Jonas Kaufmann triunfa bajo la lluvia en el Santa Catalina Classics
El festival organizado por el gran hotel decimonónico de Las Palmas celebró un nuevo concierto de gala con el llamado «tenor del siglo» y la mezzo georgiana Anita Rachvelishvili
El festival de música clásica del Hotel Santa Catalina de Las Palmas, el Santa Catalina Classics, celebró la cuarta edición de su concierto de gala con la presencia habitual de la orquesta sinfónica de Gran Canaria, dirigida una vez más por su titular, el director gibraltareño Karel Mark Chichon, y con la presencia estelar en esta edición del tenor alemán Jonas Kaufmann y la mezzosoprano georgiana Anita Rachvelishvili.
La lluvia inoportuna
La isla canaria, en el privilegiado enclave del precioso hotel decimonónico con balcones de madera como para cantarle a Julieta, volvió a convertirse en un cuidado y recoleto centro de la ópera mundial a principios del verano. Felipe Aguirre, director del festival, deleitó previamente con la pasión ya acostumbrada a los afortunados invitados que asistieron a su clase magistral sobre los entresijos y la delicadeza de las piezas que se iban a interpretar.
Un aperitivo delicioso, con piano a modo de metafóricas diapositivas musicales, para el gran banquete lírico que se esperaba y que la lluvia tan puntual como inoportuna se encargó de parar por dos veces, ensombreciendo un espectáculo que incluso en su pequeña expresión final resultó igualmente encantador.
La velada apuntaba a Hechizo de luna, una película operística, pero las nubes y las necesarias interrupciones lo rompieron de algún modo pese al ánimo de un público (más numeroso que nunca en esta edición: 1.500 personas por las 1.000 de las tres ediciones anteriores) enamorado de su festival. Jonas Kaufmann convirtió la isla menos cálida en estos días en un pequeño Bayreuth delicado, acompañado de la poderosa mezzo Rachvelishvili.
Alguien dijo entre el público que el timbre del tenor alemán le recordaba al de Alfredo Kraus, el mito e ídolo local e internacional, pero a uno en el tono medio le recordaba a Plácido. Otra cosa eran las alturas, donde la voz que parecía provenir de una caverna también parecía posible que no lograra salir de ella y sin embargo lo hacía con una solvencia pasmosa.
La mejor Carmen
Fue una lástima que la lluvia parase la demostración del «tenor del siglo», de la brillante sinfónica de Gran Canaria y de Anita, quien, como su compañero, tuvo que dejar al público compuesto y sin el programa completo que estaba tan valiosamente diseñado desde todos los puntos de vista: el estético, el musical, el virtuoso o el cuidadoso y gustoso espectáculo de la lírica.
La mejor Carmen de la ópera actual tuvo tiempo de dejar su huella con el aria universal de Bizet, pero su impresionante Amneris de 'Aida' se ahogó en el chirimiri palmense, igual que Radamés en el dueto previsto con Kaufmann. Antes había dado tiempo para Massenet, otro poco de 'Aida', el 'Mon Coeur' de 'Samson et Dalila' y el 'Pays merveilleux' de Meyerbeer.
De allí, tras los parones, los cuerpos se enfriaron y el programa no alcanzó su cumbre. Aún hubo tiempo para elevarse un poco, pero ante la amenaza de un tercer parón y el alargamiento incómodo para el público casi aparecieron de sopetón las sorpresas finales, un 'Nessum dorma', por ejemplo, como manoletinas últimas antes del final que casi no existió de tan diferido.
El sueño un poco truncado, pero aun así vivo, de una noche de verano que, como la obra inmortal de Shakespeare, ya mira a una quinta edición (la cuarta acaba de comenzar) de este bello festival valeroso y valioso cuyo concierto de gala apunta a clásico incluso por encima de las caprichosas inclemencias.