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Retrato de BeethovenBiblioteca Nacional de Austria

El cráneo de Beethoven regresa a Viena para determinar las causas de su muerte

El empresario estadounidense Paul Kaufmann encontró los restos en una caja de seguridad de su familia en 1990

El empresario estadounidense Paul Kaufmann ha donado los fragmentos que heredó del cráneo de Ludwig van Beethoven a la Universidad de Viena, donde los investigadores analizarán las enfermedades del compositor. «Aquí es donde deben estar los huesos», declaró a su llegada. El tío abuelo de Kaufmann, el médico austríaco Franz Romeo Seligmann, los adquirió en 1863 durante la exhumación del cadáver de Beethoven. Un total de diez fragmentos que pueden servir para determinar la causa de su muerte aquejado de distintas dolencias, incluida su tristemente célebre sordera.

El empresario Paul Kaufmann en el momento de la entrega de los restosAFP

«El compositor luchó contra la enfermedad durante toda su vida y pidió explícitamente que se estudiara su cuerpo», ha dicho el forense Christian Reiter. Kaufmann dijo que encontró los fragmentos en una caja con la inscripción «Beethoven» dentro de la caja de seguridad familiar en un banco francés en 1990. Entre otras pruebas, los restos también se someterán a un análisis de autenticidad, aunque estudios anteriores la confirman. En 2005, las pruebas realizadas en el cabello de Beethoven y en los fragmentos de cráneo mostraron que murió envenenado con plomo (la posible causa de su pérdida de audición), que pudo proceder de una copa de vino fabricada con ese material o de algún tratamiento médico.

«Comedia finita est»

Beethoven empezó a sufrir dolores abdominales a los 20 años que fueron empeorando sin que los médicos de la época encontraran una respuesta. Las investigaciones actuales sugieren que pudo deberse a problemas hepáticos, incluida cirrosis, debido al consumo de alcohol. «Me siento un privilegiado al poder devolver los fragmentos del cráneo de Beethoven que heredé a donde pertenecen», ha dicho Kaufmann en la ceremonia de donación de los restos a Viena, donde el músico fue enterrado. El genio empezó a encontrarse mal en 1826, un año antes de su muerte, con fuertes dolores, tos, sed o pérdida de apetito. Dicen que solo unos días antes de morir escribió: «Comedia finita est». Tenía 56 años.