Viva Suecia, «el milagro» del rock español: «Para subir al escenario, hay que defender lo que uno canta, hay que creérselo»
El grupo Viva Suecia, originario de Murcia, cierra un año redondo con premios y números uno en las listas de música gracias a El amor de la clase que sea y coronados como los reyes de los festivales
Rafa Val (voz), Jess Fabric (bajo), Fernando Campillo (batería) y Alberto Cantúa (guitarra) han superado un momento difícil a través del trabajo y, por supuesto, la música. La banda murciana Viva Suecia se acaba de hacer con su primer disco de oro, fiel a un estilo que algunos podrían seguir considerando indie dada su influencia del noise, el rock noventero y el pop británico. Pero ellos defienden, con hechos y palabras, que son roqueros.
Con la publicación de su cuarto disco, El amor de la clase que sea, cuya gira llegará a su fin con su primer WiZink en marzo de 2024, los de Murcia lograban superar el hito de El Milagro, un álbum redondo que sin embargo no llegó a su apogeo debido a la aparición de la pandemia.
Su último trabajo incluye once canciones que representan todo el apoyo que dicen haber recibido «en estos dos años terribles»: «La gira de nuestro disco más exitoso se interrumpió, nos quedamos sin trabajo, salimos de la discográfica anterior y nuestros amigos, familia, el público y la música nos sacaron de un lugar oscuro; fue de diferentes maneras, pero el punto común fue uno: el amor, de la clase que sea».
Tras su concierto con Cómplices Vibra Mahou, la gira de conciertos creada por Vibra Mahou, la plataforma de música de Mahou Cinco Estrellas que genera encuentros en torno al directo, hablamos de sus nuevos ritmos bailables, del momento que vive la música de nuestro país, de la diferencia entre indie y rock y de mantener los pies en el suelo a pesar de escalar puestos en las listas de ventas y colgar el cartel de sold out en conciertos y festivales.
–Se juntaron un 25 de diciembre de 2013 y de una noche de fiesta surgió Viva Suecia. ¿Cómo se sienten diez años después?
–Es extraño porque en este tipo de casos, cuando convives tanto tiempo y compartes tantas experiencias y emociones con la gente, parece que las relaciones tienden a gastarse. En nuestro casi ha sido al contrario: la relación entre nosotros es más fuerte de lo que era aquel día. Podemos presumir de ser como hermanos.
–¿Una banda tiene siempre algo de fraternidad?
–Desde luego. Es primordial la relación, no solo entre nosotros, sino con el staff. En todo el equipo se respira un gran respeto, aliñado con mucho sentido del humor.
–Entonces su objetivo era «hacer canciones y pasarlo bien». ¿Siguen en el mismo camino?
–Eso intentamos. Por fuerza, hay una parte que es empresarial, igual que hay una parte de diseño, de videoclips… La verdad es que no estábamos preparados, pero es parte de nuestro trabajo. Nos siguen moviendo las canciones, la creación de canciones bonitas, que conmuevan, que transmitan emociones. Eso será siempre lo primero.
–¿Es difícil encontrar el equilibrio entre gustar al público y hacer lo que uno quiere?
–Mentiríamos si dijéramos que no. No es que nos esforcemos, es que somos incapaces de sacar canciones con las que no nos sintamos identificados. Las canciones que terminamos son las que llegan a los álbumes. Las que no tienen ese «algo», ni las terminamos; las dejamos a la mitad, las retomamos tiempo después por si había algo que había pasado desapercibido, pero en general no suelen pasar nuestro corte. Para subir al escenario, hay que defender lo que uno canta, hay que creérselo.
No es que nos esforcemos, es que somos incapaces de sacar canciones con las que no nos sintamos identificados
–¿Hay alguna de esas canciones desechadas que luego hayan acabado en el disco siguiente?
–La verdad es que durante las sesiones de grabación del disco anterior, El Milagro, en el estudio había un piano de cola y nos dio por juguetear con él. Lo registramos en una canción precaria, y ahora es el piano que suena en la canción Gracias, del disco El amor de la clase que sea. No fue un descarte como tal, pero estuve jugando con el riff de piano, y decidimos terminarla. Estamos muy orgullosos de cómo ha quedado.
–Estar donde están se lo deben a lo que hicieron hace diez años, pero también ayer, como quien dice. ¿Se trata de entregarse por completo en cada paso?
–Para nosotros, las decisiones son la clave. Somos muy pesados con eso, pero nos gusta detenernos en cada cosa, sobre todo en las importantes, e intentar tomar la decisión correcta. En lo creativo y musical es necesario. Hemos descubierto con 35 años que nos encanta Bruce Springsteen, así que nuestras canciones van a ir por ahí. Y si tiene que venir un saxofonista al grupo, pues vendrá. Aunque Jess escucha detenidamente los discos de Bad Bunny y sigue de cerca su carrera; no sería sano que todos escucháramos lo mismo... nuestros discos serían aburridos. Meditamos nuestras decisiones, y avanzamos con ellas.
–En el documental de David Bowie le preguntan por la trilogía berlinesa, por qué decide cambiar el tipo de música que hace si «funciona». ¿Es una decisión siempre?
–De repente hace el disco Low, y le preguntan en una entrevista: «Con la carrera que llevabas, ¿por qué la quieres joder? ¿Por qué te vas a Berlín y haces un disco en el que la mitad de las canciones es instrumental? ¿Es que no quieres ganar dinero?». Diez años después hace Let’s Dance, que es un hit mundial, y entonces le dicen: «¡¿Por qué te has vuelto tan comercial?! ¡¿Tanto dinero quieres ganar?!». Representa el momento de la música. A nosotros nos ha pasado con los dos últimos discos; la gente nos ha acusado de una cosa y de la contraria. Cuando una banda va creciendo, los cambios son más llamativos: no es lo mismo que te ponga a parir uno que setecientos. Por el camino hemos perdido gente... pero hemos ganado mucho más.
Hemos descubierto con 35 años que nos encanta Bruce Springsteen, así que nuestras canciones van a ir por ahí
–¿Cómo sienten que han evolucionado sus raíces roqueras y folklóricas? Sin entrar en la eterna disputa del indie...
–Como oyentes, porque también estamos en el lado del oyente, no entendemos una cosa muy simple: nos gusta ACDC, pero ahora no los escuchamos. Como oyentes cambiamos, cambia lo que escuchamos... pues como músicos también. El músico también cambia. Si tú has dejado de escuchar unas bandas, nosotros queremos hacer otras cosas también, cambian nuestras influencias... Lo único que podemos hacer como músicos es hacer las canciones que queramos hacer. No vamos a contentar a unos y a otros; tenemos que seguir nuestros instintos.
–Es lo que le echan en cara a artistas como Rosalía...
–Exacto. Ella es catalana, y acaba de hacer un disco que fusiona y mezcla muchas cosas, y que muchos no entienden. Te puede chocar, pero no puedes no valorar lo que ella ha hecho, su necesidad de cambio, la visión que proyecta, lo que es Rosalía como artista. Una cosa es que no todo el mundo entre en su mood melómano, pero ¿darle palos? ¡Nadie te obliga a escucharla!
Lo único que podemos hacer como músicos es hacer las canciones que queramos hacer
–Volviendo a Viva Suecia, la última vez que hablamos me decían que tenían miedo a cargarse algo que funciona «por ser unos flipados». ¿Hacer un David Bowie?
–Muchas veces tenemos ese miedo. Si le damos más vueltas, se convierte en un ejercicio de onanismo, y acabamos desarrollando una cosa que no tiene ni pies ni cabeza. Con el tiempo y con perspectiva nos damos cuenta de dónde nos hemos «flipado de más» o dónde teníamos que haber parado. Pero necesitas tiempo para coger distancia.
–¿Qué piensan del momento que vive la música en español?
–Estamos contentísimos. Tuvimos un momento de preocupación en los últimos años porque estaba desapareciendo las bandas, y nosotros creemos mucho en el formato. Nos encantan las Ginebras, Arde Bogotá, Veintiuno... Vuelve a haber un auge de bandas, volvemos a escuchar guitarras… No toda la música tiene que ser la música que nos gusta a nosotros, pero nos hace felices.
–Viva Suecia, siendo un grupo de rock, ¿cómo afronta la caída del pedestal del mundo anglosajón? ¿Escuchan rock en español?
–Escuchamos de todo: Ángel Stanich, Repion, Iván Ferreiro, McEnroe y Ricardo Lezón (en nuestra época con la discográfica Subterfuge coincidimos mucho, y somos muy fans). Como con el auge de las bandas, que la música en español triunfe es una gran noticia, especialmente para nosotros, que además cantamos en español.
–¿Cómo es para ustedes, grandes músicos de salas, participar en un circuito como el de Vibra Mahou?
–Fue muy bonito. Hacía mucho que no hacíamos un concierto de esas características, semiacústico, adaptando temas, escuchando a la gente cantar... Fue un regalo. Cuando haces un concierto más grande pierdes eso, notar que la gente está cantando todo el tiempo todo. El cliché es cierto: ver la cara de la gente y percibir su emoción es de otro mundo, y volvimos a revivir eso. Más pronto que tarde haremos una gira de esas características...
–Acaban de terminar la gira de salas de este disco, con todo vendido con meses de antelación. ¿Cuándo se siente uno más nervioso, cuando va a dar un concierto y no sabe si va a venir alguien o cuando sabe que está todo vendido?
–Llevamos nerviosos toda la vida... Pensamos en las grandes citas todos los días, como el concierto del Wizink (el 2 de marzo), y más aún desde que sabemos que se ha aogtado. Son 15.000 personas que han comprado entradas para un concierto seis meses antes de que se produzca, han reservado hoteles, han pedido días libres en el trabajo… Son muchas cosas, y es mucha responsabilidad.
–El amor de la clase que sea ha sido una declaración de intenciones: una apuesta clara por el amor. Aunque no siempre es lo que más vende...
–Precisamente es lo que queremos reivindicar. Hay muchas palabras para los que escribimos que parece que han perdido su significado; nos fastidia porque son palabras importantes que han perdido su peso, como corazón, amor, te quiero, alma… Han sido utilizadas en tantas canciones y de forma tan libre que han perdido su calado. Por eso queríamos reivindicarlas. Veníamos de una pandemia, nuestra gira más importante (la de El Milagro) se había detenido, pasamos a no tocar, a preguntarnos qué iba a ser de nosotros, las cifras iban muy mal… Y en ese momento, salió a flote lo importante: la gente que nos quiere. Eso es lo que nos salvó de caer en la tristeza. Decidimos cocinar este disco a fuego lento, así que no se podía llamar de otra manera.
–¿Seguirá Viva Suecia emocionando a sus seguidores muchos años?
–Tenemos muchísimos proyectos en el horizonte, porque nos gusta mucho nuestra profesión. Estamos componiendo, y tenemos otros proyectos; acabamos de lanzar Hablar de nada con Valeria Castro, y estamos felices. Es bonito porque cuando la gente respalda lo que haces te da cierta seguridad para seguir trabajando.