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Que no vuelvan

A mí lo que me preocupa es experimentar con mis ídolos de juventud algo parecido a lo que sientes al ver a tus mayores bailando 'Amante bandido' en una boda

Mentiría si no dijera que de primeras me hizo ilusión. Que ojalá escuchar por última vez La madre de José en la plaza de toros de Las Ventas. Y que ojalá levantasen el Vicente Calderón piedra a piedra para hacer otro concierto con los Hombres G. Pero luego pensé que a lo mejor no, que el último disco de El Canto del Loco me generó cierto rechazo, que no me convencieron ni las letras ni el sonido, y que fue como cuando de pronto cumples 13 años y no te gustan ni tus padres ni la ropa que tienes en el armario.

Uno pertenece a la generación de Insoportable, Zapatillas y Volver a disfrutar. Uno quiso aprender guitarra para ser David Otero. Uno tuvo unas Converse All Star y, en casa, cuando terminaba con los discos de la banda, acudía a YouTube para quitarse el mono con la sintonía de Siete vidas. Por eso mismo me dan pánico los reencuentros, porque pesa más el miedo a una decepción que los recuerdos que la memoria barniza para que no se pongan feos. Aquí la cosa está en si alguno de ustedes volvería con la novia que tuvo a los 16. Esa es la prueba del algodón. ¿Y si no me gusta? ¿Y si me incomoda ver a unos señores de cuarenta y tantos cantándole a un portero de discoteca? A mí lo que me preocupa, para entendernos de una vez, es experimentar con mis ídolos de juventud algo parecido a lo que sientes al ver a tus mayores bailando Amante bandido en una boda. Está bien, te alegras por ellos porque su felicidad es la tuya. Pero tampoco te recreas mirándolos.

Hará cosa de un año, su manager aseguró en un libro (escrito desde la cárcel, conviene recordar) que El Canto del Loco eran unos músicos pésimos, que necesitaban de dos profesionales de apoyo en sus conciertos para sonar medianamente bien y que recurrían a músicos «mercenarios» para grabar sus discos. A estas alturas, lo mismo da. Habrá quien diga que no pasa nada por volver con o sin escolta, que ahí están los Hombres G, llenando recintos por medio mundo con Marta, el marcapasos y el marica del Ford Fiesta blanco, pero yo no tengo claro que quiera conocer a los nietos de la madre de José. Así que mejor que no vuelvan, porque al final tendré que ir.