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Ricardo Franco
Noches del Sacromonte

El Himno a la Alegría que sirve para tararear o para levantar a cualquier tirano

La Oda a la alegría puede ser una de las tonadas más reconocibles por cualquier persona que no haya vivido estos dos últimos siglos encerrado en su propia mismidad, que de todo hay en el mundo

Madrid Actualizada 04:30

Ludwig van Beethoven.

La Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven, con su Oda a la alegría, puede ser una de las tonadas más reconocibles por cualquier persona que no haya vivido estos dos últimos siglos encerrado en su propia mismidad, que de todo hay en el mundo.

La pieza, considerada novedosa en su época, contiene la musicalización del poema del mismo nombre escrito en 1785 por Friedrich Schiller, y resalta la fraternidad y la comunión entre los hombres.

Beethoven

La oda, que es parte del cuarto movimiento de la «Novena», es el momento más reconocido por el público, tanto que su capacidad para hacer brotar la emoción en el corazón de la audiencia ha hecho de ella una melodía utilizada por todo tipo de grupos y movimientos ideológicos para vender su producto y enardecer a a las masas. La tonada se ha incorporado en anuncios publicitarios publicidad y se ha convertido en una música genérica que tarareamos en cualquier ocasión, para gloria del mismo Miguel Ríos y hasta hacer olvidar a su autor, en el sentido en el que los Machado afirmaban que una obra era verdaderamente buena cuando se diluía en el acervo popular de un pueblo.

De la alegría a la tiranía

La obra tiene tal plasticidad y una aparente sencillez que la hace ideal para temperamentos muy diferentes y para distintas ideologías. Se usó como himno nacional y actualmente es himno de la Unión Europea, pero también fue acogida como himno de Rodesia, que impuso un régimen de apartheid.

La melodía sirvió para enaltecer la libertad de un pueblo que acababa de tirar abajo el muro de la vergüenza en Berlín (1989). Y por esa época, se escuchó también en las voces de los manifestantes de la plaza de Tiananmen antes de ser aplastados por el metal de los tanques chinos, así como en las protestas contra los abusos de Augusto Pinochet.

La «Oda a la alegría» tiene, por tanto la capacidad de remover los corazones hacia la belleza o hacia la utopía, alcanzando un sentido cuasi ritual, muy bien aprovechado por tiranos de distintos grados y por los luchadores de la libertad; eso que –según don Quijote– «es el don más grande que dieron los cielos».

En este sentido, Hitler es un claro ejemplo de tirano y de fan absoluto de la Novena y de la Oda a la alegría, que hizo que sonara en las Olimpiadas de 1936 para mostrar a todo el mundo la superiroridad de lo ario; en 1937 fue tocada por su cumpleaños ya que, a juicio de Joseph Goebbels, la sinfonía ilustraba con su «combatividad y lucha» la capacidad del Führer de lograr una «victoria triunfante y alegre» y levantar un imperio tiránico y melodiosamente culto.