
Cubierta de Azorín
Azorín, renovador de la novela española
El profesor Francisco Fuster conforma una documentada brújula biográfica orientada entre los territorios vitales y la dilatada obra literaria y periodística del autor alicantino
«Mi corazón se va consolidando como los fósiles. Un día será monte de todos», escribe el poeta Sánchez Bautista. Así José Martínez Ruiz, Azorín, trasciende el paso del tiempo. Leerle es hablar con un contemporáneo. La sabiduría del hombre del que queda mucho por descubrir. El profesor Francisco Fuster publica la valiosa biografía Azorín. Clásico y moderno (Alianza Editorial) dedicada al clásico moderno por excelencia. Un apasionante relato, pormenorizadamente documentado, entre la infancia, juventud, sus trabajos combinados con su vida personal, hasta la madurez y su participación en la vida política. Una trayectoria, llena de vocación y talento, ilustrada en numerosas imágenes situadas, adecuadamente, al final del libro. «La figura del innovador, del atrevido buscador de nuevas fronteras literarias, del admirador y evaluador de los poetas más jóvenes de su tiempo, y sobre todo del renovador de la novela española» del siglo XX, como define el catedrático Díez de Revenga.

Alianza (2025). 377 páginas
Azorín. Clásico y moderno
Pasan los años y siempre vuelve el buen hacer con la pluma de Azorín, la razón por la que más amó su existir. En Gaceta de la Prensa Española señalaba: «He escrito en la mesa común de la Redacción; en ocasiones, en la misma imprenta, a última hora, ya pintando el alba me he ejercitado en todos los géneros periodísticos: en la noticia, arte más arduo de lo que se cree, en la ampliación de telegramas, en el artículo de fondo, en la crítica teatral, en la crónica del suceso de actualidad, en la crítica literaria y en los esbozos de costumbres.… ». Más de cien volúmenes y alrededor de cinco mil quinientos artículos. Ese eterno retorno de Nietzsche, con el que Azorín estaba tan obsesionado, ese ‘vivir es volver a ver’.
Su figura perdura gracias al trabajo infatigable de catedráticos y estudiosos. El público lee poco a Azorín, tal vez sea el destino en España de los grandes escritores. Caer en el olvido. Eso sí, es de los más traducidos a otros idiomas impensables antes, como el serbio, el chino mandarín y el noruego, y estudiado en los centros de hispanismo en EEUU, Francia –relación tan fructífera desde que fue corresponsal del diario ABC–, Italia, Alemania… El periodismo fue clave en su literatura, miles de crónicas parlamentarias y artículos de prensa donde agudizaba el lenguaje como La ruta de Don Quijote, unas crónicas que le encarga José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset.
Azorín es el renovador de la novela de principios del siglo XX. Rompe con la novela del siglo XIX, ya por los años 1898-1890 relativamente agotada. Cierto que Galdós publica sus dos grandes novelas, Miau y Misericordia, pero el invento estaba agotado. La Regenta también se publica en esos años y en las literaturas inglesa y alemana y sobre todo francesa, se está produciendo una gran renovación con un carácter eminentemente subjetivo. Azorín es uno de los primeros que se apunta a ese invento. Las cuatro novelas publicadas en 1902 suponen el nacimiento de la nueva novela. La Voluntad, de Azorín; Amor y pedagogía, de Unamuno; Sonata de otoño, de Valle-Inclán y Camino de perfección, de Pío Baroja. Cuando surge la vanguardia en España, la Generación del 27, Azorín está apuntado ya a todas las renovaciones. Incluso hace teatro de vanguardia.Azorín aporta la lengua, el estilo, la prosa. Un vocabulario espléndido. Una capacidad expresiva como no se conocía en España –términos ya en desuso como chicarrero, alfolijado, merchaniego, bernegal… salen de su pluma. Y su propia historia, aunque algunos la desestimen, fue muy interesante: la Guerra Mundial, el cine en la posguerra, el ser maestro siempre respetado, el acudir con su artículo todos los días al diario ABC así como «La Tercera» en el mismo, imprescindible.
Sin olvidarnos de su rumbo político: anarquista, regeneracionista, progresista y republicano, hasta hacerse conservador y emprender carrera como diputado. Sin dejar atrás su orígenes. Yuste en La voluntad dice «un escritor será tanto más artista cuanto mejor sepa interpretar la emoción del paisaje» y Martínez Ruiz se dedica, entre 1906 y 1907, al paisaje como tema literario principal. Valencia y Murcia, en concreto. Yecla, tierra natal de su padre, es un escenario que tiene asumido en su propia personalidad literaria y como ser humano, y que contagió a Pío Baroja. Gracias a ese viaje surge La Voluntad y Baroja escribe Camino de perfección, cuya acción transcurre en Yécora, que es Yecla.
Es su sino, su sello, estar entre los clásicos y con los modernos. Escribió mucho sobre los clásicos del Siglo de Oro y entendía el concepto de clásico como guía convirtiéndose él en clásico porque también es modelo a seguir. Al mismo tiempo, es el moderno, al que gusta todo lo avanzado. Rupturista, con unas ideas muy claras sobre su poliédrica personalidad. Siempre a contracorriente.