado por los grandes generales y las guerras civiles. Un buen libro de historia de Roma.

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