Philippe Jaroussky aspira a seguir deteniendo el tiempo, ahora con Schubert
El aclamado ídolo francés entre los contratenores actuales se presenta este lunes en un nuevo ciclo madrileño, en el Auditorio Nacional, mientras hoy mismo estrena nuevo disco consagrado a uno de los máximos exponentes del romanticismo musical
Pese a los malos augurios de los recientes estudios sobre hábitos culturales entre los españoles, que evidencian un cierto retroceso de las artes escénicas y la música, Madrid parece dispuesta a capear heroicamente cualquier temporal y resistir tozuda como una suerte de solitario oasis en el que cada día florecieran nuevas propuestas y posibilidades. El Auditorio Nacional, el edificio del arquitecto García de Paredes (cuyo centenario se ha conmemorado recientemente), funciona bien engrasado, y aún lozano, como ese gran bazar para los melómanos de la capital en el que prácticamente cada día de la semana puede asistirse casi a un acontecimiento.
Jaroussky es el contratenor más aclamado de las últimas décadas
La última ambrosía acaba de surgir en forma de ciclo inédito. Lleva el sello de Impacta, la sugestiva marca que han creado dos conocidos agentes musicales, los pioneros Enrique Subiela y Enrique Rubio, ahora metidos también a promotores con un catálogo de lo más apetecible. Ellos mismos presentan estos días a los artistas que antaño ofrecían a los programadores, estrellas como la soprano Sonya Yoncheva, el director William Christie, los pianistas Yuya Wang, Lang Lang y Arcadi Volodos o la Orquesta Barroca de Friburgo. De todo habrá hasta la próxima primavera.
Un artista más maduro, en busca de nuevos retos
Después del auspicioso inicio de temporada, la semana anterior, con una interesante versión de Dido y Eneas de Purcell y el máximo reclamo de la búlgara Yoncheva en el rol de la desgraciada reina de Cartago, la actividad se reemprende el próximo lunes (19.30 h.) al propiciar el regreso de uno de los cantantes preferidos de ese amplio sector que siente especial devoción hacia la música barroca. Vuelve Philippe Jaroussky, el contratenor más aclamado de las últimas décadas, un chamán capaz de obrar ese prodigio de detener el tiempo, al menos durante su mejor época, cuando se convirtió en uno de los principales artífices de la resurrección de Antonio Vivaldi (que mucho más allá de sus celebérrimas y un poco sobadas Cuatro estaciones propició un buen número de óperas deliciosas, junto a otras piezas estupendas para la voz humana como su Stabat mater).
El hoy Caballero de las Artes y las Letras, por el gobierno francés, Jaroussky (1978) ha madurado convenientemente. Ya no es aquel casi eterno adolescente que encandilaba a las audiencias con su personalidad atractiva, algo ambigua, y el sortilegio de una voz evocadora de los prodigios asociados a otros tiempos y prácticas, junto al elocuente dominio de unas capacidades expresivas inclinadas a la exaltación de las emociones más puras. Ahora que su venerado instrumento ha perdido posiblemente algo de brillo, consistencia y frescura, su talento y curiosidad le inclinan hacia otros derroteros. Ha iniciado una interesante carrera como director que le llevará próximamente a ofrecer en el Liceo barcelonés esa joya de la Alcina de Händel, su aguardado debut en los fosos españoles.
En su más reciente grabación, que se publica en todo el mundo hoy mismo, 'Schubert lieder', Jaroussky explora los límites
Pero además, sin abandonar aún el canto, su principal pasión y productivo medio de vida, el intérprete galo se está encargando de ensanchar progresivamente los márgenes de un repertorio que al principio lo encumbraron a lomos de compositores como Monteverdi y los menos populares en nuestros días Caldara, Rossi, Porpora o Telemann. En su más reciente grabación, que se publica en todo el mundo hoy mismo, Schubert lieder, Jaroussky explora los límites de esos verdaderos microcosmos que funcionan como canciones (o «lieder» para los puristas, porque en realidad estas piezas, con su inseparable colaboración entre voz y piano, la suprema indagación que integra música y poema, van mucho más allá) en las sutiles creaciones del romántico por excelencia entre los compositores del siglo XIX.
Un puñado de canciones contenidas en el nuevo cedé, que publica hoy
Con este nuevo disco en las alforjas, como antes que él ya hicieran desde el mismísimo tenor Peter Pears, inolvidable explorador de las inefables penumbras que anidan bajo la superficie del Winterreise (ese «Viaje de invierno» que constituye la cima del género), al más cercano Ian Bostridge (que incluso dedicó un memorable libro a la cuestión), Jaroussky se asomará en esta nueva cita madrileña a un puñado de las cautivadoras creaciones de Schubert para la voz. En modo alguno constituirán el único aliciente de su presencia aquí.
Junto a seis de los lieder de la ingente producción que Schubert consagró a un género al que él mismo aportó su esencial personalidad y sello distintivo (An Silvia, Im Frühling, Nachtsück…) se hallan los antecedentes que ya ofrecieron F.J. Haydn y W. A. Mozart y Beethoven, así como aportaciones posteriores debidas a los genios de Faurè, Hahn y Debussy, compatriotas del cantante que ha frecuentado en otras ocasiones (como en su delicioso cedé dedicado a compositores que se inspiraron para sus creaciones en poemas de Verlaine).
La eterna llama de la emoción como surgida de un ángel
Afirma Jaroussky estos días, metido en faena de la gira promocional de su nuevo disco, que «Schubert es un Everest que todos los cantantes quieren escalar». Y señala las esenciales dificultades del reto: «No se trata de virtuosismo, sino de color, articulación y fraseo. Es un repertorio que exige un control absoluto, pero a la vez hay que liberarse para encontrar la emoción, un momento en el que el tiempo se detiene. Es música escrita por un ángel y siempre me ha acompañado, a lo largo de mi carrera como músico: violinista, pianista y, en última instancia, cantante».
Este recital se repetirá en Barcelona (día 11) y San Sebastián (día 13)
En esta ocasión, el pianista elegido para este nueva visita ha sido el mismo que ha colaborado con él en su inicial registro schubertiano, el versátil Jérôme Ducros. Para quienes se lo pierdan, habrá otras dos próximas oportunidades más: este recital se repetirá en Barcelona (día 11) y San Sebastián (día 13). ¿Volverá Jaroussky a detener el tiempo como alguna vez logró con su inicial repertorio de referencia, en los años de esplendor, y esta vez anuncia que se propone intentar hacer otra vez de la mano del angélico Schubert?