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Ray Loriga, autor de "Tim"

Ray Loriga, autor de «Tim»Diego Lafuente / Penguin Random House

'TIM': el peor despertar de Ray Loriga

El autor plantea la precariedad de la identidad en un monólogo interior de sorprendente final

Despertar es un acto delicado y peligroso, seguramente una maniobra de la voluntad aunque la hagamos en automático. Los escritores siempre han sentido fascinación por el sueño, ese viaje a ninguna parte que emprendemos cada día. Consecuentemente, se han interesado por el espacio delgadísimo entre aquel y la vigilia.

Al miedo a no despertar lo doblega otro distinto: que, al abrir los ojos, no seamos los mismos o no reconozcamos lo que tenemos delante. Hace algo más de cien años, Franz Kafka diseñó uno de los amaneceres más extraños: «Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto».

Cubierta de Tim

Alfaguara (2025). 136 páginas

TIM

Ray Loriga

Recordamos a Kafka y otros amaneceres inquietantes mientras leemos las primeras páginas de TIM (Alfaguara), la nueva novela de Ray Loriga (Madrid, 1967). El arranque del libro, con frases largas y trabajadas que luego se diluyen en una prosa más directa y rápida, nos sitúa en un monólogo interior. Una persona que no termina de entrar en la vigilia, que no logra moverse de la cama ni reconocer bien el espacio en el que se encuentra. «Sólo espero, mientras medito si merece la pena despertar, que no sea una tumba».

Puede ser efectivamente una tumba o esos minutos de indefinición a la vuelta de una operación con anestesia general o un infarto cerebral en curso o una parálisis del sueño, que es algo extraño y poco agradable. A lo mejor no es más que un viaje de ácido. El protagonista, la voz narradora, intuye que el lugar en el que se encuentra es quizás un hotel de cinco estrellas y sabe que dejó empeñado un objeto importante el día anterior y que es preciso recuperarlo.

Lo haría si pudiera levantarse –algo que tal vez no quiere–, pero mientras tanto recuerda retazos quebrados de su vida y evoca a dos personas, Tim y Elisa, con los que parece tener algún parentesco, en cualquier caso un vínculo profundo. Ray Loriga no se baja del monólogo interior, que a cada tanto se hace surrealista, casi de escritura automática, siempre confuso y caprichoso, sin una estructura definida. Me acuerdo de aquella película de Dalton Trumbo: Johnny cogió su fusil (1971). Un tipo que va reconstruyendo su memoria a cachos en un hospital militar.

Parece que Loriga nos habla del extrañamiento, de las disociaciones del recuerdo y la desconfianza hacia uno mismo. También de la identidad y lo fácil que es extraviarla en cualquier camino. Basta empezar el día con mal pie para no saber qué o quiénes somos. «El mundo, es bien sabido, no es más que una emboscada», dice el protagonista. En esa emboscada, nosotros nos damos caza cada día, nos construimos para mostrarnos ante los otros. Si somos capaces de levantarnos.

TIM es una novela corta, 136 páginas, pero a medida que las pasa uno (ese uno soy yo, quede claro), desgraciadamente, va creciendo el desapego. Asisto con frialdad a lo que cuenta, ajeno a los recuerdos y fantasías que pasan como en un carrusel o una película mal montada. Sé que al final debe haber algo así como una explicación. Y, efectivamente, Loriga planta una resolución sorprendente e ingeniosa, que rediseña la novela y para muchos la justificaría. Esta reseña sería distinta si partiéramos de ese punto, pero sería un gravísimo spoiler.

En cualquier caso, siendo honesto, para este lector que escribe el final no maquilla la triste conciencia de haber leído buena parte del libro con indiferencia.

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