Regresa en Indian Wells
Carlos Alcaraz frente al desierto
El surgimiento del joven tenista murciano colorea el pálido relevo del tenis español
Los pasos de Carlos Alcaraz parecen calculados con precisión. En la mirada pequeña y recóndita de Juan Carlos Ferrero, su entrenador, casi puede observarse dibujado el itinerario del joven tenista. Hay en la sacudida de Carlos Alcaraz la determinación paciente de un tutor amoroso y discreto que quizá viera en ese golpear rígido las maneras del Safin que tan bien conoció.
Y no solo el percutir mecánico, como martilleante, sino también esos aspectos de los que el propio Carlos afirma no perder detalle: «Cuando estoy con Juan Carlos Ferrero o entreno con Rafael Nadal, siempre intento escuchar todo lo que me dicen, es así como se aprenden cosas verdaderamente positivas. Pero también veo muchos vídeos de Juan Carlos y de Rafa, siento que en cada vídeo que veo aprendo algo nuevo. Siempre me fijo en los mejores».
Pocas veces se ha visto en los últimos tiempos una manera similar de atraer a la red al rival, para después superarlo, sobre todo por alto. La suavidad de sus globos tras la brusca dejada, casi se diría que la dulzura de su recorrido en el aire (mientras el oponente, paralizado, sólo puede seguir con la vista su parábola), contrasta con la brutalidad de sus cruzados y paralelos, cuya planicie aparece tan inclemente como si estuviéramos leyendo El Llano en Llamas en lugar de viendo tenis.
Tiene agallas, corazón y una derecha que es más grande que la de Tsitsipas en este momento
La eclosión de Carlos Alcaraz ha sido como la de aquel huevo de Parque Jurásico del que salía un pequeño velocirraptor. Mientras John Hammond, el empresario, decía insistir en que le avisaran de todos los nacimientos, el doctor Grant asistía con temor fundado a que en aquel lugar se criaran tan temibles depredadores.
Algo relativo a su encuentro con un depredador pareció querer decir Stefanos Tsitsipas, número tres del mundo, campeón del Masters, último finalista de Roland Garros y víctima sorpresiva del murciano en tercera ronda del US Open, al afirmar que nunca había visto a nadie golpear a la pelota tan duro. El mismo Carlos aseguraba sin rubor y sin soberbia, ambas inusuales ausencias para su edad, que su provocación es como la de Federer: «Creo que su juego se parece mucho al mío, tratando de ser agresivo todo el rato, tanto con la derecha como con el revés».
Una agresividad que ven y reconocen exfiguras como Mats Wilander (quien ganó por primera vez Roland Garros con 18 años, los mismos que Alcaraz): «Estoy muy emocionado con este jugador. Tiene agallas, corazón y una derecha que es más grande que la de Tsitsipas en este momento», dijo a propósito del partido que significó la ignición en la carrera de Alcaraz.
Palabras mayores que se vieron reflejadas en el rostro incrédulo del griego para alborozo de la grada más ruidosa del mundo del tenis. Una emoción que creció hasta el infinito, cualquiera diría que especialmente, en el enorme embudo de la Arthur Ashe (que hizo suya) o a través de los sonidos de la cercana trompeta de Louis Armstrong.
Vida de un tenista
Carlos Alcaraz vive desde hace dos años en Villena, en la academia de su mentor, Equelite, (que no es la academia de Nick Bolletieri, donde Agassi, otro adolescente Nike, como Nadal en su día y ahora Alcaraz, desde 2019, y Courier dormían en habitaciones compartidas casi en régimen militar), en una cabaña de 25 metros cuadrados. Desde ese retiro ideal para un tenista (y para un poeta) ya guarda, entre otros, un gran un récord de precocidad, incluso por encima del Big Three: es el jugador más joven de la historia en alcanzar los cuartos de final de un Grand Slam.
El viaje de su club de toda la vida, el Real Sociedad Club de Campo de El Palmar (donde su padre, reconocido tenista de los ochenta, es entrenador), a Villena fue como el partir del Eugene Gant de Tom Wolfe a la universidad: un éxodo de madurez. Con 16 años ganó su primer torneo del circuito mundial ITF jugando contra rivales hasta tres años mayores que él. Ese mismo año ganó el campeonato de España cadete y el Europeo sub-16 de Moscú.
Kiko Navarro y Álex Sánchez guiaron sus primeros pasos en El Palmar hasta que Ferrero se incorporó al equipo técnico en julio de 2018. Un año después se trasladó a vivir a la Academia alicantina para acelerar su progresión, acompañado por su segundo entrenador, Kiko Hurtado, los preparadores físicos Álex Sánchez y Alberto Lledó, el fisioterapeuta Juanjo Martínez y la psicóloga Isabel Balaguer.
Con 16 años ganó su primer torneo del circuito mundial ITF jugando contra rivales hasta tres años mayores
Con 10 años, edad en la que el empresario murciano Alfonso López Rueda, presidente del grupo empresarial Postres Reina, le prestó el apoyo económico necesario para poder jugar torneos internacionales, alcanzó la final de la Smirka Bowl U10 en Croacia. En alevines ganó el Master Longines Tour y dos torneos del Nike Junior Tour, además de otros dos campeonatos del Tennis Europe U12. También el Master del Circuito Rafa Nadal. Como infantil ganó el Masters sub-14 de Londres y fue finalista del campeonato de España cadete siendo jugador de primer año.
En 2018, con 14 años, consiguió sus primeros puntos ATP, y desde aquí hasta octubre de 2021, año en que ganó su primer partido en un cuadro final de Grand Slam, en Australia, al que siguió otro más en Wimbledon; alcanzó la tercera ronda en Roland Garros; conquistó su primer torneo ATP en Umag y en Winston-Salem (torneo de las US Open Series, previo a Nueva York) alcanzó las semifinales, donde se vio sorprendido por Mikael Ymer antes de detenerse por lesión entre los ocho mejores del mundo en el último gran torneo del año.
Después de Nueva York paró para recuperarse bajo la atenta mirada de su entrenador (y de su representante Albert Molina, de International Management Group [IMG]). Tras renunciar a Metz le espera el desierto de Indian Wells (movido de principios de temporada a finales por el Covid) y el próximo Masters Next Gen. Carlos Alcaraz ya está aquí, con los pies en el llano, y quizá sea mejor no decir nada más, por el momento, salvo que quiere sacarse el carné de conducir. Y que le gusta pescar.