Sabina se reivindica en Madrid con un concierto para «celebrar el milagro de estar vivo»
El cantautor rompió el «maleficio» de sus últimas visitas al Wizink y realizó una actuación completa en forma, pero sobre todo en fondo
Las dos últimas veces que Joaquín Sabina (Úbeda, 74 años) subió a las tablas del Palacio de los Deportes de Madrid se saldaron con abandono y caída, como si fuera un ciclista falto de suerte. Comprar entradas para verle, como adquirir criptomonedas o pagarés de Nueva Rumasa, se había convertido en una inversión de alto riesgo. Sin embargo, y «contra todo pronóstico» (que así se llama la gira), el cantautor se reivindicó en una noche sobresaliente en la que celebró «el milagro de estar vivo».
Comenzó Sabina guitarra en ristre con Cuando era más joven, un rocanrol de esos en los que habla regular de sí mismo (Hoy como caliente / pago mis impuestos / tengo pasaporte) para enseguida dirigirse a la gente:
«Buenas noches, por fin, carajo. Han sido unos años un poco duritos, para qué nos vamos a engañar. La noche que salí de aquí en camilla... Me operaron un par de veces... Y la noche que salí comenzó la covid», empezó diciendo. Ya en esa primera canción se le había notado con más voz que de costumbre, y aseguró llevar desde aquella noche «pensando en ponerme en forma para este día».
La promesa era cierta, y siguió con varias de esas canciones que ha alumbrado a la luz, el talento y la amistad de Leiva, a quien dedicó un elogio muy aplaudido por el Wizink Center. Era el tiempo de Sintiéndolo mucho (con la que ha ganado el Goya a mejor banda sonora), Lo niego todo o Lágrimas de mármol, que comenzó a llevar un cierto desorden a las butacas de pista. El oyente de Sabina no es de brinco fácil, y estas canciones, entre las que intercaló Mentiras piadosas, confirmaron que el músico se ha tomado muy en serio su vuelta. Él mismo se confesó con ganas de «romper el maleficio» de Madrid y realizó un concierto completo en forma (entero), pero sobre todo en fondo.
Antes del primero de sus dos descansos, cambió el taburete por una mesita auxiliar donde cantó Por el bulevar de los sueños rotos. Desde ese mismo lugar, bromeó sobre su 'nueva' vida al sorprenderse a sí mismo bebiendo agua: «Qué vergüenza, con lo que ha sido una».
Emoción y brazo izquierdo
Volvió de ese primer parón –cuando el resto de la banda toca todas esas canciones que según Sabina él no es capaz de exprimir– para cantar Tan joven y tan viejo. Nada más acabar, el Palacio de los Deportes le dedicó quizá la ovación más sonora y honesta de la noche, añadiendo además gritos como de barra brava argentina. Se le notaba el agradecimiento a Sabina, y empezaba a agarrarse el brazo izquierdo, que es el de los infartos y el de las emociones.
El de Úbeda mostró anoche voz y energía de DVD, como si le estuvieran grabando. Siguió con Una canción para Magdalena y se permitió apartar la silla para que se sentara Mara Barros, e incluso besarle la mano, gestos hoy bajo sospecha. Después reivindicó el género «denostado» de la copla con Y sin embargo, también junto a la onubense.
Por entonces ya habían sonado 19 días y 500 noches y Peces de ciudad, todo para terminar como Sabina acostumbra: rancheras con Noches de boda o Y nos dieron las diez y cerrando con Pastillas para no soñar, por si acaso lo de cuidarse no dura para siempre: «Y si en tus noches falta sal / Para eso está el televisor / Si lo que quieres es cumplir cien años / No vivas como vivo yo».