Karel Mark Chichon, director de orquesta: «Hoy se confunde el ser duro con exigente»
El maestro británico, firme partidario de la música española, dirigirá estos días el homenaje que cada año se le rinde al tenor Alfredo Kraus
Nacido en Londres en 1971 y criado en Gibraltar, Karel Mark Chichon estudió en la Royal Academy of Music de la capital británica. Si un día llegara a estallar un conflicto armado entre el Reino Unido y España a propósito del Peñón, le costaría tomar partido. Por más que su familia sea de allí y él se mueva habitualmente por el mundo con pasaporte de su país, en el fondo de su corazón late un profundo sentimiento español. Su amor hacia lo ibérico no ha hecho más que aumentar estos últimos años durante su paso por la Filarmónica de Gran Canaria, como en las largas temporadas en Benalmádena, donde posee una casa desde la que siempre que puede se asoma a los principales eventos taurinos y disfruta del mar y sus delicias andaluzas.
En los programas de sus conciertos por Centroeuropa no sólo ha logrado imponer algunas de las páginas más célebres de compositores españoles, con una predilección acusada por los autores de zarzuelas, si no también varios de los estupendos arreglos sinfónicos que él mismo ha realizado de populares pasodobles.
Estos días, tras haber hecho debutar a la Filarmónica de Gran Canaria en el Teatro Real de Madrid, cosechando uno de los mayores éxitos con Luisa Fernanda, Chichon se hará cargo del concierto que cada año realiza la fundación Alfredo Kraus para conmemorar su nacimiento, el 24 de noviembre.
–¿Cómo surgió esa pasión por la música española en alguien formado en la venerable Royal Academy of Music?
–No siempre se puede explicar en palabras porqué se siente pasión por algo. Yo lo que sí puedo decir es que soy una persona con pasaporte británico y letón, pero con un alma que ama la vida y la gente de este país. España es de su gente y de vivir la vida, en vez de trabajar para vivir. Y yo no soy alguien que haga las cosas por obligación, cada vez menos, si las hago es porque las siento, y si me siento defensor de la música española es porque creo con pasión en ella y porque me llena mi propia vida incluso fuera de los escenarios.
España es de su gente y de vivir la vida, en vez de trabajar para vivir
–Visto desde su privilegiada perspectiva, con un pie aquí y allá, ¿somos los españoles demasiado duros, o quizá ignorantes, con nuestros propios compositores?
–Posiblemente sea así. Ha habido ocasiones en las que algunos promotores me han preguntado: «¿Pero por qué programa esta obra de tal compositor español si no es música de primera categoría?». Y mi respuesta siempre es la misma: «¿Quién decide qué es o no música de primera?» Cuando las cosas se hacen bien y se presentan adecuadamente, da igual si estamos en España, Francia o Asia interpretando esa obra, se percibe de la misma manera y con el mismo éxito y calidez por parte del publico. En mi opinión, todo tiene que ver con la forma en que se presenta un proyecto y la ardua preparación anterior, y, por supuesto, la pasión que se pone en ello. A veces creo que los artistas nos guiamos por lo que gusta o no gusta «porque así ha sido toda la vida». Yo, cuando creo en algo, lo hago hasta el ultimo día, digan lo que digan. Así me siento en lo que respecta a la música española.
–Una vez vivido el aún reciente éxito de este primera presentación con la Filarmónica de Gran Canaria en el Teatro Real, ¿qué ha supuesto para su orquesta poder presentarse aquí, en el debut en una zarzuela completa, además, de una gran estrella de la ópera de hoy, como Elina Garança?
–Ha significado un antes y un después para este gran proyecto musical. Es muy difícil para mí decir que la orquesta se encuentra en un gran momento, porque parecería un poco como lanzarme piropos a mí mismo, pero creo que había llegado el momento en que el público de la capital del mundo lírico, en España, escuchase a esta orquesta y, de ese modo, pudiera juzgar el lugar justo que nuestro conjunto ocupa dentro del panorama nacional de la música.
–Su desembarco en Canarias llegó con cierta polémica, pero poco a poco usted ha resultado vencedor frente a todos sus críticos y a quienes intentaron destruir su modelo de orquesta con acusaciones maliciosas… Para dentro de un par de años ya ha anunciado que se irá, pese a los intentos por renovarle. Para usted que le encantan los toros, con el nivel alcanzado en estos momentos, es como si les dijera, y a pesar de todo, «ahí queda eso….»
–Lo dice bien: «¡Ahí queda eso…»! Creo que hay muchas fábulas sobre mi persona –que si soy un dictador, que si soy un «terrorista» para mis músicos y equipo, que no se puede hablar conmigo… – y un largo etcétera de equívocos que para nada se ajustan a la verdad. El que haya trabajado conmigo, especialmente como Director Titular y Artístico, sabe perfectamente lo que soy, y también lo que no soy, pero le aseguro que los resultados que hemos conseguido no se pueden obtener aterrorizando a la gente y despreciando su trabajo. Soy el más fiel defensor de toda mi orquesta y mi personal cercano: si se equivoca alguien, me equivoco yo también y asumo la responsabilidad por todos. Otra cosa es que también tenga claro que en una orquesta no puede haber «favoritos» . Si hay una cosa de la cual estoy orgulloso por encima de todo, en Las Palmas, es que me he encontrado con una orquesta que cree en mí y yo en ellos y hay una conexión tan especial entre nosotros que por mucho que hayan intentado romperla, lo que ha prevalecido son los resultados artísticos de nuestro trabajo en común. Eso es lo que el publico percibe y apoya.
Los resultados que hemos conseguido no se pueden obtener aterrorizando a la gente y despreciando su trabajo
–Bodizar Maljkovic, el legendario entrenador de baloncesto, afirmó recientemente que «antes, si un entrenador le decía a un jugador que debía trabajar duro, todos lo querían. Hoy no lo quiere nadie. Los tiempos han cambiado». El máximo nivel profesional, también artístico, no se alcanza siempre con buenos deseos o palabras floridas…
–Creo que mi relación con los músicos es inmejorable. No digo que siempre me amen con locura (risas), pero ellos saben que les tengo mucho cariño. El otro día me ocurrió una situación curiosa con un integrante del grupo de metales, en la cual me desesperé un poco por ciertas notas que tocó muy fuerte y, a mi parecer, fuera de lugar en la música que se ensayaba en ese momento. En la pausa hablé con él y me disculpé por si había dado la impresión de ser brusco, ya que no era mi intención. Y él me respondió «No se preocupe, maestro, nosotros forzamos los límites para ver hasta dónde lo podemos llevar a usted…». Eso lo dice todo, creo yo. Pienso que vivimos en una sociedad en la cual se confunde el ser duro con ser exigente. Le puedo asegurar que si no exigiera me criticarían por blando. Pero también es verdad que no soy un director que siempre cae «en gracia», porque creo que lo interesante en la vida es cuando las cosas se intentan hacer bien más allá de los obstáculos, es decir, intentar superarse.
Vivimos en una sociedad en la cual se confunde el ser duro con ser exigente
–La fragilidad goza hoy de un prestigio antes desconocido, en cierto modo podría decirse que hasta se promueve…
–A mi modo de ver, en estos momentos vivimos en una sociedad en la cual existen todo tipo de límites acerca de lo que uno puede decir, hacer, etc. La música no debería tenerlos, pero al final nos imponen tantas reglas que lo que lo que impera por encima de todo es «lo correcto». A veces me pregunto cómo se puede pretender interpretar cierta música procurando ir más allá de los límites, cuando estos ya se imponen antes de empezar. Cuando yo era pequeño, tenía una profesora de piano que me daba fuerte con la regla, en mis dedos, cuando me equivocaba. Ella me enseñó el significado de la disciplina y le estaré siempre enormemente agradecido. Nunca acabé en el hospital con dedos rotos ni nada parecido, pero a cambio desarrollé una fortaleza mental que me ha hecho posible afrontar muchos retos en mi vida, no solo en mi carrera. También otros profesores me dijeron cosas duras que no me apetecía escuchar, pero gracias a ellos pude superarme. En mi opinión, nos dicen que ahora la sociedad es más libre, pero yo creo que es todo lo contrario: existen más restricciones que nunca y todo el mundo, especialmente los altos cargos, piensan mucho (a veces demasiado) antes de decir cualquier cosa. Como ser humano, creo que la libertad no consiste en eso.
Ella me enseñó el significado de la disciplina y le estaré siempre enormemente agradecido
–Trabajó algunos años en la orquesta del legendario Stanislav Scrowacewszky, quizá el último gran intérprete de las sinfonías de Bruckner… ¿cómo recuerda a aquel maestro y su trabajo con su orquesta?
–Sí, fui Director Titular y Artístico de la Orquesta de la Radio Saarbrucken y el maestro Scrowacewszky era nuestro Director Emérito. Lamentablemente nunca pude conocerlo en persona, pero dediqué mucho tiempo a aprender de los músicos qué era lo que lo hacía tan especial. Por encima de cualquier otra cosa, para él la música era todo menos «show». Era un músico único, de los últimos con ese tipo de personalidad, y me siento honrado de haber formado parte de ese equipo musical en un período muy especial para la orquesta.
–A veces, desde Madrid, se tiende a despreciar, muchas veces por mero desconocimiento, el soberbio trabajo que realizan agrupaciones musicales de la denominada «periferia». ¿Hay vida más allá de los grandes teatros y las primeras orquestas?
–Eso depende fundamentalmente de lo que busques en tu vida como artista. ¿Quién decide qué es un gran teatro o una orquesta de primera? ¿Eso cómo se califica?
–Suele pesar mucho la tradición, quizá, asociada a conjuntos e instituciones históricas…
–Conozco a muchos directores que necesitan poder decir que cada semana actúan en Viena, Berlín, Londres, Nueva York, … pero, como alguien que también ha dirigido en esas ciudades, todos sabemos que eso conlleva ciertos sacrificios que, al final, nunca redundan en beneficio de la música, si no más todo lo contrario. Hay colegas que aceptan dirigir una función en un teatro de ópera «importante», pero bastante por debajo de un nivel aceptable, y luego duermen bien.
–Porque lo que suele importar en esos casos, la mayoría de las veces, es el «prestigio», no los resultados artísticos, que a veces se dan falsamente por descontado…
–El problema es que el público normalmente cree que en un teatro célebre siempre hay buenas funciones, cuando la realidad es otra muy distinta. Yo diría que de 60 funciones, 40 están muy por debajo de lo que se consideraría «profesionalmente aceptable». Pertenezco al grupo de directores que después de una mala función no duermen en toda la noche. En esos momentos me siento como si hubiese vendido mi alma a cambio de un cierto estatus. Puedo asegurar, con la mano en el corazón, que lo que he vivido en Las Palmas no habría sido posible en una «primera» orquesta, porque al final hemos conseguido hacer cosas tan bonitas y singulares que en ciertos conjuntos «grandes» hubiese resultado imposible.
El público normalmente cree que en un teatro célebre siempre hay buenas funciones, cuando la realidad es otra muy distinta.
–¿Por qué?
–De entrada, porque en muchas de estas orquestas creen saberlo ya todo, que son capaces de tocar siempre al mismo nivel sin importar lo que pueda llegar a aportarles un director nuevo. La música no son notas correctamente ejecutadas, la música son emociones y sentimientos. La OFGC y yo a veces hemos tocado el cielo en un concierto, y eso jamás lo olvidaré, porque con este conjunto lo imposible se convierte en posible. Y solo eso, a mi modo de ver, es lo que significa ser una orquesta de primera.
–¿Qué nuevos proyectos le aguardan ahora?
–Después de la pandemia me ha resultado difícil determinar qué camino me planteo seguir, en qué teatros de ópera me gustaría continuar dirigiendo y también con qué orquestas desearía poder trabajar. Siempre he sentido curiosidad por colaborar con conjuntos a los que no conozco, pero es verdad que después de la pandemia me he distanciado a propósito de ese mundo para meditar qué dirección quiero seguir en el futuro. Una vez tomadas ciertas decisiones, puedo decir que a partir de 2025 empezaré a moverme de nuevo en ciertos teatros de ópera en los que siento que las cosas se hacen con el mismo espíritu con el cual yo me identifico, como el Metropolitan de Nueva York, a donde volveré de forma más regular a partir de la temporada 2025-26; la Ópera Estatal de Baviera en Múnich, la Staatsoper de Berlín…
–Y en España, ¿no?
–En el el Teatro Real madrileño dirigiré una nueva producción la próxima temporada. También trabajaré con varias orquestas en Europa y EEUU que no conozco, entre la cuales hemos empezado a «chequearnos» mutuamente de cara al futuro próximo. Yo no soy de tomarme esta carrera con prisas: lo importante es hacer las cosas bien y sentirse orgulloso de lo que uno hace. Ese es el secreto de mi felicidad artística.