Tamara Rojo lleva 'Raymonda' a Crimea para triunfar en el Teatro Real
Con la música del compositor Alexander Glazunov, este ballet traslada a los espectadores a la Ópera de París y al mítico bailarín ruso Rudolph Nureyev
Raymonda nunca ha sido uno de los ballets más aclamados por los espectadores. Es incluso posible que si se hiciese un ranking ocupase uno de los últimos lugares. Sin la consistencia de Don Quijote o Paquita, sin embargo, ha cobrado vida. Si el clásico de Marius Petipa no emociona, la nueva coreografía de Tamara Rojo le confiere un poder, ni mayor, ni menor, pero nunca antes visto.
Tres triunviratos, alguno más dinámico que otro que, mediante pasos fluidos y algo de pantomima, cuentan la historia de Florence Nightingale, considerada la precursora de la enfermería moderna, que marchó a la guerra de Crimea.
Con la música del compositor Alexander Glazunov, Raymonda traslada a los espectadores a la Ópera de París y al mítico bailarín ruso Rudolph Nureyev: el primer ballet coreografiado del divo en 1983. Pero no fue hasta 1989 cuando se produjo el estreno estelar de Petipa en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo.
Tamara Rojo quería acercar la obra a la actualidad y al Reino Unido, –la del gran Petipa representaba las Cruzadas– y lo consigue. Cambia la estructura de un ballet elegante y lento por una lleno de carácter que actualiza la narrativa en un contexto histórico diferente y lleva a las mujeres al frente de la guerra de Crimea. De esta forma logra construir una línea narrativa más dramática, dando a los espectadores un espectáculo distinto.
Una historia de amor en plena guerra de Crimea en 1853 con una Fernanda Oliveria –Raymonda– perfecta y delicada, un símil de la coreógrafa valiente, con temperamento y afán de superación, tal y como ha demostrado la española durante toda su carrera.
Tamara respeta la estructura original de Petipa: tres actos, dos descansos y una linealidad perfecta que hace escasas las dos horas de representación.
Una enfermera avanzada a su época
El espectáculo comienza en Inglaterra, en 1854. Raymonda, en la comodidad de una gran casa, lee el periódico y presta atención a las noticias que vienen desde el frente y arde en deseos de ir al campo de batalla, ayudar al los heridos y aliviar así su sufrimiento. En ese momento entra en escena el héroe John de Bryan –que dio vida Francesco Gabriele Frola– para despedirse de la amiga de la infancia a la que amará para siempre.
La enfermera decide huir a la guerra y en este preciso momento comienza el arrojo de Raymonda. Al llegar sucede algo que marcará su estancia, John de Bryan le pide que se case con él a su regreso, ella se muestra reticente, pero no quiere lastimarlo. De repente, irrumpen los líderes de los ejércitos aliados, entre ellos está Abdur Rahman–Erik Woolhouse–, un príncipe otomano amigo de John. Raymonda, conmovida por lo que acaba de vivir, no se da cuenta, pero poco a poco empieza a sentir algo por Abdur que le mantendrá en vilo hasta el día de su boda.
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Con un cuerpo de baile que cada minuto supera al anterior, a pesar de ser un ballet complicado y lleno de técnica, da la sensación de que flota verdaderamente sobre el escenario.
Mención especial al bailarín Fernando Carratalá Coloma, una de las parejas españolas en el segundo acto. Su presencia en el escenario resulta impoluta. La solidez de sus movimientos llena el escenario como el mejor de los actores la pantalla. Tampoco debe olvidarse a Francesca Velicu, que interpreta a Hentiette, la mejor amiga de Raymonda, dulce y ligera en sus movimientos: algo imprescindible que marca la diferencia entre bailarines.
Muy destacado el trabajo de la Orquesta Sinfónica de Madrid, que lleva en volandas a los bailarines. Aunque Tamara Rojo ya no esté en el English National Ballet y el English ya no está en Madrid –que ha cerrado la temporada en el Real–, siempre se puede recurrir al Ballet de San Francisco, donde ejerce como directora artística, o esperar a que la compañía saque nuevas fechas para escuchar y contemplar un montaje extraordinario.