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Jake LaMotta, en 1950GTRES

El día de la gran victoria de Jake LaMotta, 'El Toro del Bronx'

El 5 de febrero de 1943, el boxeador neoyorquino derrotó por primera y única vez a su gran rival, Sugar Ray Robinson

Un día como hoy de 1943 Jake LaMotta, 'El Toro del Bronx', derrotó por primera vez en su carrera a Sugar Ray Robinson, el considerado por muchos el mejor boxeador de la historia. Era la segunda pelea entre ambos. Unos meses antes, en octubre, Robinson le había derrotado a los puntos por decisión unánime en diez asaltos.

Sugar tenía las piernas largas y finas. De saltamontes. Se ponía de puntillas como si tuviera muelles en los talones. La pierna fina y larga se ocultaba bajo el calzón para aparecer por el otro lado en un tronco compacto de brazos igualmente finos, pero poderosos, más poderosos que ligeras las piernas. Como si fuera uno de los saltamontes malvados de Bichos.

'Toro Salvaje'

Los golpes de Robinson percutían lanzados por el motor de su tórax y su abdomen. Un púgil puro. LaMotta tenía las piernas cortas y apenas las movía. Solo cuando Robinson se alejaba daba pasos decididos hacia él. Esperaba. Se agazapaba y buscaba como si tuviera ojos por encima de la frente. La cintura de Jake llegaba a la altura de la mitad del muslo de Sugar Ray. Robinson era ligero y LaMotta pesado, ambos tuvieron que adaptarse al otro para pelear. Robinson engordó y LaMotta adelgazó.

Esas cosas, las de LaMotta, salen en Raging Bull, la película de Scorsese, que empieza con De Niro/LaMotta encapuchado entre la niebla de un cuadrilátero de suelo arenoso, en un calentamiento que es una lucha interior mientras suena el preludio de Cavalleria Rusticana.

A veces el saltamontes, más bien una rana, era LaMotta. Se agachaba para saltar e impulsarse como un niño. Era la brutal imagen de la determinación. Un objeto tosco y heroico contra un objeto delicado y elegante. Sugar Ray llegaba. La cabeza de Jake se doblaba a cada golpe como si el cuello fuera de goma. Pero ese castigo parecía previsto.

Jake también llegaba, pero Sugar Ray no se doblaba. Apenas esquivaba LaMotta hasta que lo empezó a hacer maquinalmente, despacio, como si ralentizara los directos de Robinson. Ahí es cuando empezó a devolver la picadura de Ray. Izquierda y derecha. Izquierda y derecha. Robinson esta vez lejos y LaMotta cerca.

Se plantaba el del Bronx a distancia y entraba a matar con los dos puños. La izquierda como un medidor. Los golpes de abajo a arriba del de Georgia, y el neoyorquino cada vez más abajo, haciendo inclinarse al superclase donde no llegaba. Fue en el octavo asalto cuando la derecha a la cabeza, seguida de una izquierda al cuerpo expulsaron a Ray, doblándolo, entre las cuerdas del cuadrilátero.

Jake LaMottaGTRES

La campana salvó con el contador a nueve al vencedor de 175 combates por solo 19 derrotas. Pero al final del décimo asalto los jueces decidieron la victoria de LaMotta. Un hito memorable que pudo haberse repetido, pero no lo hizo. Fue el primer y único triunfo sobre Robinson de las seis peleas que disputaron en una serie para la historia entre la década de los cuarenta y de los cincuenta que terminó el 14 de febrero de 1951.

Fueron varias las veces en las que LaMotta derribó en los combates posteriores a su gran rival, aunque de todas logró levantarse aquel y salir victorioso. La última de sus peleas no fue distinta a las demás salvo porque fue la vez que menor peso separó a ambos contendientes. Seis y siete kilos a favor (o en contra) de LaMotta había sido la tónica, pero esta vez el del Bronx solo superaba en dos mil gramos a su rival.

Robinson parecía más poderoso e invencible que nunca con ese volumen. LaMotta casi solo quiso no caer y lo consiguió tras parar el árbitro la pelea en el decimotercer asalto de quince, luego de un duro castigo en el epílogo de una rivalidad que terminó siendo conocido con el cruel nombre de La Masacre del Día de San Valentín.