El milagro de Pearl Jam no pierde su tono en tiempos de sintética y reguetón
Dark Matter, su nuevo álbum, es puro grunge, esa música prehistórica en pleno XXI, una maravilla de inspiración construida sobre los pilares inamovibles de los de Seattle
Scared Of Fear es el miedo a lo incierto. Es la incertidumbre. También es una de las nuevas canciones de Pearl Jam, el monstruo oculto del grunge, vivo en un mundo extraño como aquel Lanzarote renacido y aparecido de repente para luchar por su Rey Arturo, ya ancianos ambos, después de décadas, y contra el ejército de brujería de Morgana y su hijo Mordred en Excálibur, la película de John Boorman.
El caudal de Eddie Vedder
Está Pearl Jam completo en Scared Of Fire. Quizá sea atrevido decir que cabría en Ten, su primera y mayor obra, pero no tanto en las sucesivas. Los milagros de la tecnología (no artificial) permiten que el poderoso caudal de Eddie Vedder resuene como cuando se quitó la gorra en aquel memorable Unplugged de la MTV, cosa que no sucede tanto (tampoco tan poco) en sus directos más actuales, donde sigue estando el espíritu y algo más del antigua surfista de San Diego.
No decae el álbum con React, Respond. Desde luego que reaccionan, y responden. Tradición «pearljamniana» absoluta, ecos de Corduroy, y luego una suavidad muy Daughter, pero, esta vez sí, más convencional, no peor, ni mucho menos, ¿menos «chispa»? Quizá, pero quizá no. Tres canciones sobresalientes en los cambios de ambiente habituales. Sigue habiendo, grandiosa señal, varias canciones en una en los de Seattle.
La música intacta
En Dark Matter todo continúa igual, sin bajadas de presión. En la imaginación Eddie Vedder le da vueltas a sus guedejas casi adolescentes justo antes de lanzarse al público, mientras resuena el riff rockero que no le gustaba a Kurt Cobain y Eddie canta llevado en volandas por un público que ya no existe. En Won't Tell se suavizan con madurez en la melodía contundente y cambiante y en la suerte de degradado característico del timbre majestuoso del líder, donde van cosidas melodías ocultas.
No está Jeremy, pero sí Stevie, al que le cantan que puede ser amado, justo antes de llegar Running en los mismísimos 90, tremendo ritmo, imprevisible, locura de espíritu adolescente de los 90 en sesentones heroicos, que continúan realizando hazañas de alternancia: un disco como un mensaje-circuito de baño de agua templada, helada y caliente.
El milagro
A uno le duele el recuerdo como el agua fría, le calma el calor de los viejos tiempos (que son nuevos) adheridos a todos los detalles: los coros, los gemidos o las melodías y le devuelve al presente la templanza de Pearl Jam, el tono, que después de más de 30 años de carrera no se ha desviado ni un milímetro: un milagro de trayectoria y de música frente a la mayoría de bárbaros gañidos sintéticos del presente.