
Cubierta de Democracia Woke
'Democracia woke': cuando el péndulo del feminismo volvió a su sitio
Crítica incisiva a la cultura de la cancelación y su impacto en la figura de la mujer, realizada por quien menos se lo espera
Si nos acercamos a este libro sólo por su título, no es descabellado pensar que su autor será algún liberal de derechas o quizá algún conservador americano. Pero si tenemos la oportunidad de ver la portada completa, descubrimos que se trata de una obra coral escrita desde el Instituto de Estudios Feministas. Nada que ver con las suposiciones iniciales.

El Viejo Topo (2024). 280 páginas
Democracia woke
Y ahí, en ese primer choque de este libro editado por El Viejo Topo, con fondo morado, como no podía ser de otra manera, está el elemento que más nos atrae de una obra que, desde luego, no deja al lector indiferente. No tanto por la defensa del feminismo en su versión más tradicional, como por la crítica –que muchos de nuestros lectores compartirán– a esta nueva cultura de la cancelación que ha desmontado la naturaleza de la mujer hasta prácticamente borrarla de la realidad con el empeño de esa creación del género que intenta eliminar la existencia del sexo biológico y todo lo que aporta.
El interés de este libro no está en las tesis feministas que defienden sus diferentes autores, algunas, como Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España, con varias aportaciones en diversas áreas temáticas, porque no hay ninguna gran revolución intelectual. El interés está en que aportan un punto de encuentro sobre eso que se ha venido a llamar «cultura woke» y que ha invadido todos los ámbitos de nuestra vida, democracia incluida.
Dice Falcón en el prólogo que este libro pretende «desentrañar las mentiras que se multiplican en los reportajes y los informes con que el poder político pretende convencernos de que este es el mejor de los mundos posibles». Porque lo que denuncian sus seis autoras y dos autores es cómo, desde los más diversos ámbitos sociales, se ha ido quitando peso a la figura de la mujer, sustituida, en ese fenómeno del «somos lo que sentimos», por una nueva imposición procedente, en la mayoría de las ocasiones, de los excesos del movimiento trans.Como todos los libros de estas características, colección de capítulos de diferentes voces, ofrecen un lado positivo –temática y perspectivas variadas– y otro menos positivo –no hay, porque no lo busca, una estructura interna–. Y, sin embargo, resulta enriquecedor que se hable de democracia, de economía, de trabajo, de cultura, de enseñanza, de violencia machista, del concepto de género, de pornografía, de prostitución y, un poco menos ligado con lo anterior, de la mujer en Afganistán.
El tono de la obra no es fácil de clasificar porque el despliegue de datos y fuentes bibliográficas y la estructura interna de cada capítulo hacen pensar en un texto de carácter académico y científico, pero de tanto en cuanto surgen epítetos impropios de este lenguaje, como que «el Capitalismo y el Patriarcado imponen sus crueles leyes y costumbres» o que la OTAN es «el club criminal más peligroso del mundo», aunque justo estos dos están seleccionados del prólogo.
En una de las aportaciones, la de Victoria Sendón de León bajo el título «De la modernidad a la cultura woke», la autora explica el origen de este proceso y la interpretación que da nos interpela independientemente del punto ideológico de partida. «El término woke surgió dentro de la comunidad negra de los Estados Unidos de América y significaba ‘estar alerta respecto a la injusticia racial’. (…) Esos que estaban alerta son los woke, es decir, los despiertos, los portadores de la verdad y ejecutores de la ‘política de la cancelación’, procurando la muerte psíquica y académica de aquellos que se opusieran a su Verdad. Una práctica realmente orwelliana (2+2=5)».
Así, este libro, complicado, no apto para todos los públicos, controvertido, que necesita de una pausa reflexión crítica tras la lectura de cada capítulo, es una interesante y necesaria reflexión sobre cómo hemos llegado hasta un punto en el que ideologías tan diferentes concluyen de igual manera que la imposición que se ha venido haciendo desde algunas minorías ha acabado por dominar la escena por una equivocada confusión del respeto y la tolerancia con la claudicación permanente del derecho a la libertad de expresión.