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El cantante Enrique Bunbury durante el concierto que ha ofrecido este sábado en el estadio de La Romareda, en Zaragoza. EFE/Javier Cebollada

El cantante Enrique Bunbury durante el concierto que ha ofrecido este sábado en el estadio de La Romareda, en ZaragozaEFE

Bunbury dinamita La Romareda dos días antes de su demolición

El zaragozano toca en su tierra el último concierto de la mini gira de ‘shows únicos’ ante cerca de 30.000 espectadores que vibraron con sus canciones en el viejo estadio

Enrique Bunbury confesó que era «todo un honor» ofrecer el último concierto que viviría La Romareda justo antes de que el próximo lunes entren las máquinas a tirar el viejo estadio para construir uno nuevo. También era importante hacerlo en su ciudad natal, en la que aún continua habiendo opiniones encontradas sobre el músico: o se le quiere o todo lo contrario. Algunos fans siguen sin olvidar la ruptura con Héroes del Silencio, lo mismo que Bunbury no olvida su pasado y los Héroes estuvieron presentes en dos canciones, Entre dos tierras y Maldito duende, dentro de un repertorio muy medido y que prácticamente ha sido el mismo a lo largo de los once conciertos de una mini gira que podría no haberse celebrado nunca.

Porque como el propio Enrique reconocía sobre el escenario, y después cantó en Desaparecer, él pensó que los problemas de salud que arrastraba –hasta descubrir la causa en el glicol del humo en los conciertos– lo alejarían definitivamente del público y de la música en directo. Así que este y los diez conciertos precedentes han sido un regalo para los fans y para él mismo. Fans, sobre todo de Sudamérica, que acampaban un día antes del show en los aledaños de La Romareda y que estoicamente soportaron el chaparrón del viernes por la noche, lo que no era buen augurio para este sábado, desde luego. Todas las previsiones anunciaban tormenta y afortunadamente esta no llegó. Sí lo hizo un viento que tuvo a los músicos un tanto incómodos sobre el escenario.

En el mismo apareció el cantante tras la breve introducción de Los términos de mi rendición , con el uniforme de los grandes momentos, vestido de negro, gafas de sol y pañuelo rojo al cuello, para abrir con Nuestros mundos no obedecen a tus mapas, unos de los temas del Greta Garbo, álbum que sí ha podido defender en directo aunque haya sido solo con una pequeña gira. Le seguirían Cuna de Caín, Despierta y Hombre de acción, para bajar un poco el ritmo con El rescate y llegar después a una versión casi funky de Cualquiera en su sano juicio (se habría vuelto loco por ti), uno de esos detalles que se agradecen y que recuerdan que las canciones siguen vivas y en evolución para sus creadores.

Invulnerables, Más alto que nosotros el cielo, Que tengas suertecita y Alaska, mantuvieron al público en ese movimiento de vaivenes tan propio de Bunbury pero que cuando están ejecutados con una banda como la de Los Santos Inocentes acaban siendo una estupenda continuidad. Y así siguió la cosa con El extranjero, canción ya mítica arropada por un fantástico juego de luces y que la gente celebró con ganas; Desaparecer, balada nueva pero coreada por el público como si fuera un viejo éxito, para subir de nuevo el pulso con La actitud correcta y Apuesta por el rock’n’roll con la que Bunbury coge la guitarra y se coloca uno de sus sombreros que ya no se quitaría hasta el final. Una transición iconográfica desde las gafas de sol hasta el vaquero rockero, previo abandono de capas textiles, que Bunbury también maneja con maestría.

Enrique Bunbury, en La Romareda. EFE/Javier Cebollada

Enrique Bunbury, en La RomaredaEFE

Siguieron Porque las cosas cambian y De todo el mundo, canciones imprescindibles también y que crecen en todas las giras, con cada versión en directo. Pero la explosión llegaría con Entre dos tierras, con Héroes, en definitiva. Hasta la batería de Ramón Gacias sonaba con más potencia en una versión vestida de luces rojas y con un Bunbury en plena ebullición. El estadio fue un rugido. Ya entregados, los aires cabareteros de , con boa de plumas incluida, se disfrutaron más y los animados esqueletos músicos de la pantalla gigante dieron paso a una galaxia turquesa para Lady Blue, final del concierto antes del bis, y que corearon 30.000 almas entregadas al astronauta maño.

No hubo sorpresas

Llegaría un bis cargado de baladas y medios tiempos, con una nueva incursión en el territorio del pasado con Maldito duende, tras Parecemos tontos e Infinito. Muchos seguidores albergaban la esperanza de ver aparecer a alguno de los Héroes como artista invitado. No solo porque es Zaragoza, sino porque la ‘radio macuto’ que son ahora las redes sociales se había encargado de alimentar esa posibilidad durante las jornadas previas al concierto. No fue así. Con La Constante, esa jura de lealtad al amor verdadero y Al final llegaría la despedida definitiva, con fuegos artificiales, para un concierto que ya se ha convertido en histórico para la ciudad de Zaragoza y que «cierra una puerta para abrir otras», como dijo un Bunbury agradecido por la nueva oportunidad que se ha encontrado en su carrera, con un público fiel y apasionado que ha llenado un estadio con el mismo calor de las grandes noches de fútbol. Y que a la salida ya se llevaba trozos de césped y algún que otro asiento como souvenir de la vieja Romareda.

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