Las estrellas del rock que abandonaron el hedonismo por el estoicismo
Anthony Kiedis, el cantante de los Red Hot Chili Peppers, un día se puso a nadar y a comer verdura. Sting solo come productos biológicos y Bruce Springsteen solo una vez al día
Tampoco es que Keith Richards, por ejemplo, fuera un hedonista clásico. Richards y tantos otros practicaban un hedonismo rockero, que poco o nada tienen que ver con aquello. Lo cierto es que muchos colegas de Richards, no precisamente Richards, se pusieron a «filosofar», y de su hedonismo callejero pasaron al estoicismo más moderno, en todas sus formas y avances, para dejar en buena medida el rock n' roll de siempre casi en un cuento; la evolución que les permite continuar haciendo lo que hacían, pero sin hacer lo que hacían que, tantos años después, les impediría hacer lo que hacen.
Cocineros y profesores de yoga
El asunto es un poco el trabalenguas en que se ha convertido la carrera de tantos. El antirock, el galimatías o la reinvención del concepto de estrella que cambió las drogas por el yoga y las noches en vela por las cámaras hiperbáricas.
Casi la novela de ciencia ficción en la que Jon Bon Jovi, aquel heavy salvaje, viajó a través del tiempo para, en lugar de drogas, alcohol y groupies en sus autobuses, aviones y hoteles, ir siempre acompañado de su esposa, de su profesor de yoga y de su nutricionista. Un hábito beneficioso y un desastre estético como el peinado de señora con el que apareció tras su corta (y auténtica) primera época.
Cantantes como de juguete felizmente recuperados, dietéticos, estilizados, saludables y no tanto. Pues si bien ingerir estupefacientes es una práctica absolutamente rechazable, no lo es menos ir de un lado a otro como Bruce Springsteen y su dieta, llamada OMAD (One Meal a Day): una sola comida al día. Resulta difícil pensar que una persona pueda incluir la cantidad adecuada de proteínas, hidratos, verduras y otros alimentos fundamentales que requiere una correcta nutrición.
Las estrellas del rock han pasado de competir en quién bebe más whisky a competir en quién come más brócoli. Mick Jagger pesa menos a sus 80 años que a sus 30, que ya es decir. Y no es que sea malo, nada de eso, que Mick Jagger siga siendo la sílfide de siempre de anciano. Pero ya nadie hablará, como cuando niños, en una mezcla de rechazo y prohibida admiración, que Jagger se pone fino de apio igual que cuando se ponía fino de otras cosas.
Las cosas han cambiado y en esas cosas también ha cambiado el rock. Otra cosa (qué de «cosas») es lo de Eric Clapton el día que su hijo se cayó por la ventana abierta del rascacielos donde vivían. Ese día terrible «mano lenta» dejó atrás 20 años de alcoholismo y drogadicción. Pero este es un caso aparte. Anthony Kiedis, el cantante de los Red Hot Chili Peppers, un día se puso a nadar y a correr (como Forrest Gump), y en esas sigue. Sting vive en una granja y solo come productos biológicos sin procesar. El cocinero particular es un básico y las horas de sueño sagradas.
Nadie acaba ya como Elvis. El rockero del XXI casi ha convertido al del XX en un deportista. El rockero estoico que dejó de mirar el presente para mirar el futuro. Un cambio de paradigma que deja el pasado ya casi en una actividad prehistórica, como prehistórico siempre pareció Keith Richards, con el que empezaban estas líneas. El dinosaurio que abrazó los nuevos hábitos a regañadientes a los 74 años, cuando anunció con pesar que ya no iba a beber más... salvo cerveza y vino.