Rodríguez, el artista al que nadie conocía a pesar de haber vendido más discos que Elvis y Los Beatles
Se cumplen diez años del estreno del documental 'Searching for Sugar Man', que mostró al mundo la increíble historia del cantante de Detroit
Durante 30 años, hoy lo es todavía, Sixto Rodríguez, Rodríguez como nombre artístico, fue el cantante más grande en Sudáfrica. Un ídolo del que nadie sabía nada. Solo se tenían sus canciones. Un misterioso ídolo sin cara. Dos discos y unos pocos títulos más de un tercer álbum inacabado. Niños, jóvenes y adultos habían crecido en la punta de África escuchando a Sugar Man (el título de su tema más famoso), de quien se decía que se había suicidado prendiéndose fuego en un escenario.
Mejor que Bob Dylan
Muy lejos de allí y muchos años antes, alguien le dijo a dos productores musicales que tenían que escuchar a un artista que tocaba en un tugurio de la fría y deprimida Detroit. Así que allí fueron. Debido al humo y a la gente del local, no pudieron verle la cara, pero sí decidieron producir un disco con aquel sonido y aquellas letras nuevas. Cold Fact fue el nombre del primer álbum de Rodríguez en 1970. Theodore y Coffee, los productores, pensaban que era mejor que Bob Dylan.
Steve Rowland, el productor de su segundo disco, Coming for Reality, y de artistas como The Cure, Boney M o Peter Frampton, dijo que fue su artista más memorable. No podía entender como Cold Fact no había triunfado y lo intentó con el segundo un año después. Coming for Reality, misteriosamente, también pasó desapercibido para el público y Sussex, su compañía discográfica, le despidió. Nada más se supo de Rodríguez. Cuentan en Sudáfrica que un día una chica viajó con una copia de uno de sus discos y así empezó la extraordinaria fiebre.
Un periodista local, Craig Bartholomew, quiso investigar la realidad de la muerte de Rodríguez y decidió seguir el rastro del dinero
La música de Rodríguez se expandió por aquellas antípodas a través de grabaciones piratas. Fue tal la fama popular que alcanzó su música, que las productoras locales comenzaron a publicar sus dos discos. La foto de Rodríguez con el pelo largo y las gafas de sol era lo único que se conocía de su aspecto. Un periodista oriundo, Craig Bartholomew, quiso investigar la realidad de la muerte de Rodríguez y decidió seguir el rastro del dinero de esos discos que ya se podían comprar.
Los distribuidores locales le llevaron directamente a la discográfica original de Rodríguez, de la que fue despedido: Sussex Records, cuyo propietario y fundador era Clarence Avant, quien había dirigido la Motown y había producido a Michael Jackson, Miles Davis o Dionne Warwick. Tras muchas dificultades, Bartholomew finalmente pudo entrevistarse con Avant, a quien enseñó unas fotos de Rodríguez de aquella época.
Una pista en Dearborn
Avant se emocionó contemplándole y le devolvió las fotografías diciéndole: «De los diez mejores artistas que he tenido, él estaba entre los cinco primeros. No había nada como él». Algo no marchó bien. El periodista le habló del rastro de los millones de discos que había vendido Rodríguez solo en Sudáfrica y Avant se enfureció. Con actitud amenazante le dijo que en lo que a él le concernía Rodríguez no había vendido nada en América.
Un seguidor de Rodríguez de Ciudad del Cabo, Stephen Segerman, apodado 'Sugar' por la similitud de su apellido y su pasión por Rodríguez, también quería desentrañar el misterio de su ídolo. Acabó encontrándose con Bartholomew y ambos llegaron a la conclusión de que, a pesar de sus esfuerzos, sabían tan poco que no les quedaba más que abandonar la búsqueda. Y abandonada estaba cuando el mismo Bartholomew escuchó en el coche una de las canciones de Rodríguez. Le llamó la atención una de las frases: «Encontré a una chica en Dearborn…», y cuando llegó a su casa decidió buscar Dearborn en el atlas. Vio que estaba en Detroit.
¿Cómo murió Rodríguez?, a lo que Theodore respondió: «¿Muerto? Sixto no está muerto»
Bartholomew cayó en la cuenta de que Mike Theodore, el productor del primer disco de Rodríguez vivía en Detroit. Le llamó y le contó que Rodríguez había estado vendiendo millones de discos en Sudáfrica durante los últimos 25 años. Theodore no podía creerlo. Bartholomew, emocionado, empezó a hacerle preguntas sobre su ídolo: cómo era, cómo grabaron tal canción, a qué se refería con tal letra… hasta la pregunta final: ¿Cómo murió Rodríguez?, a lo que Theodore respondió: «¿Muerto? Sixto no está muerto», dijo. «Y vive en Detroit».
Era una noticia increíble y el final de la aventura para Bartholomew, quien escribió su artículo: Buscando a Jesús, por el que llevaba años investigando. Pero el texto llegó hasta América, publicado también en la web de búsqueda de datos de Rodríguez dirigida por 'Sugar' y alguien lo leyó. Era una de las hijas de Rodríguez, Eva, quien dejó un mensaje con su teléfono y dirección de correo en el que decía que era hija de Rodríguez y que hablaba en serio. 'Sugar' lo vio y la llamó desde Ciudad del Cabo.
Hablaron y ella le contó todo lo que había sido de su padre hasta entonces. 'Sugar' le dijo que sería un sueño poder hablar con Rodríguez alguna vez, aunque solo fuera oírle decir: «Hola». Aquella madrugada, 'Sugar' dormía y sonó su teléfono. Era Rodríguez.
Sixto Rodríguez se había dedicado los últimos 25 años a demoliciones y renovaciones de edificios. Cuando le preguntaron si hubiera seguido componiendo después de Coming for Reality, él dijo que no había nada mejor que «Reality», así que, si aquel disco no había triunfado, y no solamente no había triunfado, sino que había pasado desapercibido: había sido un fracaso absoluto, decidió dejarlo.
'Street Boy'
En el documental hablan sus hijas y se emocionan al recordar cómo vieron a su padre trabajar duro toda la vida, sin quejarse nunca, en todas las cosas que nadie quería hacer. Bajar una nevera a la espalda siete u ocho pisos y cosas así. No le importó. Decía que esos trabajos le mantenían en forma y ponían la sangre en circulación. Recuerdan lo pobres que fueron siempre y cómo Rodríguez les enseñó a amar el arte. En el filme sus compañeros de la construcción se convierten en poetas cuando hablan de él, y con los ojos encendidos recitan las cosas de Rodríguez.
Fue en marzo de 1998 cuando a Rodríguez le llamaron desde Sudáfrica para hacer una gira. Fue él y fueron las hijas. Cuando bajaron del avión había dos o tres limusinas y no pensaron que fueran para ellos. Pero lo eran. Cuentan que le metieron en la limusina y le llevaron a la ciudad y por el camino de todas las farolas colgaban carteles de su concierto y él iba diciendo: «Mira, ese soy yo… y ese, y ese, y ese…».
Niños, jóvenes y adultos extasiados. Había vendido en Sudáfrica más discos que Elvis y Los Beatles
Dicen que en el hotel de lujo en el que se alojó durmió en el sofá, casi como Cocodrilo Dundee, porque le parecía demasiado una cama tan grande solo para él. Rodríguez pudo contemplar y saber del éxito de sus canciones casi 30 años después. Un país entero a sus pies. Niños, jóvenes y adultos extasiados. Había vendido allí más discos que Elvis y Los Beatles. Si no han visto aún Searching for Sugar Man, el documental ganador del Oscar en 2012, tienen que hacerlo.
Rian Malan, uno de los periodistas que le entrevistó aquellos mágicos días (que solo fueron un paréntesis en la modesta vida que Rodríguez después siguió viviendo), dijo que no obtuvo de él ninguna respuesta de tan extraño y único caso. Dijo que él supo preservar el misterio que, a pesar de todo, aún continúa.