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Silvia Marsó: «El teatro siempre está en crisis, pero nunca morirá, porque es el vivo y el directo»

«Es como si David Lynch y Agatha Christie quedaran en Benidorm para tomarse un té y de repente apareciera Tennessee Williams», explica la veterana actriz sobre La Florida, la obra que interpreta en las Naves de Matadero hasta el 22 de enero

Si buscas un referente en el mundo de las artes escénicas, su nombre aparece entre los primeros. Silvia Marsó nació en Barcelona hace 59 años, y a los 14 años ya sabía que quería entregar su cuerpo, su mente y todo lo que es a la interpretación. Hasta tal punto es consciente de esta entrega, que ella misma habla de su neutralidad: su capacidad para entregar toda su personalidad a cada uno de sus personajes.

Y es que Silvia Marsó se ha metido en la piel de más de un centenar de personajes, literalmente. A lo largo de estos 40 años ha hecho cine, teatro, musicales, televisión y se ha convertido en productora teatral: algo que empezó siendo una necesidad (nadie quería producir Veinticuatro horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig, así que tuvo que hacerlo ella) se ha convertido también en una gran parte de su vida, ya que ahora posee su propia productora.

Toda una vida dedicada al arte de la interpretación la ha llevado a afirmar, sin pelos en la lengua, que «el momento más álgido para la aceptación personal viene en la vejez, y lo estamos ignorando». Pero ella no: ahora interpreta a una cantante trasnochada en una maravillosa obra de teatro coral en las Naves del Español: La Florida es un homenaje al género negro, pero también es una excusa, un Mcguffin, para hablar de la corrupción de la sociedad y de detectives decentes que se parten la cara por ser los únicos valedores de la justicia en ciudades sordas; de heroínas y femmes fatales que huyen de su pasado; y también de amores no correspondidos y de seres excéntricos, heridos de soledad

−Representas La Florida en las Naves del Español, con un catálogo de personajes extravagantes y excéntricos en un contexto algo sórdido. ¿Qué historia nos encontramos?

−Es una locura porque además, es una comedia negra, y los personajes que ha escrito Víctor Sánchez Rodríguez, que es el autor, están cargados de estratos y secretos que vas descubriendo a lo largo de la obra. Además, el diálogo es muy brillante, con este estilo contemporáneo de los autores jóvenes que tiene mezcla de géneros. Además, tiene matices cinematográficos. Es como si David Lynch y Agatha Christie quedaran en Benidorm para tomarse un té y de repente apareciera Tennessee Williamss: eso es La Florida. Una mezcla de géneros y de maneras de afrontar la visión de la sociedad desde la perspectiva de humor, pero con una lucidez y una ironía muy mordaz y muy negra.

−Todo ocurre en Benidorm, en un verano descontextualizado, con estas almas solitarias y trasnochadas. ¿Quién es tu personaje, Lola Fargas?

−Es una cantante que tuvo una época dorada en la Transición y que fue muy famosa. Y de repente, por una decisión propia, cambió su rumbo, pero fracasó. Hay mucha frustración en ella. A través de ella se explica lo que es la corrupción y lo que es nuestra España.

−Es una obra sobre la corrupción, la soledad y también sobre personas que intentan, bajo su propia premisa, hacer lo correcto. ¿Cómo te relacionas tú con esto?

−Todos estos personajes huyen, huyen de algo que no les ha gustado de su vida, pero no han encontrado la solución. Entonces se debaten entre el bien y el mal, entre entre la frustración y la esperanza, entre los deseos y la amargura. Y en mitad de ello se comete un asesinato, aunque es sólo un pretexto para juntar a este grupo de gente: lo importante es ver quiénes son estos seres tan extraños que habitan este sitio tan sórdido. El valor de la obra está en los personajes, interpretados por Vito Sanz, Lorena López, Francisco Reyes y Amparo Fernández, que están haciendo unas creaciones interpretativas brutales, memorables.

−Hace un tiempo decidiste no interpretar papeles que no hicieran crecer. ¿Qué pensaste cuando recibiste el texto?

−Mi apuesta fue el texto. Me pareció brillante, diferente, innovador y con una gran frescura. Tiene una manera de retratar la sociedad desde una perspectiva de una persona joven que escribe y que, aunque tiene muchos referentes, no está mecanizado, sino que tiene unas salidas muy brillantes, muy interesantes.

Silvia Marsó, Vito Sanz, Lorena López, Francisco Reyes y Amparo Fernández en el cartel de 'La Florida'

−Tu personaje, además de ser algo excéntrico, canta... ¿Lo de cantar lo tienes dominado, después de tantos años haciendo el musical 24 horas en la vida de una mujer?

−Estuve cuatro años representándolo por toda España. Pero era un musical totalmente distinto, basado en una novela de Stefan Zweig, a principios del siglo XX, en el crisol de la vieja Europa, anegada por conflictos existencialistas (que no faltan en La Florida). Pero sí, son dos géneros totalmente distintos, y me gustó de repente cambiar y hacer una algo así, tan contemporáneo. El autor se permite escarbar en las profundidades de la condición humana: nos está retratando a todos. Más de un espectador se puede sentir identificado con las historias que cuentan los personajes, pero de una manera muy gamberra, a veces incluso ácida, corrosiva. Los personajes tienen muchísimas aristas.

−El texto y la dirección es de Víctor Sánchez Rodríguez, que como decías es joven, aunque tiene 15 obras estrenadas. ¿Tú ves esperanza en el nuevo relevo de las tablas?

−Absolutamente. Yo estoy descubriendo a gente maravillosa, extraordinarios autores y directores. Me gusta mucho Pablo Remón, la gente de Exlímite, la Calòrica de Cataluña, la La Capella Reial como concepto musical, Alberto Conejero... Son gente con la que algún día me gustaría trabajar, los nuevos valores. Ver cómo la gente se va renovando y la propuesta de los dramaturgos en nuestro país es una esperanza para los que llevamos tantos años sobre las tablas. Y eso que yo he trabajado con los más veteranos, con los emblemáticos del siglo XX, que fueron Tamayo, Marsillach, Narros, José Osuna, José Luis Alonso... Yo creo que el teatro nunca morirá, siempre está en crisis, pero nunca morirá porque es el vivo y el directo. Y el público necesita el contacto directo con el intérprete.

Ver cómo la gente se va renovando y la propuesta de los dramaturgos en nuestro país es una esperanza para los que llevamos tantos años sobre las tablas

−Está en crisis, pero también yo veo que los teatros están siempre llenos...

−¡Más que los cines! Me sabe mal por el gremio cinematográfico, porque yo pertenezco a la Academia de Cine, pero es verdad que el teatro en vivo está lleno. El uso de las plataformas durante la pandemia desterró a un sector de la población de los cines, aunque le quita la magia a la pantalla grande. ¡Señores, hay que ir a los cines! Pero el teatro no muere, porque como es en vivo y en directo, sólo puede ocurrir ahora. Y la función que ocurre ahora no será igual que la que ocurra mañana. El espectador se lleva una primicia, una cosa en exclusiva, un acto, un rito mágico. También es como un acto religioso: cuando se levanta el telón, lo que ocurre es sagrado, porque ocurre solo esa vez con el público presente.

−¿Evoluciona tu personaje desde la primera a la última función?

−Por supuesto, y el director viene a menudo y nos da notas y nos pide cosas, nos pide más riesgo... Nos dijo una cosa muy bonita, muy generosa, el día que estrenábamos, que a mí no me lo había dicho ningún director: «Yo he escrito la partitura y vosotros ya os la sabéis, pero ahora quiero que interpretéis jazz. Quiero ver cómo viven en vosotros vuestros personajes». Me parece de una de un altruismo precioso.

El teatro es como un acto religioso: cuando se levanta el telón, lo que ocurre es sagrado, porque ocurre solo esa vez, con el público presente

−Con tu amplia trayectoria, ¿qué te llevas tú de esta obra?

−La dificultad de la mezcla de géneros, porque normalmente yo siempre interpreto o una obra dramática o una obra en verso del clásico (del Siglo de Oro) o una tragedia griega o una comedia. Pero aquí hay tragedia, comedia, música. De repente hay momentos muy histriónicos también. Mi personaje es muy histriónico. Todo ese despliegue de matices hacen que me esté resultando difícil. Es un reto, aunque sea muy coral, pero las escenas que tengo son tremendamente difíciles.

−Has interpretado a más de 100 personajes, entre cine, series y teatro. ¿Cómo habitan todos ellos en ti?

−Yo creo que absolutamente todos los trabajos de un actor te van enriqueciendo como ser humano, te van aportando una visión de la sociedad más amplia. Vas entendiendo al prójimo, empatizas con él y conectas con otras épocas, con otras culturas, con otros pensamientos, con otras ideologías, haciéndote más tolerante.

−Por otro lado, es un trabajo muy introspectivo... ¿Desgasta mucho?

−Tiene un componente muy emocional, muy desgastante. En esta obra, cuando terminamos, yo le digo a Vito Sanz, que interpreta al policía: «Tengo que abrazarte». Porque acabamos de una manera que no puedo contar, pero toda mi energía está volcada en él, y cae el telón y es como un coitus interruptus. Toda esa energía hay que sacarla: es muy intenso lo que se vive en el escenario.

−Tú especialmente eres una actriz muy prolífica. Has hecho interpretación, canto, danza, verso, acrobacia, expresión corporal... ¿De dónde procede tanta energía?

−Tal vez lo que me motiva son los retos: cuanto más difícil, mejor. Aparte de La Florida, en estos momentos también estoy llevando en gira por toda España un espectáculo de blues que retrata la música negra y sus inicios, Blues & Roots. Es una música que conecta mucho con los actores, con las emociones que parten del dolor (como el flamenco y el tango) y que transitan siempre por el deseo de justicia, de libertad, de belleza. Yo he trabajado en teatro dos veces con las grandes obras de Lorca, como son Doña Rosita la Soltera y Yerma. Pero en esta ocasión quería introducir la relación que tuvo Lorca con Harlem, con la música negra, cuando vino de Estados Unidos y escribió Poeta en Nueva York. Por primera vez en mi vida, he creado, he compuesto música, y ha sido una experiencia muy mágica.

Silvia Marsó ha interpretado a más de cien personajes a lo largo de su carrera en teatro, cine y televisión

−¿Has aprendido composición musical para ponerle música a los poemas de Lorca?

−A ver... yo he estudiado mucho canto, porque he pensado siempre que una actriz tiene que estar preparada para lo que le pidan. Pero nunca había cantado blues con voz desgarrada y haciendo los quiebros, las síncopas y los semitonos propios del blues. Pero me gustan los retos y además me gustan a mi edad. ¿Por qué ahora no me puedo yo permitir el lujo de cantar blues?

−En una ocasión, Ava Gardner en persona te dio un consejo. ¿Cuál fue?

−Yo tendría unos 22 años, era muy pequeña, estábamos rodando una serie y yo hacía un papel minúsculo. Yo creo que tenía una frase que luego la quitaron, además. Pero fue un lujo trabajar con ella, Sara Montiel y con Omar Shariff. Yo era una esclava del serrallo, del Gran Turco. Estábamos en la rulotte en el desierto, y Ava Gardner fumaba mucho. Yo me acerqué y vi cómo hablaba perfecto castellano. Le pedí un consejo porque yo estaba empezando, y me dijo: «Ay nena, ten paciencia porque en esta profesión no se llega nunca». Y lo he seguido a rajatabla.