Fundado en 1910

Chucho Valdés, en conversación con El Debate

Entrevista con el genio del jazz

Chucho Valdés: «Tengo siempre presente a mi padre, Bebo. Sin él no sería músico»

La leyenda viva del jazz afrocubano, con once Grammys en su haber, atiende a El Debate antes de comenzar su gira por Estados Unidos para tocar 'La Creación', «la obra cumbre del jazz latino»

«Escucho todo tipo de música, pero sobre todo jazz, del clásico al vanguardista. Y también escucho a compositores de clásica: en España hay grandes tesoros, como Manuel de Falla, mi favorito. El de mi papá era Albéniz». Habla Chucho Valdés (Cuba, 1941) con su camisa de flores, su gorra Kangol y sus ademanes pausados, de hombre grande y enérgico que ha encontrado en el sosiego la fuente de su creatividad, y su Cuba querida le sale por los ojos, pero sobre todo por la lengua.

Ese 'papá' al que nombra –y lo hace en numerosas ocasiones a lo largo de la entrevista– no es otro que el gran Bebo Valdés, una de las figuras centrales de la época dorada de la música cubana: pianista, compositor, arreglista y director de orquesta. Hablamos en un piso plagado de obras de arte en la madrileña calle General Martínez Campos, donde Chucho Valdés interpreta alguna pieza solista al piano. Nos acompaña Sandra García-Sanjuán, fundadora y presidenta Ejecutiva del Grupo Starlite: por algo esta leyenda viva del jazz va a ofrecer por primera vez un concierto en el famoso festival marbellí el 5 de julio de 2022. Y lo hará acompañado de grandes amigos, como Pancho Céspedes y Pablo Milanés.

Además de seis premios Grammy y cuatro premios Grammy Latino, el genio cubano ha recibido también el Premio a la Trayectoria de la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación. A sus 80 años recién cumplidos, Chucho Valdés ha producido la obra más ambiciosa de su carrera, La Creación, una suite de tres movimientos para pequeño conjunto, voces y big band. A esto le sigue el esperado reencuentro con su viejo amigo y compañero de aventuras musicales, el extraordinario clarinetista, saxofonista y compositor Paquito D'Rivera, con quien ha grabado un nuevo álbum, apropiadamente titulado I Missed You Too.

A pesar de su dilatada carrera, con más de seis décadas sobre el escenario pero toda una vida detrás o alrededor de él, Valdés lo tiene claro: «Mientras los dedos me respondan, seguiré pegado a un piano». Su mujer, Lorena, sentada a su lado, se ríe y lo confirma.

–¿Cada cuánto tiempo viene a España?

–Tengo mi segunda residencia en España, en Málaga, así que vivo entre Florida, cerca de Miami, y España.

Este año participará en el Starlite Festival, en Marbella.

–¿Qué supone para usted?

–Aunque parezca mentira, es uno de los grandes sueños de mi vida. ¿Sabes lo que es cumplir 80 años y tener el privilegio de tener grandes amigos y de cantar en un lugar al que tantas veces he ido como público? Siempre me ha fascinado este festival, y poder tocar con amigos como Pablo Milanés y Pancho Céspedes… es un sueño hecho realidad. Va a haber muchas sorpresas, pero sobre todo para mí: es mi mejor regalo de cumpleaños. De aquí al cielo.

–Usted ha tocado por todo el mundo, ¿qué tiene diferente el público español?

–Es increíble. Además, al ser cubano, tengo raíces africanas y españolas, y tocar en España me hace conectar con ellas. Tengo antepasados españoles y gracias a mi abuela, la cocina que se hacía en mi casa era totalmente española. Por eso ver a la gente, y llegado a esta edad, cuando yo ya no pensaba viajar más… ¿qué más puedo pedir? Podría morirme hoy mismo.

–¿Qué opina de las mezclas de estilos musicales?

–Creo que romper moldes es siempre algo positivo. Mi padre, Bebo, lo hizo con El Cigala, mezclando el son cubano con el flamenco. Yo lo hice después con Concha Buika. El flamenco, por ejemplo, me encanta: soy un fanático de Camarón de la Isla y de Paco de Lucía, y he hecho cosas con Estrella Morente, con Miguel Poveda… Amo la fuerza del flamenco, y cuando mi papá y Diego hicieron el álbum Lágrimas negras… creo que fue el momento más alto de la fusión entre ambos.

–¿Su padre le marca el camino?

–A veces prefiero no pensarlo. Yo seguí sus pasos, sus consejos y tocaba con él, en su banda: era el pianista de la banda que él dirigía. Más que padre e hijo, éramos maestro y alumno, amigos, compañeros de copas… Le tengo permanentemente presente, porque siempre he pensado que sin él yo no hubiera sido músico. Gracias a Bebo y al mundo en el que yo me crie, estoy donde estoy ahora.

Chucho Valdés en un momento de la entrevista con El Debate

–Cuando era pequeño, por su casa de La Habana pasaban grandes músicos…

–¡Y tanto! Celia Cruz venía a menudo. También Benny Moré, uno de los más grandes; Arsenio Rodríguez, el sonero mayor; Ernesto Lecuona... Mi casa era un centro cultural. Me sorprendió mucho cuando conocí a un músico malagueño que se llamaba Antonio Molina. Lo conocí con 17 años y le admiré toda mi vida. También venían artistas americanos, como Nat King Cole (mi papá dirigió su disco en español, y yo pude estar en la grabación)…

–¿Lo suyo es don o práctica?

–¡Yo empecé a tocar el piano con tres años! Y en mi casa no había nada más que música. El ambiente en el que yo crecí es el de la música, el de los artistas entrando y saliendo, tocando, hablando con mi papá… y verle tocar el piano día y noche. Al mínimo que tengas facilidad, una mínima destreza natural, tienes el camino abierto.

–¿Cuánto practica alguien como Chucho Valdés?

–Yo creo que puedo tener un talento innato, pero no toco menos de seis u ocho horas cada día. Estudié a Mozart de niño, y mi primer concierto fue con nueve años, tocando sonatas de Beethoven, que luego mezclé con un son cubano y con música africana. Ahí ya estaba metido en el jazz… El músico perfecto no existe. Cada uno tiene algo, recibido por Dios, que desarrolla en la medida de sus posibilidades. Mi papá me decía: «Para mí el mejor músico sería el que más campos abarcara, el que conociera sus raíces, se empapara de todo, e hiciera algo nuevo».

–Algo que hizo su padre con el batanga…

–Mi papá es único e irrepetible. Y yo he tratado de llegar hasta donde él ha llegado y de hacer, a partir de eso que he aprendido de él, mi camino. Cuando yo monté la banda Irakere en Cuba a nivel sonido fue tan rompedor como lo que hicieron los Beatles. Esa banda cambió la historia de la música cubana, y no lo digo yo, lo dice todo el mundo. Cambiamos la forma de pensar, los estilos, las estructuras, cómo funcionar el jazz con la música afrocubana y con la música clásica. Y además de ser número uno entre la música bailable cubana, lo fue también en la música clásica y en el jazz. No se ha vuelto a dar otra banda como esa.

Bebo Valdés y Chucho Valdés en una imagen de 2008Gtres Online

–Fue una ruptura de moldes.

–Todo lo que me había enseñado mi papá, lo puse en práctica. Y tuve a los mejores músicos cubanos del mundo: Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Jorge Varona… Todos teníamos la misma línea a seguir, queríamos hacer lo mismo. Pero no pensábamos en si iba a gustar o no, si iba a tener éxito o no; nos daba igual. Y tuvimos suerte. Hoy se habla de Irakere como la banda más importante de la historia de la música cubana.

–Con toda su carrera, ¿qué le queda por hacer?

–Lo único que quiero es seguir trabajando mientras pueda y mereciendo el cariño de mi público. Nada más. Esa actividad es la que hace que mi edad física y mental no estén al mismo nivel: en realidad yo no tengo 80 años, soy el joven más feliz que ha pisado este planeta.

–¿Y le quedan cosas por aprender?

–Te diría que tengo más cosas que aprender que las que he aprendido en todos estos años. Porque la música es un arte que va en desarrollo, no se detiene. Siempre va a haber cosas nuevas, pero, sobre todo, los compositores como yo siempre estamos creando, buscamos caminos alternativos. No hay final.

–¿Qué opina de nuevos géneros musicales como el trap o el reguetón?

–Podría esquivar esta pregunta, pero no lo voy a hacer. Es una generación que no es la mía, y los jóvenes siempre han sido rupturistas. Cuando yo era joven bailaba rock n’roll y mi padre y mi abuelo se horrorizaban. Pero a mí me encantaba Elvis Presley… Yo nunca he juzgado ni he combatido las ideas musicales de los demás, aunque desde el punto de vista personal tengo que decir que no me gustan. Hay muchas cosas muy mal hechas y unas pocas bien hechas.

Chucho Valdés tocando el piano durante la entrevista

–Además de Starlite, ¿qué más conciertos tiene preparados?

–Estoy de gira por todo el mundo. Ahora voy a Estados Unidos con ‘La Creación’.

–¿Ha roto también moldes con ella?

–Todos los moldes, todos, todos. Es un concepto muy personal, dicen que es la obra cumbre del jazz latino. Es una obra que escribí con 80 años para demostrarme que podía seguir creando. Todo está en la mente. La pandemia me permitió escribir la obra más importante de mi vida, ‘La Creación’. Uno solo se oxida si para: a mí esta disciplina me la dio mi padre. Por muy joven que seas, si no practicas, tus manos no van a funcionar. Por ejemplo, yo a los 23 años empecé a estudiar piano de cero, todo de nuevo, porque yo buscaba una técnica superior. Entre otras cosas, aprendí a tocar el piano sin tensión, relajado, lo que me permitió eludir calambres y dolores: es una técnica de relajación.

–¿Ni siquiera cuando se emociona? Eso es muy del jazz…

–Me emociono mucho, pero estoy relajadísimo. A veces hago el teatro, hago el ‘artistaje’, y exagero porque sé que a la gente le gusta eso.

–Y esa técnica ¿se desarrolla toda la vida?

–Más que desarrollar una técnica, yo ahora lo que necesito es alimentarme, y el piano me alimenta. Si un día no lo puedo tocar, estoy de mal humor. No he llegado a llevarme un teclado de viaje, pero sí que tengo un hábito muy fuerte, y para mí practicar implica subir al cielo.

–¿Es una necesidad artística, casi espiritual?

–Absolutamente. Llevo 80 años pegado a un piano. Y aun así me quedan muchas cosas por hacer. Uno de mis sueños es llevan la música afrocubana a los planos sinfónicos. Quiero crear una sinfonía con un son cubano, algo que ya he empezado. Lo mismo con el folklore argentino: quiero conectarlo con el jazz… lo he probado y funciona.

–¿Y respecto a sus solos de piano?

–También quiero romper estructuras, las ‘estructuras sagradas’, que ya hizo Beethoven con la Novena Sinfonía: si todas las sinfonías tienen tres movimientos, él decidió meter un último movimiento, una coral, algo prohibido porque se trataba de música sacra. ¡Y la escribió sordo! Esa obra rompió con los moldes de su época, y yo quiero romper las estructuras de los solos de piano. Quizá es un desastre, pero creo que va a funcionar. Porque lo más importante que tiene un compositor no es la técnica, ni la mecánica, sino la imaginación.

Chucho Valdés y Sandra García-Sanjuán, fundadora y presidenta Ejecutiva del Grupo Starlite

–No puede haber improvisación sin imaginación, pero la improvisación también sigue unas estructuras…

–Exacto, son A-B-A, con ocho compases en A, ocho compases distintos en B, y ocho compases que pueden ser iguales que A1. Yo escribí un tema que se llama Chucho Steps cuya A dura 54 compases, y ahí acaba. ¡Y gustó muchísimo! ¡Me dieron un Grammy! Fue en 2010 y me di cuenta de que ahí había un camino que seguir. No quiero estructuras mecánicas, quiero volar. A veces me levanto corriendo a las 4 de la mañana para apuntar una melodía, o grabarla en el teléfono, y mi mujer ya ni se inmuta…

–¿De qué manera le acompaña Lorena, su mujer?

El apoyo de Lorena me hace conmoverme. Cuando la miro, pienso: «Dios existe». Lorena cambió mi vida en todo, incluso me cambió a mí mismo. Siempre he sido una buena persona pero desde que la conocí hace 20 años, dio un vuelco. Y se lo agradezco infinitamente, por todo lo que me ha enseñado (mucho más que yo a ella).

–¿Cómo se conocieron?

–Yo fui presidente del Festival de Jazz de La Habana durante 17 años. En 2003 estábamos preparando un concierto en Matanza, una provincia cerca de Varadero, frenéticos, afinando instrumentos y corriendo. Quería tenerlo todo controlado. Mientras preparaba las partituras, vi a una muchacha, y vi algo especial en su mirada, en su energía. Yo había conocido a todo tipo de mujeres en todo el mundo, pero nunca a nadie como ella. El conguero de la banda me dijo que estudiaba percusión y era alumna suya, y me dio su número. Y pensé: «La voy a enamorar». Tuvimos una cita en el Meliá Cohíba… y hasta hoy, 20 años después. No nos separamos nunca más. Tenemos un hijo, Julián, de 15 años.

–¿También se dedica a la música, como todos sus otros hijos?

–Sí, toca en la escuela del instituto, en Broward, cerca de Miami. Es un niño muy inteligente, y podrá hacer lo que quiera en la vida. Mi papá me transmitió a mí el amor por la música, y yo se lo he transmitido a todos mis hijos. Pero nunca ha sido una obligación o una imposición: siempre les he dejado libertad y les he mostrado mi apoyo para que escogieran el camino que más felices les hiciera. Mis hijos son mi mayor orgullo: ojalá ellos sigan mi camino y me superen.

–¿Alguna vez se juntan a tocar?

–En casa, en los cumpleaños, la orquesta es la familia. Mi hermana era cantante, yo era el pianista, mi mamá la solista… Ahora ya no vivo en Cuba, pero en verano sí quiero traer a toda mi familia a Málaga, y quizá haya alguna sorpresa. «La Banda Valdés».

–¿Cómo es su relación con Cuba?

–No tengo especiales problemas, porque tampoco me meto en política. Aunque sí me duele lo que está pasando. Pero no me gusta ni me interesa entrar en política.

–De aquella isla han salido grandes músicos… ¿qué tiene Cuba?

–Es culpa de África y España. La mezcla de ambos produjo música, ritmo y alegría. Cuando en 2014 el Rey Felipe VI me dio la nacionalidad, por fin, grité: ¡Cojones, viva España!"