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'Il turco in Italia' se estrena en el Teatro RealTeatro Real

El Real recupera 'Il Turco en Italia', la comedia amarga de Rossini

Sara Blanch sustituye a Lisette Oropesa, la esperada soprano del estreno, en una obra que recuperó Maria Callas a mediados del siglo pasado, alejada de la bufonería más tradicional

«¡Popurrí, popurrí!». Cuando Il Turco en Italia se estrenó en La Scala, en 1814, el público milanés montó una bastante gorda. Los gritos de los enojados espectadores pretendían señalar al resto que la nueva ópera de Rossini no era más que un torpe engaño, un descarado intento por colarles la misma obra con la que el músico ya había triunfado un año antes en Venecia, La Italiana en Argel, pero proponiendo ahora una suerte de viaje inverso.

Nada más lejos de la realidad, pues si bien este compositor tenía por práctica incluir algunas piezas, previamente modificadas, o sin más, de algunas de de sus creaciones anteriores en varias de las nuevas, en este caso, puede decirse que Il Turco en Italia obedece a un impulso totalmente original. Tanto que quizá fuese su modernidad lo que pudo desconcertar a los contrariados asistentes a la première, como más tarde inquietaría a algunas autoridades en otros de los lugares donde se representó hasta promover cortes y algún puntual cambio de título.

Libreto original del estreno de 'Il turno in Italia' en La Scala, en 1814

Posiblemente Il Turco en Italia, cuyo estreno en el Teatro Real está previsto para la tarde del 31 de mayo (19.30h), no desprenda la fácil inventiva, la frescura, el vigor ni la fluidez musical que se aprecian ya desde la obertura de La Italiana en Argel, pero el genio de Rossini se encuentra aquí más depurado, propicio a indagar en las sutilezas de la instrumentación para envolver un asunto de complejas aristas, incluso hoy: la expresión del tedio conyugal. Y más. Quien parece sucumbir a los síntomas del agotamiento de la pareja, pretendiendo liberarse de las pesadas cadenas de la fidelidad, no resulta ser aquí el hombre (que también, el personaje de Selim es un picaflor), sino Fiorilla, la protagonista, una aspirante sin prejuicios dispuesta a vivir en sus carnes las experiencias del poliamor.

Si a un tema tan escabroso, iluminado por un tejido vocal e instrumental más elaborado que en otras obras anteriores del mismo autor, le unimos el hecho de que uno de sus personajes principales sea un poeta que, poco a poco, va delineando su trama, ya tenemos, quizá, algunas de las razones por las cuales este Turco no fue del todo bien comprendido en sus inicios. Debería llegar el siglo XX, con Pirandello y sus ejercicios meta teatrales de personajes en busca de un autor para que esta ópera lograra abrirse un tímido hueco en esas programaciones que consideraban a Rossini, sobre todo, el autor de El Barbero de Sevilla, su creación más popular.

Fueron Luchino Visconti y Maria Callas quienes propiciaron en 1950, a partir de unas funciones en el Teatro Eliseo de Roma, luego retomadas por La Scala, cuatro años más tarde, con una producción encargada al pupilo del director de El Gatopardo, Franco Zefirelli, y con idéntica protagonista, los principales artífices del redescubrimiento contemporáneo de esta joya emparentada lejanamente con el Così fan tutte de W.A. Mozart, otro título que nunca ha gozado del aprecio de los moralistas: el mismo Beethoven la detestaba, pese a que contiene seguramente la mejor música del creador salzburgués.

El personaje de Prodscimo, ese poeta que poco va poco va enredándose en la madeja que él se dispone a tejer sobre sus personajes, llegándose a convertir, en ocasiones, en rehén de los mismos, hunde sus finas huellas en la figura del viejo filósofo don Alfonso, motor de las acciones del Cosí e inspirador del consejo final, no muy alejado del que propone Rossini a través de su libretista, el entonces joven escritor Felice Romani. La conclusión, en ambos casos, invita a echarle un poco de agua al vino para sonreír ante las flaquezas humanas, aceptando nuestra propia condición propensa a cometer errores que felizmente pueden ser subsanados gracias al perdón y la comprensión.

Una sonrisa cómplice y melancólica

En su despliegue de sabiduría psicológica y musical, Il Turco en Italia es «más un cuadro sobre marfil que sobre lienzo», según Richard Osborne. Con respecto a esa «hermana» con la que se la ha querido emparentar, La Italiana en Argel (sin que en el fondo tengan mucho que ver), representa el maduro tránsito de la carcajada a la sonrisa, como bien ha sabido ver quizá el más profundo estudioso de la obra de este creador, Alberto Zedda. Más allá de las carcajadas, de la bufonería, asoma a través de su elaborada música, de sus bien articuladas situaciones, una sonrisa cómplice, teñida de melancolía, que supone el anticipo de la comedia moderna, un aperitivo de lo que Woody Allen logrará en sus sofisticados filmes, esos en los que a menudo un leve poso de amargura se abre paso frente a la farsa, propiciando ese cierto distanciamiento que precede a toda reflexión.

Un momento de la ópera 'Il turco in Italia', en el Teatro RealTeatro Real

En esta última etapa el Real ha mostrado un cierto desprecio hacia Rossini, poco y mal atendido. Su definitiva obra maestra, ese gran fresco titulado Guillaume Tell que tanta dicha proporcionó a los aficionados en los primeros tiempos de este coliseo (cuando aquí cantaban Gayarre o Masini), no se ha programado en más de un siglo. Pero tampoco ha habido mucho espacio últimamente para otras de sus maravillosas óperas serias como la crucial Ermione, que en la capital pudo apreciarse en unas lejanas representaciones del Teatro de la Zarzuela, con la Caballé.

Por eso resulta tan estimulante que se recupere ahora esta auténtica gema desconocida para el gran público, un Turco en Italia que nace con un poco de mala suerte. Quienes esperaban ver y escuchar hoy a Lisette Oropesa, favorita de la afición local, como la voluble Fiorilla, tendrán que aguardar. Ha cancelado, de momento, por un proceso gripal. En su sustitución cantará Sara Blanch, una de las más prometedoras jóvenes cantantes de la cantera española. Con la Callas como referencia y la papeleta de tener que reemplazar a una colega de tanto fuste, el reto se antoja supremo, pero la soprano catalana posee tablas suficientes ya para abordarlo con seguridad y aplomo.