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'Lasismo' en vena

Un Real Madrid heroico regaló una de las mejores noches europeas que se recuerdan, una gesta de un equipo de soldados dignos de vestir el escudo del equipo más laureado de Europa

La noche del jueves 23 de diciembre será recordada como una de las mayores gestas del Real Madrid en la Copa de Europa. Ni la covid ni el CSK pudieron con el equipo blanco. Hanga fue el último en caer a una lista que ya suma ocho positivos. Ante los rusos, el equipo de Chus Mateo se presentó con cinco senior, tres junior y una duda hasta última hora: Rudy Fernández.

Mientras en las redes se clamaba por la suspensión, yo en mi fuero interno deseaba que no, porque si alguien era capaz de conseguir lo imposible es esta plantilla. Un grupo de jugadores a los que Pablo Laso les inoculó un gen ganador desde su llegada al banquillo merengue hace la friolera de diez años.

Ya en la rueda de calentamiento se vislumbraba que los blancos tenían ganas de plantar cara a un CSK que llegaba a la capital de España con una oportunidad histórica de ganar a uno de sus máximos rivales. Sin embargo, el diez veces campeón de Europa arrancó con un 11-0 que estiró hasta los 17-3.

Ni el irse al descanso tres puntos abajo les hizo rendirse. Tavares se hizo más grande todavía en ambos tableros y dominó con una autoridad insultante la pintura, al ‘Increible Llul’ poco le importó llevar 0/7 en triples, siguió creyendo en su habilidad anotadora y emergió de sus cenizas para enchufar dos ‘mandarinas’ marca de la casa.

Jeff Taylor se vació en defensa, William-Goss desplegó su mejor versión de la temporada, y un Rudy Fernández totalmente cojo se desfondó defensivamente y anotó puntos decisivos.

Mención aparte para Urban Klavzar, un joven nacido en 2004 que se desquitó la vergüenza a base de triples y jugadas dignas de un veterano.

Un Real Madrid heroico regaló una de las mejores noches europeas que se recuerdan, una gesta ayudada por el ánimo de un Palacio de los Deportes donde los aficionados no paraban de frotarse los ojos, pero no porque no se lo creyeran, sino por la emoción que desprende un equipo de soldados dignos de vestir el escudo del equipo más laureado de Europa. Un grupo hecho a imagen y semejanza de su entrenador. Un conjunto al que le recorren toneladas de ‘Lasismo’ por sus venas.