Niña Pastori: «Vivimos a velocidad de vértigo, te retiras un poco y parece que te has ido a Brasil»
La gaditana a la que apadrinó Camarón de la Isla en su San Fernando natal presenta Camino, un disco en el que arrima las dos orillas del Atlántico y apuesta por arreglos más modernos y electrónicos
Cuando empieza a sonar «Cái, por la madrugá, cómo me huele a sal, mi Cái» toda España se estremece. Esa es la grandeza de Niña Pastori (nacida María Rosa García García en San Fernando el 15 de enero de 1977): lleva casi 30 años haciendo música y consigue seguir emocionando, vendiendo discos y llenando conciertos.
Como un homenaje a todo lo que ha vivido en lo personal y en lo profesional ha titulado su primer disco con material inédito en cinco años Camino, uno en el que dice haber recogido más flores que piedras y del que se siente muy orgullosa. Sin terminar de encajar en ninguna etiqueta («ni chicha ni limoná», dice con su gracia andaluza), porque para el flamenco puro es demasiado innovadora y para el pop, demasiado flamenca, ella reivindica lo único importante: la emoción.
–¿De qué hablas en Camino? ¿Es un homenaje a tu carrera, a tu vida, a la importancia del proceso por encima de la meta?
–Totalmente. Es mucho más importante lo que vamos haciendo, los pasitos que vamos dando. La vida te puede dar un giro inesperado, y la velocidad puede hacer que se te olvide lo que sucede en medio. Y justo es lo más bonito, lo más gratificante, a veces incluso más que conseguir el fin. Camino es también un homenaje a mí misma: es una palabra que siempre me ha gustado mucho, muy bonita, y el camino que yo he llevado me parece un camino precioso. Con mucho sacrificio, mucho trabajo y durante muchos años, pero lo he disfrutado mucho.
–El año pasado celebraste 25 años en la música. Uno podría pensar que tú ya has alcanzado la meta...
–Totalmente. Pero la vida da tantas vueltas... Yo veo que he hecho este camino, que hay muchos compañeros que han arrancado quizás más fuerte que yo y luego se han ido perdiendo en el camino, porque es casi más importante y más duro mantenerte que llegar. Pero al final es cuestión de amar realmente tu profesión, de que te entusiasme, y así salen las cosas.
–Pero también tienes una canción titulada Yo nací para vencer.
–Es una bulería muy especial. Ese verso es del padre de Chaboli, mi suegro, Juan Antonio Jiménez Muñoz, más conocido como El Jero y como «el del medio de los Chichos». Tenía una letra muy fuerte, y hemos cogido ese verso para dedicarle esa bulería a él, a su forma de vivir y a la fuerza que tuvo para superar lo que le tocó, él que dio tanto y no fue siempre reconocido. Creo que muy pocos se van a dar cuenta de que es una bulería, y dentro del flamenco va a ser una sorpresa, algo que no se ha hecho nunca. Y a los que les gusta este giro y son aficionados de verdad al flamenco van a disfrutar.
–Tú fuiste una de las primeras en atreverte a conjugar la voz flamenca con estilos actuales. ¿Para poder jugar con el flamenco hay que conocerlo primero?
–Es fundamental, cuando quieres mezclar algo, conocer lo básico y saber qué va con qué, como en la cocina. Luego hay cosas que están de moda, pero hay que conocer la base, la raíz, y luego ya si tienes arte o tienes esa intriga por hacer cosas nuevos, o por investigar... Pero el flamenco es una música muy difícil, muy compleja, con una amplitud tan grande que los que estamos ahí y llevamos toda la vida seguimos aprendiendo. Escuchas cosas de Paco de Lucía, que yo he oído desde que era una niña, y sigo descubriendo matices. El flamenco es una música muy extensa, muy amplia y muy compleja.
–A ti te «apadrinó» Camarón de la Isla cuando tenías 12 años. ¿Qué ha supuesto para ti?
–He tenido mucha suerte desde que nací, siempre lo digo. Primero, por la familia de la que vengo: una familia auténtica que me ha ayudado mucho en la naturalidad; el éxito no cambió para nada ni a mis padres ni a mis hermanos (y eso que mucha veces cambia más a la familia que al propio artista). También me siento una afortunada por haber nacido en la isla de San Fernando, una tierra que me ha permitido ser lo que soy, aprender del flamenco de los mejores: la tierra del cantaor más grande de la historia, Camarón. Dedicarme a esto y poder vivir en una tierra donde he visto tanta gracia... ¡la tierra tiene un arte, una gracia! Cuando Camarón me vio cantando y me respaldó, siendo yo una niña, fue algo muy bonito y una gran suerte.
San Fernando me ha permitido ser lo que soy y aprender del flamenco. Es la tierra del mejor cantaor de la historia, Camarón
–Te escuchó cantando en una peña flamenca. ¿Siguen siendo lo que eran?
–Ya nada es lo que era, pero me encantaría reivindicarlas. Porque el flamenco es nuestra música, nos guste o no nos guste, aunque hay un debate muy amplio, y muchos complejos. Aunque luego todo es mucho más fácil... Es nuestra música, y la sabemos hacer mejor que nadie: el que canta bien aquí marca la diferencia, porque llevamos ventaja. Esa garra flamenca tiene algo del vientre de la madre, es algo genético. A mí me da pena que no se le dé el lugar y el sitio que merece. Ya prácticamente no existen las peñas flamencas, aunque quede algún tablao, pero parece una cosa de turistas, y los artistas están abandonados. El flamenco es nuestra música, y sólo se puede reivindicar desde el conocimiento y el respeto.
–¿Tú eres más de técnica o de emoción?
–La emoción es lo que mueve el mundo, algo que te llega, algo que te transmite. Hay gente que canta muy bien desde la ficha técnica, gente que toca muy bien... pero como músico es frío. El corazón es importante; expresar desde dentro. Tienes que tener la técnica y el conocimiento para poder hacer lo que quieres hacer, pero hay gente que con una mirada y con un movimiento, como pasaba con Lola Flores, lo transmiten todo. No había empezado a cantar, no había hecho nada más que estar, y ya había cambiado todo. También sucedía con Camarón: su pelo, su mirada, su forma de andar y de sentarse, ya era un sentimiento.
–En una época llena de singles, de lanzamientos, ¿qué supone hacer un disco entero?
–Es una locura y una eternidad, porque es mucho trabajo. Tienes que buscar un concepto, un arreglo para cada tema y que todo tenga una conexión, que el conjunto de canciones le den forma a lo que quieres expresar. Antes todo era distinto: tú sacabas un disco, te hacías dos años de gira, luego otros dos de parón... Pero ahora tiene todo una velocidad vertiginosa. Si te retiras un poco, parece que te has ido a vivir a Brasil. Hoy supone mucho trabajo y tienes que tener el respaldo económico para poder llevarlo adelante. Pero merece la pena.
–Además de Camarón y Lola Flores, ¿quiénes son tus referentes? ¿Escuchas algo actual?
–Yo escucho todo lo bueno, aunque no escucho todos los géneros, porque algunos no me llegan. Tengo dos hijas, de 14 y 10 años, y a través de ellas investigo mucho, sobre todo música en inglés. Nos gusta mucho Billie Eilish, cómo produce, sus canciones, su forma de transmitir... En general escuchamos de todo en casa.
–¿Sigues escuchando flamenco todos los días?
–El flamenco es la música quizás que más entiendo, y a lo mejor me llega más por eso. Me gusta que salgan artistas en aleatorio y conocer cosas nuevas, sorprenderme. Es algo positivo que nos ha dado la música y que antes no teníamos. Por eso los flamencos antes tenían que ir de fiesta en fiesta, porque ahí aprendían de repente lo nuevo, o aprendían un cante diferente.
–Tú recibes mucho feedback de tu música en redes sociales, pero ¿sigue siendo el directo un momento especial?
–Para mí es la guinda del pastel, cuando realmente soy yo. Además, cada día es distinto, suceden cosas distintas, nunca es igual, aunque sea un mismo repertorio presentando una misma historia. Por eso el directo para mí es realmente la clave de todo lo que hago, y creo que también de mi éxito y de poder seguir aquí después de tantos años. Lo hemos cuidado siempre mucho: en mi cante y en mis músicos, pero siempre con el alma puesta. Siempre.