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Leyendas del rockMiguel Pérez Pichel

La noche en que Jim Morrison casi destruye a The Doors por culpa del complejo de Edipo

Aún no habían sacado su primer disco cuando The Doors quedó al borde de la desaparición en 1966 por culpa de un incidente de su vocalista mientras cantaba The End

Jim Morrison, vocalista de The Doors, poeta malogrado y juguete roto del rock n'rollGTRES

Estrella absoluta del rock, poeta infravalorado que se creía (o deseaba ser) una reencarnación de Arthur Rimbaud, artista maldito, chamán, alcohólico y drogadicto.

Jim Morrison, el «Rey Lagarto», vivió la mayor parte de su vida su particular «temporada en el infierno» y terminó sucumbiendo a él la fatídica noche del 3 de julio de 1971 en París en circunstancias aún no del todo aclaradas.

El vocalista y líder del grupo californiano de rock psicodélico The Doors se unió al Club de los 27 –formado por artistas muertos a los 27 años, entre los que también están el Rolling Stone Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin o Kurt Cobain– después de que se le para el corazón, según la lacónica acta de defunción que no hizo más que aumentar las especulaciones.

Fue su novia, Pamela Courson, la que encontró su cuerpo en la bañera del piso que compartían en el barrio parisino de Le Marais.

Su tumba en el cementerio del Père Lachaise de la capital francesa se ha convertido, desde entonces, en un destino de peregrinación para amantes del rock y de la música de The Doors.

Adicto a las sustancias psicotrópicas (principalmente al peyote, al LSD y al cannabis), Jim Morrison tuvo una vida marcada por una búsqueda constante de su identidad que le llevó a obsesionarse por el chamanismo y las religiones orientales.

Fascinado por la poesía, tenía como referentes a los escritores de la generación beat (Jack Kerouac, Allen Ginsberg) y, sobre todo, a los simbolistas franceses, en particular a Arthur Rimbaud.

Junto con Ray Manzarek formaría el grupo The Doors durante una velada envuelta en la leyenda sobre la arena de Venice Beach. El grupo quedaría completo con la incorporación del guitarrista Robby Krieger y el batería John Densmore.

The Doors era un grupo de rock con unas inquietudes muy particulares relacionadas con la psicodelia y las experiencias con las drogas de diseño.

The Doors al completoGTRES

Su mismo nombre, The Doors, lo tomaron del ensayo sobre las drogas alucinógenas firmado por Aldous Huxley, Las puertas de la percepción.

Huxley, a su vez, tomó el título de su obra de un célebre poema de William Blake: «Si las puertas de la percepción se depuraran, todo se presentaría ante el hombre tal cual es: infinito».

Esa búsqueda del infinito era el objetivo en la vida de Jim Morrison y la razón de ser de la existencia del grupo The Doors, para lo cual estaban decididos a abrir esas «puertas de la percepción».

The End

Según el mito griego, el Rey de Tebas, Edipo, abandonado de niño y por lo tanto desconocedor de la identidad de sus padres, mata a su padre y se casa con su madre. Cuando descubre la verdad, termina cegándose y autoexiliándose, mientras que su madre se suicida.

A partir del mito, Sigmund Freud desarrolló la teoría del complejo de Edipo, que implicaría en quien lo padece una tendencia parricida inconsciente y un enamoramiento igualmente inconsciente de la madre.

El tema del complejo de Edipo se encuentra en el centro de la canción más emblemática de The Doors, The End.

La canción se compuso en 1966 tras una serie de sesiones de estudio lisérgicas en las que Jim Morrison obligó a grabar una y otra vez la canción, descontento con el resultado.

Cada vez que grababan, Morrison improvisaba una nueva letra. Finalmente, lograron grabar la versión definitiva de la canción con el estudio totalmente a oscuras únicamente iluminado con una vela y un Jim Morrison en aparente trance que nadie se atrevía a interrumpir.

Jim Morrison, el «Rey Lagarto», siempre fiel a sus demoniosGTRES

The End ocupa casi 12 minutos de la última pista del primer álbum de The Doors publicado en 1967. La letra es una completa locura incomprensible repleta del nihilismo y el existencialismo más pesimista.

Una letra salida de los demonios interiores de Jim Morrison que, a medida que avanza, no hace más que deslizarse por una pendiente de malditismo hasta llegar a los versos de la perdición: «¿Padre? Sí, hijo. Quiero matarte. ¿Madre?: Quiero…».

En ese punto exacto, Jim Morrison solía omitir lo que venía a continuación y lo sustituía por un alarido. Así figura en el disco.

Sin embargo, durante un concierto en el club Whisky a Go Go de Los Ángeles en 1966, Morrison decidió pronunciar la letra entera a gritos, en un catártico arrebato de violenta creatividad que le valió a él y a su grupo la expulsión del local de por vida y, de propina, les abrió las puertas –imagen más que oportuna– del éxito.

En el momento en el que, ante el asombro de sus compañeros del grupo, Morrison gritó «¡Mother, I want to fu…k you!», estaba entre un público fuera de sí Paul A. Rothchild, propietario de Elektra Records.

Rothchild no dudó en rescatar a unos Doors arrojados a las calles de la dura Los Ángeles y ofrecerles un contrato para grabar un disco con The End y sus otras canciones.

Tras su salida en disco, The End se convirtió en un mito del rock. Francis Ford Coppola emplearía una versión reducida –y acompañada del ruido de los rotores de los helicópteros Huey– en su particular visión psicodélica de la guerra de Vietnam, Apocalypse Now, adaptación, a su vez, de otro exceso nihilista como es la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas.

Morrison, que pasaría sus últimos meses de vida escribiendo poesía para cumplir su sueño de ser un nuevo Rimbaud, moriría, como dice su epitafio en griego, fiel a sus demonios. «Until the end», parafraseando otro de los grandes temas de The Doors, When the music’s over. Hasta el final.