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Vinicius es la nueva normalidad

Vinicius juega al fútbol como un adolescente con labia acercándose a una chica, sin miedo a fracasar

Hablemos de los domingos por la tarde y de esa leyenda melancólica y tristona que arrastran, de la que abusan los poetas más tristes y los escritores más cenizos, también los guionistas más coñazo –no hace falta dar nombres–. Y hablemos también de ese chaval que revienta la banda izquierda empeñado en acabar con la leyenda; hablemos de cómo nos divirtió este domingo a las cuatro de la tarde en una de las ciudades más bonitas de España, Barcelona. Vinicius, que juega al fútbol como un adolescente con labia acercándose a una chica, sin miedo a fracasar, sabe que ganar es adelantarse a uno mismo, aunque para triunfar tiene que ponerse a su altura, que no tiene techo predecible. Sesea por el campo enfilando el área mientras los defensores rivales se despistan con su sonrisa y descubren que los domingos, para algunos elegidos, pueden ser muy divertidos.

Dicen que lo más difícil de jugar en el Madrid está en el túnel de vestuarios del Bernabéu, cuando se encaran esas escaleras que llevan al verde para afrontar un examen con la vida, en el que no pesan los años ni los kilos, sino la Historia. Esta cosa cursi llamada «nueva normalidad» no aliviará ni lo hará más fácil de afrontar, lo que sí ha devuelto al Barcelona es la seguridad de que lo más difícil de jugar en ese club, es hacerlo contra el Madrid.

Hace tiempo que me duele Barcelona, porque algunos se empeñan en hacerla más pequeña y más cerrada, menos Barcelona. Pero ayer envidié la ciudad porque vio jugar a Alaba, y porque los que estuvieron en el Camp Nou casi ven un balón fugaz que al llegar a casa tendrán que buscar en internet para entender cómo lo pudo hacer.

Decía Cortázar que la nostalgia es cuando uno se deja corromper por esa ausencia que llamamos recuerdo y hay que remendar con palabras y con imágenes tanto hueco insaciable. Yo, que soy un nostálgico, ayer vi en ese gol un zapatazo de Roberto Carlos.

Lucas volvió a posponer las críticas más ortodoxas cuando Ter Stegen se la despejó a Asensio empujando la pelota donde callan los que han perdido la esperanza. Para mí, que además de nostálgico aún confío, sumo a estos dos a Isco, al que también espero, porque me va la marcha y en el Madrid todo es posible, hasta lo más difícil.