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Ricardo Joven en la obra «La lluvia amarilla», en el Teatro Español de Madrid

«La lluvia amarilla», el relato sobre la España vacía, llega al Español

Jesús Arbués dirige la obra basada en la novela de Julio Llamazares, que protagoniza Ricardo Joven

Hubo un antes y un después en España de la publicación de La lluvia amarilla. El éxodo rural, consecuencia de la Revolución Industrial, era una realidad consolidada desde la segunda mitad del siglo XX: la emigración masiva de los núcleos rurales a las grandes ciudades en busca de una vida mejor dio lugar a un fenómeno que dio en llamarse «la España vaciada».

En ese contexto, el escritor Julio Llamazares publicó en 1988 una obra poética en forma de monólogo del último habitante de Ainielle, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés. Entre «la lluvia amarilla» de las hojas del otoño, que se equipara al fluir del tiempo y la memoria, y la blancura alucinante de la nieve, la voz del narrador, a las puertas de la muerte, evoca a otros habitantes desaparecidos del pueblo, que lo abandonaron o murieron, y enfrenta al lector a los extravíos de su mente y a las discontinuidades de su percepción en el pueblo fantasma ahora habitado por la soledad.

Julio Llamazares, autor de la novela «La lluvia amarilla»EFE

Jesús Arbués, director nacido en Huesca, participa de ese apego a la tierra ancestral bajo las montañas pirenaicas. De hecho, ha fundado un centro de creación artística en el pueblo zaragozano de Santa Eulalia de Gállego, de apenas 90 habitantes. Y por ese amor y esa nostalgia ha decidido adaptar La lluvia amarilla al teatro: la obra puede disfrutarse desde el jueves 4 de noviembre hasta el 12 de diciembre en el madrileño Teatro Español.

«Un grito contra la despoblación»

«El de La lluvia amarilla es un texto precursor. El mérito de Julio Llamazares es haber escrito un texto que lanza un grito de alarma contra la despoblación rural y los pueblos abandonados, pero habla de muchas cosas más», explica el director de la adaptación teatral.

«Como toda obra maestra, llega más allá. Convierte la obra en un tratado sobre el tiempo, sobre todo lo perdido, todo lo que no se hizo, los abrazos no dados, los silencios, la incapacidad emocional: todo eso regresa en la última hora de vida de Andrés, el protagonista, y le pasa factura», añade el director, que es un gran admirador de la obra de Llamazares.

Oscense nacido en 1968, Jesús Arbués conoce este vaciamiento rural, que vivió en sus propias carnes: «Nací en ese mundo rural. Soy parte de esa realidad. De esa mentalidad del personaje, ese amor a su casa. La casa no son unas piedras, es la memoria de los que se fueron. Ese concepto está muy vivo en el paisaje de mi infancia».

La muerte de una manera de vivir

El protagonista, Andrés, interpretado magistralmente por Ricardo Joven, explica su relato en la que será su última noche en la casa natal, la última noche de su vida. Una noche en la que la muerte le conducirá a la oscuridad eterna, donde se reunirá con su mujer, Sabina (interpretapada por Alicia Montesquiu) y todos sus seres queridos. 

La historia de Andrés es la del transcurrir de una vida y, a su vez, la muerte de una manera de vivir. Tenaz en su convicción, sin perder la fidelidad a las costumbres propias en ningún momento, él será el último habitante de su pueblo natal y de la casa que le ha visto nacer. «Pero esa noche Andrés es acuciado por todos los males imaginables: la soledad, la muerte, la desidia, la enfermedad, el odio, la alucinación, el tiempo...», explica Arbués, que ha pasado años tratando de adaptar la obra al teatro. Aunque el formato de monólogo es aparentemente fácil de trasladar a las tablas, el licenciado en Dirección Escénica y Dramaturgia explica que la ausencia de otro personaje al que interpelar provocaba una sensación de extrañeza en el espectador al recibir el pensamiento poético del protagonista.

«El texto de Julio tiene la capacidad para trascender lo particular, lo concreto de la historia, y convertirla en universal», continúa el dramaturgo, quien cree que esta obra literaria conmueve y consigue que, en algún momento, todo el mundo se sienta «parte de este ‘quijote’ que lucha contra la ruina del pueblo y la suya propia sabiendo que está condenado a perder irremisiblemente». Esta reflexión metafísica, a la que el propio Llamazares ha dado el visto bueno, es una de las producciones teatrales más esperadas del otoño.