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Keith Moon, en el centro (de morado) junto a sus compañeros de The Who

Keith Moon, el «loco» batería de The Who que volaba cuartos de baño e inventó el nombre de Led Zeppelin

El músico londinense murió a los 32 años el 23 de agosto de 1978 por una sobredosis de un medicamento contra el alcoholismo y después de una vida de excesos en todos los sentidos

Ver tocar la batería a Keith Moon era como verle vivir. El mítico miembro de The Who pasó su existencia saltando de un lado a otro, como de un platillo a un bombo, rebotando en el ínterin entre los tambores como una bola de «pinball». Impulsivo y agitado, de niño sus profesores le dieron como un caso perdido de idiotez literal. Empezó con la percusión casi como el único camino posible para su indudable inclinación artística y su particular deriva vital. Moon tenía que golpear como terapia y hacerlo con las baquetas era un paliativo natural y poco peligroso hasta que la fama le explotó en esas manos.

Hizo explotar su batería

Llegó a The Who a los 17 años. Apenas necesitó unos minutos de prueba para ser aceptado, como Eddie Vedder cuando llegó de San Diego para ser el cantante de los Pearl Jam de Seattle. Era la horma del zapato del grupo (y de Moon) que, tras sus actuaciones, destruía sus instrumentos. Este «hallazgo», tan imitado después por infinidad de bandas, Moon lo llevó hasta la superación de utilizar explosivos en lugar de la propia fuerza física. Una práctica que una noche provocó que uno de los platillos le cortara en el brazo al propio Moon y el pelo del cantante Roger Daltrey se prendiera fuego.

Keith Moon, segundo por la derecha, junto a miembros de los Stones, Yoko Ono, Julian y John Lennon y George HarrisonGTRES

A pesar de las locuras, todo el grupo le consideraba una pieza fundamental del engranaje de sus canciones. La pieza que funcionaba, pero que no podía hacerlo a ese ritmo durante mucho tiempo. Su afición por destruir cosas era la forma imposible de no destruirse a sí mismo. Durante las giras del grupo se aficionó a volar los inodoros de los hoteles con potentes petardos. Fue el principio (o el final) del estallido que acabaría dentro de él. De los petardos pasó a la dinamita en un viaje sin vuelta paralelo al de los reales y también metafóricos explosivos.

El alcohol y las drogas fueron los que ya no permitieron cortar esa mecha que nunca se apagó y que en realidad siempre había estado encendida. La leyenda y las distintas biografías del grupo remiten a la actitud suicida y peligrosa hasta el delirio que han conformado muchas de las historias apócrifas del rock, desde lanzarse a la piscina desde un piso elevado hasta destruir por completo, no solo los baños, sino habitaciones enteras de hotel con los cartuchos de dinamita que casi llevaba consigo como cigarrillos en una cajetilla. Pero los verdaderos cartuchos de dinamita personales eran sus adicciones, que por su exageración opacaron en buena medida un talento que también le dio para decirle a Jimmy Page cómo tenía que llamarse su grupo: Led Zeppelin.

La bola de «pinball»

La banda que podía haber sido la suya, pero de la que al final solo fue el nombre al sugerir que sería como un «zepelín de plomo» («lead zeppelin»). Alcohol y pastillas, mezcladas sin ningún tipo de control y en cantidades demenciales eran su dieta habitual, la mecha de la vida que se acortaba a gran velocidad en medio de un humor celebrado, histriónico y desaforado. Un colega de juergas descacharrante que pagaba un precio altísimo por las alturas desde las que se se despeñó definitiva y completamente hinchado (a punto de explotar como Elvis) el día que se tomó más de 30 pastillas de un medicamento para superar el síndrome de abstinencia del que solo tenía que tomar 3 como máximo al día.

Fue Keith Moon, maestro de percusionistas, que pasó su vida rebotando entre platillos y tambores, golpeándose contra las paredes y contra toda clase de resortes, la bola de «pinball» que acabó, después de 32 frenéticos años, metiéndose en su propio agujero.