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Vinicius Jr. se lamenta

Vinicius Jr. se lamentaEFE

El Sheriff detiene al Madrid

El portero Athanasiadis hace del implacable asedio de los blancos, con Vinicius como protagonista, una demostración inane

Tratando de saber qué cosa es el Sheriff durante los diez primeros minutos, Camavinga devolvió al Bernabéu a su mundo con un destello, que luego apagó Alaba, no por ocultarlo sino por dejarlo reposar. Alaba es un cultivador. Un capataz al que el Madrid y el madridismo le cuenta todo. Todo lo que ocurre en el campo pasa por Alaba, que cuando suelta el balón para arriba es como si volara solo, y no porque él lo haga volar, sino porque entre Vinicius, Benzema y Hazard, cuando tiene el instante, parece que la pelota la hiciera moverse Campanilla. De esta fantasía hubo una falta al belga al borde del área que Benzema casi aprovecha.

Al Sheriff le caía una tromba a los veinte minutos como le caía al sheriff del pueblo al que llegaba el pobre John Rambo. El Madrid se mostraba dominador, pero impreciso, como atolondrado. Del atolondramiento, sea cual sea, menos mal que siempre nos saca un acorde de violín o una espuela de Benzema, pero esta vez del atolondramiento nos (y les) sacaba una jugada sencilla, casi increíble, del equipo moldavo, que finalizaba el uzbeco Yhakshiboev (lo celebraba el entrenador Vernydub como el invitado eufórico felicitando al novio a última hora del convite). En realidad, era una constatación del momento local, como si se hubieran llevado los visitantes, igual que Drácula, cajones de tierra para traerse su hogar a Chamartín.

Mientras el Madrid se perdía en farragosas disquisiciones peloteras (sólo Benzema parecía ir al grano, un grano pulido como una piedra preciosa), el Sheriff, con anchurosos espacios y mínimos toques se plantaba en la portería blanca como si hubiera venido por el subsuelo. O volando. El goleador histórico Yhakshiboev casi marca el segundo en otra llegada lenta y sin embargo fulgurante con la irritante aquiescencia del Madrid. Eso pareció el tormentoso despertar.

A partir de ahí perdió el Madrid tres ocasiones consecutivas de gol: Casemiro dejaba pasar para que Vinicius colocase un buen disparo desviado; Benzema tocaba y tocaba, era un pianista sudando; Nacho falló el cabezazo final tras un remolino y el francés ajustaba un tiro al palo izquierdo de Athanasiadis, que se marchó fuera. Pero el Madrid seguía. Esta vez la tromba era real. No era una lluvia cinematográfica, donde solo llueve donde dice el director, sino tropical. Con Hazard jugando al fútbol con camisa hawaiana.

Vinicius sin solución

Valverde comenzaba brincando como el potro eterno que lleva dentro. Había un Madrid por hacerse, por llegar, a esas alturas. Se veía en el gesto cariacontecido de Carletto y en el juego animoso del Madrid. Nada que ver con los minutos fatales de la primera parte. Los balones le llegaban a Vinicius sin solución, quien los trataba con talento y criterio. Y con peligro moderado, pero no inminente. El peligro inminente llegaba del Sheriff. Yhakshiboev (ya casi he aprendido a escribir el nombre a la primera), de nuevo, no controlaba un balón espeluznante de Kolobos para alivio del Bernabéu, cuyo silbido resonó.

Vinicius estaba imponente tirando de su equipo. Habilitó a Hazard por el centro cuyo tiro paró Athanasiadis, otra vez. Iba corriendo Karim con la pelota y dejó atrás el balón, no taconeándolo sino acariciándolo como una bailarina de Degas cuyo maestro fuera Vinicius delante de un espejo. En el cincuenta y nueve Vinicius, de nuevo (entre Athanasiadis y Vini andaba el juego), caía en el área. Revisaba el VAR para nada. Vinicius no se acaba nunca, como decía Hemingway de París, y el requiebro maravilloso, el detalle único (si lo hace Ansu Fati lo proponen para Síndic de Greuges), provocaba el penalti que tardó en concederse tras revisión arbitral.

Lo convirtió Benzema con una contundencia enardecedora. Salieron al campo Modric, Rodrygo, Jovic y Kroos (¡Hala!) por Casemiro, Nacho, Hazard y Miguel Gutiérrez. Marcó el recién salido Bruno en fuera de juego, a pase del Cristiano del Sheriff, señalado tras una película de Michael Knight Shyamalan. Una combinación de tuya y mía entre Benzema y Modric acabó en una parada de Athanasiadis con la cara. La cara que habían visto los blancos todo el partido. Los cambios de Ancelotti surtían efecto y cuando más surtían llegó Thill desde la mismísima Tiraspol para poner el uno a dos en el marcador, que seis minutos después, los del descuento, se confirmaba como el inesperado y asombroso, casi injusto, resultado final.

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