Entrevista con la directora del San Francisco Ballet
Tamara Rojo: «Los roles clásicos del ballet son muy pasivos. Como bailarina me frustra representar la Bella Durmiente»
La ahora directora del San Francisco Ballet, que se ha retirado recientemente de los escenarios, presenta en el Teatro Real Raymonda, su último trabajo para el English National Ballet
La directora del San Francisco Ballet, la bailarina Tamara Rojo, se encuentra en un momento de plenitud, serena ante los nuevos retos, feliz y sin mirar atrás después de haber cerrado con éxito su trayectoria en los escenarios, además de satisfecha de dejar su legado como directora y coreógrafa en el English National Ballet con Raymunda.
Ha triunfado como bailarina, su esfuerzo y dedicación se ha visto compensado bailando en los mejores teatros con excelentes compañías como el Royal Ballet; ha compaginado la danza con la dirección artística y ahora, retirada de los escenarios, toma las riendas del San Francisco Ballet, abriendo una nuevo camino en su carrera como coreógrafa.
Una trayectoria en la que descarta ser una pionera, aunque lo cierto es que no se encuentra ningún nombre en la danza clásica de una bailarina que haya pasado a ser directora artística y también coreógrafa.
«Cuando algo me interesa y quiero hacerlo lucho por conseguirlo, con trabajo, con dedicación y estudio. Nada ha sido fácil, ni accidental. Soy lo que soy por absoluta determinación», afirma en una entrevista con EFE la bailarina española.
Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2005, compartido con la gran Maya Plisetskaya, y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2002), Tamara Rojo (Montreal, 1974) asegura que se ha sentido muy bien acogida en la compañía de San Francisco, la más antigua de Estados Unidos, con 90 años de historia, y que por primera vez dirige una mujer, después de que Helgi Tomasson se mantuviera casi cuarenta años en el cargo.
'Construir sobre el legado de otros'
«Tomasson hizo un gran trabajo, pero la compañía estaba preparada para un cambio. Acabo de anunciar mi primera temporada en la que quiero construir algo nuevo sobre el legado de otros», dice.
Una programación en la que ha incluido clásicos como el Cascanueces, El Lago de los cisnes o Sueño de una noche de verano y estrenos como Marguerite y Armand, junto a dos producciones nuevas más, las tres coreografiadas por mujeres. «Un equilibrio entre la innovación y la tradición», subraya.
Asegura que intenta no recordar que es la primera mujer en dirigir la compañía con tanta historia. «Es un reto en sí mismo, seas del sexo que seas. Intento –dice entre risas– no añadir ese peso», aunque reconoce que toma decisiones que tienen que ver con quién es, con el deseo de contar historias sobre mujeres latinas fuertes, además de trabajar con otras a las que admira y respeta.
Traslada a su nueva dirección lo que ha aprendido, lo que más le gusta «de la tradición británica o europea». «Y a la vez, intento construir y crear cosas que sean relevantes para la ciudad y para los bailarines de hoy del San Francisco Ballet».
Admite que lo que realmente quiere es que la temporada 23/24 atraiga a todo el público: al tradicionalista, al que lleva décadas siguiendo a la compañía, pero también a un público que nunca se ha interesado por la danza.
Rojo se muestra entusiasmada con una ciudad que mira hacia oriente: «Es una conexión artística que me interesa y me apasiona muchísimo, pero muy influenciada por la música, los colores, incluso los sabores latinos», y que le ha ido descubriendo su marido, el bailarín mexicano Isaac Hernández, que después de unos años de ausencia, vuelve a formar parte del San Francisco Ballet.
Este sábado finalizan en el Teatro Real las cinco representaciones, que han alcanzado casi el lleno total, de Raymonda, del compositor Alexander Glazunov, con coreografía de Marius Petipa y el libreto, Lidya Pashkova, que ha adaptado y con el que ha hecho su debut como coreógrafa. Con este trabajo ha firmado su adiós en el English National Ballet, una compañía que ha hecho resurgir de sus cenizas después de diez años al frente.
Reivindicación feminista
«Muchos de los roles clásicos tradicionales del ballet son muy pasivos. Como bailarina muchas veces me he sentido frustrada por tener que representar personajes como la Bella Durmiente o la versión original de Raymonda», señala.
Una razón que le ha llevado a inspirarse en Florence Nightingale, «una mujer revolucionaria, muy vinculada a la historia británica, que impulsó la enfermería tal y como hoy la conocemos, que es víctima de sus circunstancias, pero que toma sus propias decisiones».
El Rey Carlos III le impuso en febrero de 2016 la insignia de Comandante de la Orden del Imperio Británico por su contribución a la danza, un premio más de una larga lista. «Premios tan prestigiosos suponen mucha responsabilidad. Es muy bonito, sobre todo para mis padres, que me apoyaron y sacrificaron tanto, durante tantos años, para que yo pudiera alcanzar mis sueños», concluye Tamara Rojo.