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El compositor Ryuichi Sakamoto

Ryuichi Sakamoto y el réquiem por su propia muerte

Un mes después de ofrecer su último concierto y enfermo terminal de cáncer, el músico reaparece con 12, un álbum de despedida en el que se reconcilia con su propia mortalidad

Son tiempos difíciles para Ryuichi Sakamoto. Sin embargo, su espíritu nipón se sobrepone a la tragedia: el pianista, compositor y miembro de la Yellow Magic Orchestra recibía en 2014 el diagnóstico de un cáncer terminal de garganta que no le ha impedido seguir regando el mundo con su particular estilo compositivo, en el que mezcla el piano clásico con las reverberaciones de la electrónica.

«Sinceramente, no sé cuántos años me quedan», reflexionaría más tarde en el documental de 2017 Ryuichi Sakamoto: Coda. «No doy nada por sentado. Pero sé que quiero hacer más música. Música que no me avergüence dejar atrás: un trabajo significativo». Por entonces tuvo que resignarse a abandonar las fechas que le quedaban de gira y a dejar en pausa el disco que se encontraba componiendo para ahondar en su enfermedad a través de Async, un álbum introspectivo de 14 pistas en el que mezclaba instrumentos musicales con texturas inusuales tanto acústicas como electrónicas, muestras de grabaciones de personas como David Sylvian y Paul Bowles haciendo lecturas, y sonidos cotidianos tomados de grabaciones de campo de las calles de la ciudad. Todo ello, con su admiración por Bach y el cineasta Andrei Tarkovsky de fondo.

Sakamoto se ha muerto y ha resucitado un millón de veces. Casi una década después de su diagnóstico inicial y más de cinco años después de Async, ha seguido haciendo música, incluso mientras persiste su batalla contra el cáncer, y ahora lanza 12, el álbum con el que esboza su enésima despedida, planificada con precisión nipona y extrema sensibilidad desde hace meses (concretamente, fueron 13 los meses que tardó en escribir y grabar este álbum, mientras el cáncer se reproducía y alcanzaba el estadio cuatro).

El álbum se compone de 12 elegías en las que se mezcla piano y sintetizador. Y, sin embargo, a pesar de añadir la electrónica, es austero y minimalista. Las pistas están tituladas y secuenciadas en el orden en que se grabaron en cinta, lo que da al álbum una sensación de diario.

Melodías de piano envueltas en reverberaciones, suaves sintetizadores futuristas, texturas sibilantes e incluso una atmosférica grabación de un minuto de campanas tintineantes dan forma a un disco esculpido desde lo lúgubre, desde la despedida. Incluso la respiración del propio Sakamoto se percibe en ciertas pistas, así como sentidos homenajes a sus compositores de referencia: Bach, Chopin y Debussy.

Como ya hicieron otros artistas antes que él, como David Bowie son su Blackstar o Leonard Cohen con You want it darker, Sakamoto se prepara para enfrentarse al último paso de su vida: la muerte. Y no lo hace de forma dramática o con grandes aspavientos: en la sutilidad y la ternura de sus composiciones se encuentra la reconciliación de Sakamoto con su propia mortalidad.