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Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela

Daniel Bianco advierte contra posibles «disparates» en el futuro de La Zarzuela

El aún director artístico del coliseo lírico español espera que no se vuelva a insistir en la fusión con el Teatro Real durante la presentación de una temporada que ofrecerá cuatro títulos de ópera

Daniel Bianco se va del Teatro de la Zarzuela con el trabuco cargado, lanzando en su despedida algunos disparos al aire a modo de advertencia. Entre los logros de su gestión al frente de la institución pública que él mismo decidió abandonar no dejó de reseñar el hecho de haber evitado la fusión con el Teatro Real, auspiciada desde los predios del hermano coliseo de la Plaza de Oriente, como uno de los principales. Y aunque se va cediéndole los bártulos a Isamay Benavente, ha advertido que es necesario estar alerta ante los que podrían ser algunos «disparates», en clara alusión a la posibilidad (que aún sigue coleando) de que la unión entre los dos grandes espacios líricos de la capital se acabe confirmando más pronto que tarde.

A Benavente, que viene de lidiar un largo pulso con el ayuntamiento jerezano por la estabilidad del Teatro Villamarta de esa ciudad, le deja Bianco la tarea de asumir la defensa de la independencia de La Zarzuela, y un par de encargos que él ya había confirmado. El más destacado llegará en 2026, cuando Cristof Loy, uno de los directores de escena más queridos en el Real durante estos últimos años, será artífice de una nueva producción de El gato montés, de Penella.

Pero en lo que llega Loy, la próxima temporada, la última concebida por Bianco, lo apuesta casi todo a la ópera en español con cuatro títulos: dos estrenos de esos que hacen arquear las cejas y sendas recuperaciones de títulos decididamente mayores. El curso arrancará el 6 de octubre con la novedad de El caballero del Olmedo para el escasamente conocido compositor Arturo Díez Boscovich, con puesta en escena de un Lluis Pasqual, que este año inaugurará también la temporada de La Scala milanesa.

Y en marzo del año próximo llegará Ga-La Placidia, de Jaume Pahissa, un título basado en la obra de Ángel Guimerá con dirección musical de Cristoph König. Parece bien servida, en general, la nómina de batutas, excepto por un detalle: en ningún caso se apuesta por alguno de los magníficos jóvenes españoles que piden paso. Tendrán que seguir buscando oportunidades fuera. Lo de Alberto Miguélez Rouco este año (posiblemente el mejor trabajo que se haya podido disfrutar en esta casa) ha resultado un mero espejismo.

Usandizaga y Sorozábal

Los otros dos títulos grandes de ópera española corresponden a autores de calidad más que contrastada. En noviembre se apuesta por el regreso de Las Golondrinas, de José María Usandizaga, con la presencia en el reparto titular de dos de los protagonistas de la pasada Aida del Teatro Real, el barítono Carlos Álvarez y la mezzo Ketevan Kemoklidze. Regresa para la ocasión la estupenda producción que en su día ya estrenó Gian Carlo del Monaco. Y cuenta además con una batuta de auténtico fuste en el foso, Juanjo Mena.

Vuelve también otro título importante, curiosamente con una producción estrenada el mismo año que la de Las Golondrinas, el Juan José de Pablo Sorozábal. Este extraordinario drama se exhibe en la puesta escena de José Carlos Plaza con otro estupendo maestro, Miguel Ángel Gómez Martínez, y un primer reparto de Champions League: Juan Jesús Rodríguez, Saioa Hernández, Vanessa Goikoetxea y Simón Orfila.

¿Y los títulos que espera siempre el público más fiel de la Zarzuela”? «De todo habrá»… con nuevas producciones de dos obras señeras: La Rosa del Azafrán, de Jacinto Guerrero (enero), y La Verbena de la Paloma, de Tomás Bretón (mayo). Seguramente con cortes e intervenciones en sus libretos, pero esperando que se respete su extraordinaria música. Ignacio García, un director que se echa de menos en los teatros líricos españoles, será el responsable de La Rosa, confiada a la batuta experta de José María Moreno. En el reparto vuelve a contarse con dos cantantes de primera fila, el barítono Juan Jesús Rodríguez y la soprano Yolanda Auyanet encabezando el primer reparto. Borja Quiza asume todas las funciones como el Julián de la popular Verbena, que ya debutó en La Coruña hace un par de años.

Y para finalizar el curso, en junio, regresa la muy protestada versión que Lluis Pasqual firmó hace tres años de la cimera Doña Francisquita, en la que seguramente han de brillar Sabina Puértolas, Ismael Jordi y Ana Ibarra, junto al siempre eficaz Guillermo García Calvo en el foso. Escasas auténticas novedades, por los que se ve, en el apartado lírico: riesgo en los estrenos, repartos equilibrados sobre todo en las obras de mayor peso, con presencia de cantantes con sólidas carreras internacionales, y basta. Temporada de transición hasta que Isamay Benavente pueda mostrar sus cartas.

En el resto de apartados de la programación, destacan La Sylphide, que ofrecerá la Compañía Nacional de Danza, en diciembre; el concierto confiado a los belcantistas Ismael Jordi, un favorito de la afición, y Lisette Oropesa, que arrasó en su presentación aquí mismo, con un programa de romanzas y dúos (lástima que sea con piano en lugar de aprovechar la orquesta de la casa); una sesión de flamenco con el gran José Mercé, y por encima de todo, el gran acontecimiento que supone que Lise Davidsen, la gran soprano de nuestro tiempo, inaugure el Ciclo de Lied (habrá tiros en las taquillas por esas entradas).

De manera injustificada, el debido homenaje a doña Victoria de los Ángeles no se celebrará en el año de su centenario, que es este, si no que deberá esperar hasta marzo de 2024. Después del decepcionante tributo que ha anunciado el Liceo para honrar a una de sus máximas divas, esta incomprensible decisión supone otra muestra de la desgana que las instituciones suelen exhibir a la hora de honrar la memoria de nuestros artistas más eximios.