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El saludo entre Vingegaard y Pogacar antes del inicio de una etapaAFP

El Tour que recuperó su esencia y cómo Vingegaard derrotó a Pogacar con la nostalgia de otro ciclismo

Luchas mano a mano con duros ataques y defensas perfectas, momentos de tensión con caídas, los dos ciclistas perdiendo compañeros... el Tour ha vivido una de sus mejores ediciones

Cualquiera que haya podido hablar o leer a algún amante del ciclismo habrá podido comprobar la inmensa felicidad con la que ha vivido los últimos 14 días. El Tour de Francia les ha recuperado la pasión que nunca se perdió, pero que se había desgastado después de ediciones en las que la ronda gala vivió los famosos trenecitos, con el Team Sky como máxima expresión, esos que sacaban de quicio a cualquier aficionado.

Algunos entendidos explican que esa fórmula de afrontar el ciclismo había 'robado' 10 años de Tour de Francia, que prácticamente sin esperarlo ha vivido su mejor edición en los últimos años. La gente ha vibrado con una lucha preciosa e intensa, una batalla que pasó por todas las fases posibles y que ha recuperado la esencia de lo que siempre enamoró del Tour. Jonas Vingegaard, virtual ganador (se proclamará vencedor este domingo en París), y Tadej Pogacar, último campeón y gran favorito, han protagonizado una hermosa pelea que ha dignificado al ciclismo y que puede definirse ya como el gran cara a cara del deporte en este 2022.

Ganó el danés Vingegaard con una regularidad aplastante y superando todo tipo de situaciones. Ahí está el gran triunfo de este Tour. Tuvo de todo, desde ataques continuos hasta desfallecimientos pasando por amenazas de caídas. Y hablamos solo de los dos 'grandes', porque si abrimos el abanico nos encontramos con la profunda decepción de Enric Mas, la ilusión de Nairo Quintana, la pelea, resurrección e influencia de Wout Van Aert, la gloria del equipo Jumbo o hasta la icónica imagen de Chris Froome tocando la victoria de etapa con 37 años en Alpe d’Huez.

Si repasamos todas las previas del Tour nos encontramos con que nadie dudaba de que Pogacar iba a ganar su tercera ronda gala. Solo el covid le podía parar, pensábamos. El covid hizo su aparición -y mucho- en el Tour y muchos fueron cayendo, especialmente al inicio en el equipo de Pogacar, que se iba quedando sin compañeros. Después también le pasó a Vingegaard, con el Jumbo prácticamente sin efectivos. Ahí también radicó la grandeza de este Tour. A Los Pirineos, por ejemplo, llegaron ambos casi sin gregarios. Eso sí, estaba Van Aert al lado del danés. Y Van Aert prácticamente solo hizo el papel de todos los ausentes.

Tres momentos. La etapa reina en Los Alpes, primero en el Galibier con el Jumbo utilizando todos sus efectivos para derribar a Pogacar, sin conseguirlo en ese momento, y kilómetros después en el Granon, donde Vingegaard consiguió el maillot que no soltó al reventar al esloveno, absolutamente exhausto. Otro momento, que podrían ser varios: la desmoralización que le hizo pasar el danés a su rival ante los continuos taques que supo repeler. Hubo varias jornadas en las que Pogacar no se cansó de cambiar de ritmo y atacar y siempre, firme y sin desfallecer, estaba ahí Vingegaard. El último momento: Spandelles y Hautacam. El campeón del Tour aguantó en la primera subida, vivió momentos agónicos en el descenso y acabó dando el golpe definitivo en la subida al último puerto pirenaico, colocándose ya con más de tres minutos de ventaja y así evitar sorpresas en la contrarreloj de este sábado.

Vingegaard, feliz, es ya el ganador del Tour de Francia 2022AFP

No olvidemos la etapa del pavé, etapa quinta, cuando Vingegaard sufrió una avería mecánica y se vio hasta dos minutos por detrás de Pogacar. Apareció Van Aert. Quien iba a decir ese día que el esloveno iba a tener un rival en este Tour y que le iba a derrotar. Pero estaba el danés en el Tour más danés que arrancó en Copenhague y acabó con un danés en lo más alto. La batalla tuvo tintes psicológicos y de ahí la grandeza del ciclismo vivido en este Tour, muy apto para nostálgicos.

Sirva para acabar esta preciosa batalla entre dos grandes ciclistas con el improvisado apretón de manos que se dieron en la bajada del Spandelles, en la última jornada pirenaica, cuando Pogacar se cayó y Vingegaard le esperó. Fue un Tour tremendamente vibrante que recuperó su esencia, la de los ataques furibundos, la de las defensas vitales, la del ciclismo como pasión profunda.