Bruce Springsteen o la desfachatez de vender entradas a 5.000 dólares
Los precios desorbitados de las entradas del cantante americano y la E Street Band generan indignación en todo el mundo. Él lo achaca a «la demanda y el algoritmo»
Hay muchos sectores que operan según la ley de la oferta y la demanda. A algunos de ellos, aunque injustos, ya nos hemos acostumbrado: uno sabe que si espera cierto tiempo, o no utiliza la navegación privada, va a pagar más por un vuelo a la misma ciudad y en la misma compañía que su cuñado el listo que se sabe todos los trucos. Pero no son trucos: se trata de conocer el sistema.
En principio, comprar una entrada en la misma grada del mismo estadio para acudir a un concierto debería costar a todos por igual. Pero Bruce Springsteen, supuesto progre que vota y apoya públicamente al Partido Demócrata, no deja de ser estadounidense, y por ello busca enriquecerse ante todo. O eso parece cuando pone a la venta las entradas de su nueva gira a precios que alcanzan los 5.000 dólares.
En una nueva forma de especulación que nadie parecía esperar pero tampoco termina de sorprender, el llamado «proletario del rock» ha decidido que los precios de sus entradas se ajusten a la ley de la oferta y la demanda. Para ello ha utilizado un algoritmo que, debido a sus millones de seguidores en todo el mundo, ha disparado sus precios.
Jon Landau, manager de Bruce Springsteen, lo atribuye a la voluntad de combatir la reventa y al uso de un algoritmo de «precio dinámico», pero finalmente ha resultado casi en una «reventa oficial» realizada por la propia banda en canales seguros, como Ticketmaster. Aunque sus explicaciones se hicieron esperar, llegaron por fin el 26 de julio.
Landau reconoce que se está vendiendo «un porcentaje ínfimo» de entradas a precios superiores a los mil dólares. Sin embargo, lo que se esconde realmente detrás es eiminar del mapa a los revendedores, y quedarse ellos con ese beneficio extra que estos sacaban.
Desde la banda insisten en que el coste medio por ticket «está en la franja de los 200, una cantidad perfectamente normal si se compara con lo que está cobrando la competencia», y que sigue habiendo entradas por 60 dólares. ¿El problema? Nadie las ha visto. Los importes más altos se deben exclusivamente, según la explicación de Landau, al uso de un algoritmo de precio dinámico cuya función sería hacer un uso inteligente de la ley de oferta y demanda para que «los fans que dispongan de mayores recursos adquieran localidades preferentes cerca del escenario y contribuyan de esa manera a costear el precio muy inferior del resto de las entradas».
Un «traidor» de sus principios
Los fans han tomado las redes sociales para acusarle de «rapaz», de «poner precios abusivos» y, en general, de ser un «traidor» a los principios que tanto ha defendido: «No vale estar con la clase trabajadora y luego poner las entradas a 200 y 2.000 dólares». Además, más allá de enfadarse por el sistema del algoritmo, le acusan de ser el responsable último del precio de las entradas: «Si un artista de la talla de Bruce Springsteen no permite que las entradas a sus conciertos se vendan a 5.000 euros, las entradas no se venden a ese precio. El responsable es él», comentan en Twitter.
Es habitual que los seguidores se quejen de que sus cantantes y bandas favoritas pongan precios altos a sus entradas. Así pasó con Rosalía, cuyas entradas para pista A (la más cercana al escenario) alcanzaron los 107 euros. Son habituales las quejas también en las giras de Elton John o los Rolling Stones. Normalmente, los artistas justifican los precios explicando que detrás de una gira hay cientos de personas trabajando, y que el dinero no va para los artistas, sino para pagar montaje y desmontaje, traslados, técnicos y a toda la crew.
Pero en este caso no se trata de un precio fijo desorbitado, sino en las variaciones que tienen los precios... y que quien lo permita sea precisamente el más populista y cercano de las estrellas mundiales, ese que dijo crear un «rock con raíces y conciencia» y que se acabó convirtiendo en un signo a la oposición del republicano Ronald Reagan. Con solo 23 años, Bruce Springsteen declaró: «Si el rock renuncia a sus raíces populares, acabará muriendo». Ahora, parece, es el propio héroe americano el que lo está matando.