Luis Enrique relajado
A la Selección de Luis Enrique la vamos a querer y defender, que somos españoles y mucho españoles, pero sin jugadores del Madrid no sabe igual
Acabo de empezar y ya le he cogido el gusto a lo de tener una columna. Sueño ser Fernando Pessoa escribiendo «el mundo exterior existe como un actor sobre un escenario: está allí, pero es otra cosa». Ahí queda eso. Póngase en mi lugar, puedo escribir de lo que me dé la gana e incluso publicar alguna memez, que es un riesgo cierto, para qué nos vamos a engañar. Es la Libertad, que diría Ayuso.
Algo parecido es lo que hace Luis Enrique con la convocatoria de la selección; no que haya hecho una memez, me refiero a la libertad. Se entiende. Imagino al míster nacional tranquilamente en su casa, relajado en el sofá leyendo los lamentos de tuiter y las quejas de David Vicente en este periódico, bien por no haber convocado a ningún jugador del Madrid, bien por la juventud de uno o la irregularidad del otro y, un momento, ¿quiénes son todos los demás? Disfruta con olor a napalm de la polémica. Lo estoy viendo.
Como fumo demasiado y en casa convivo con la facción más ortodoxa de la liga anti tabaco, me he pasado a uno de esos cigarros electrónicos que te envenenan parecido pero sin tanto estilo. A la Selección de Luis Enrique le pasa un poco eso, la vamos a querer y defender, que somos españoles y mucho españoles, pero sin jugadores del Madrid no sabe igual. Le falta esencia, no tiene tanto rollo, le falta un no sé qué… Pasa también con el café descafeinado, que aparenta ser café pero es tontería descafeinar las cosas. Solo es aceptable si el médico te dice que tienes la tensión más alta que la del próximo congreso del PP, el de Madrid. Que también es tontería montar un lío, no sé si me explico.
Yo, que aspiro a ser feliz en una Ínsula y con unos prismáticos ver allá en la lejana costa pasar de largo a los enfadados, a los que hablan alto, a los que antes no han pensado, soy consciente de que a veces, en algunas contadas pero decisivas ocasiones, hay que ponerse en su sitio, dejar este famélico centrismo y saber polarizarse, volar los puentes y gritar bien alto, en este caso a toda mi tropa anti tabaco, que no soporto este cigarro electrónico y que abandono; y a Luis Enrique decirle que gane España, y que si esto era algo así como una broma, para la próxima el café vaya con todo, que si hay que morir es mejor hacerlo con estilo. Dónde va a parar.