Muere a los 80 años Françoise Hardy, estrella de la música yeyé, de la moda y de la melancolía
Un cáncer se llevó a la cantante más emblemática del pop lacrimógeno galo, un icono de los años 60 y mucho más allá
La cantante francesa Françoise Hardy murió este martes a los 80 años de edad, según anunció su hijo Thomas Dutronc en redes sociales. Es el adiós de la artista tímida y desencantada por antonomasia que se convirtió en mito en los 60 sin quererlo, casi por imposición natural de su propio talento y personalidad diferentes. Hizo de la melancolía y de la nostalgia su sello personal. El expulsar sus demonios fue su éxito y su terapia. Tous les garçons et les filles, de 1962, fue su consagración instantánea en una carrera que duró tres décadas.
Un año después participó en Eurovisión (por Mónaco, otra especialidad elegante) y fue modelo de grandes diseñadores. La niña acomplejada a quien su familia le decía que era poco atractiva y que vivió una infancia marcada por la vergüenza de sus dificultades económicas. Su padre era un hombre casado con posibilidades económicas que les ayudó muy poco, pero sí le regaló una guitarra a Françoise a los 16 años que ella le pidió. Lo había intentado con el piano, pero no había funcionado.
Fue a la Universidad a estudiar Política, carrera que cambió por el alemán. Por entonces ya actuaba en pequeños locales y lo intentó con las discográficas sin éxito. Fue a una escuela de canto donde la descubrió su directora, Mirelle Hartuch, la primera persona que vio lo que todo el mundo vería pronto. Después de Tous les garçons et les filles se convirtió en la cantante más famosa y exitosa de Francia. No mucho después saltó a la fama internacional, incluso al otro lado del Atlántico.
En los 70 su melancolía se atenuó con el abandono de la discográfica Disques Vogue y su firma con Sonopresse, que le dio gran libertad creativa y menores éxitos de ventas, pero avanzada la década regresó a los primeros puestos de las listas, a pesar de preocuparse únicamente de la música que quería hacer, más allá de que se vendiera. Hardy fue indomable en su fragilidad, una fragilidad que fue la esencia de su éxito. Una característica que fue pulida por sus representantes para convertirla en un símbolo que causó fascinación en muchos más ámbitos que el de la música.
En los últimos años superó un cáncer linfático con su fortaleza real y más adelante pidió la eutanasia al presidente Macron debido a otras reproducciones de la enfermedad que al final terminaron con su vida. Una vida de la que fue huyendo, sin suerte en el amor, escapando a sus distintos encasillamientos como el de la joven cercana a la alta sociedad que la había rechazado cuando nadie la conocía y era una niña sin padre que solo quería tocar la guitarra para que todo eso desapareciera mientras componía canciones lánguidas que eran ella misma.