Roger Federer o el tenis elegante
La pista central de Wimbledon es sinónimo de respeto. El silencio es absoluto desde el «silence, please» con el que el juez de silla da inicio al partido hasta el «game, set and match» con el que lo cierra. El bote de la pelota contra la hierba se escucha desde la última butaca y el ruido es tan mínimo que un murmullo en la octava fila molesta a los jugadores. Jugar en el All England Tennis Club es diferente y solo los elegidos se adaptan. Dos por encima del resto.
Hace 21 años un tal Roger Federer, que por entonces lucía coleta y se alejaba bastante del gentleman que es hoy, se enfrentaba por primera vez al silencio de la pista central. Eran octavos de final y enfrente tenía un mito como Pete Sampras, que había ganado 56 de sus últimos 57 partidos en Wimbledon y había levantado el título los últimos cuatro años. Todo apuntaba a una derrota de un suizo casi desconocido que apenas había ganado un título ATP, pero se llevó el primer set en el tie-break. Sampras se adjudicó el segundo y Federer se volvió a adelantar en el tercero antes de que el americano se hiciera con el cuarto.
Federer había ganado solo tres partidos a cinco sets, mientras que su mayor ídolo tenía un récord de 31-13. La hazaña era impensable. Más aún cuando Sampras dispuso de una bola de break en el 4-4. El suizo hizo saque y red. Winner de bolea. De haber perdido ese punto, su carrera quizás hubiera ido por otros derroteros, pero mantuvo la sangre fría en el momento clave. 5-4. 5-5. 6-5 y dos bolas de partido para Federer. Una derecha al resto para cerrar el partido que cambió una era.
Con aquel golpe empezó todo. El suizo lo recuerda todavía hoy como la mejor victoria de su carrera, y no han sido pocas. Muchas más de las que soñaba aquel niño de Basilea que con ocho años empezó a dar sus primeros golpes con la raqueta fijándose en Becker y Sampras. Le prestaba también atención a Stefan Edberg, una figura que marcaría su estilo. Ganó hasta 13 veces el premio a la deportividad de la ATP que lleva el nombre del sueco.
- Roger Federer
- 08/08/1981. Basilea (Suiza)
- Peso: 85 kg
- Altura: 185cm
- Victorias-Derrotas: 1251-275
- Finales: 157
- Títulos: 103
- Grand Slam: 20
- Masters 1000: 28
- Semanas como nº 1: 310
La derecha es su mejor golpe, pero su revés a una mano ya es historia del tenis. Su saque potente y su volea le ayudó a triunfar en Wimbledon.
Nike.Tras 20 años juntos, rompieron su vínculo en 2018. La compañía estadounidense le pagaba 10 millones de euros al año y era uno de sus principales patrocinadores.
Uniqlo. Firmó un nuevo contrato con la marca japonesa, a razón de 300 millones de euros por diez años, aunque el suizo ya se hubiera retirado.
Raqueta. Marca: Wilson. Tipo: Híbrido de tripa natural y poliéster. Tensión: 25.5-24kg. Plan de cordaje: 16x19.
Fortaleza mental: uno de sus puntos fuertes. Nunca se retiró de un partido pese a haber estado lesionado.
Lesiones. Las rodillas han sido la razón de su retirada. Tras el Open de Australia en 2020 tuvo que pasar por quirófano para operarse la derecha y no fue el mismo desde entonces. Durante su carrera, los mayores problemas los había afrontado en la espalda.
La leyenda...
Federer tenía un buen ganar, pero cuando perdía era un señor. Lo marca que tres de sus partidos más relevantes acabaron en derrota. Cayó ante Nadal en el Wimbledon de 2008 en el llamado partido del siglo y volvió a hacerlo en 2019 con Djokovic cuando rozó por última vez un Grand Slam. Partidos de cinco sets en los que el suizo hincó la rodilla, pero de donde salió reforzado. Igual que tras la final del Open de Australia de 2009, cuando no pudo evitar las lágrimas de desesperación al volver a perder con Nadal: «Esto me está matando».
Aquellas palabras ayudaron a humanizarlo y contribuyeron a su encanto. Tenía una conexión especial con el público y parecía que jugaba siempre en casa porque enamoraba allá donde fuera. Elegante al vestir –una vez abandonó la coleta de primeros años–, es el único tenista que recogía trofeos con una americana, especialmente en la pista central de Wimbledon. El suizo es, posiblemente, el jugador más estético que ha visto nunca el circuito. Sus movimientos, sencillamente perfectos, se podrían estudiar en las escuelas de tenis como ejemplo para los niños de cómo golpear la pelota. Eso le permitía evitar carreras innecesarias y llegar físicamente entero al final de los partidos.
A veces ni sudaba. Federer era de esos elegidos que desplegaba magia en cada golpe y que sabía siempre dónde iba a ir la pelota antes de darle, como si para él el punto se jugara a cámara lenta. Jugaba relajado y así logró algunos puntos increíbles en su carrera. Puntos imposibles de practicar solo al alcance de unos pocos con los que ha forjado su leyenda y ha conquistado tantos títulos: 103, desde Milán 2001 hasta su victoria en 2019 en Basilea, su tierra natal. Solo le superó Jimmy Connors.
Sus mayores títulos
El nombre de Federer va unido al de Rafael Nadal, no se puede entender la carrera de uno sin la del otro. El mallorquín ha sido su némesis, pero a la vez el mejor compañero de viaje que ha podido tener. Cada vez que se veían en la pista, paraba el mundo. Televisiones, radios y periódicos pendientes de las horas y horas que solían durar sus partidos. Una final entre ambos suponía cancelar los planes de todo el día, porque se alargaban. A veces ganaba uno, a veces otro, pero el espectáculo estaba garantizado.
Se enfrentaron en 40 ocasiones, con 24 victorias para el español y 16 para el suizo, y en todas ellas el juego zurdo de Nadal le puso en dificultades. Tanto tardó el helvético en adaptarse a su rival que solo logró una victoria en sus siete primeros partidos. Fue en la primera final que se veían las caras, en 2005 en Miami, y tras cinco largos sets. Si el partido contra Sampras en Wimbledon marcó sus inicios, ese con Nadal fue la antesala de lo que venía por delante.
Federer tenía sus fortalezas: el revés a una mano más elegante que ha visto la historia del tenis, un saque prodigioso y una derecha potente que Nadal contrarrestaba peleando hasta la saciedad. El mallorquín no daba un punto por perdido y el suizo le lanzaba en cada golpe una bola más difícil que la anterior. Y así juego tras juego, set tras set, partido tras partido. Una rivalidad legendaria.
Los mayores enfrentamientos de la historia del deporte siempre han ido acompañados de roces: McEnroe y Borg, Messi y Cristiano, Prost y Senna, Ali y Frazier, Sampras y Agassi… pero la rivalidad de Nadal y Federer era diferente. Eran amigos, un ejemplo de caballerosidad y deportividad y un regalo para el público.
El mayor de ellos lo dieron en la final de Wimbledon de 2008 y queda en las hemerotecas para el recuerdo. Un Nadal que aún lucía pantalones pirata destronó al rey de la hierba en su templo del All England Tennis Club, en un partido a cinco sets con numerosos parones por la lluvia que casi se canceló por falta de luz. 9-7 acabó el último set para el mallorquín después de que ganara los dos primeros y Federer tirara de casta, de galones y de golpes imposibles para igualar el partido.
Por entonces Federer había conquistado ya 12 Grand Slam y no tenía nada que demostrar, pero supo encontrar la forma de volver, de mejorar y de llegar a los 20 ‘grandes’, un registro que parecía imbatible. No podía ser otro que Nadal el que lo superara, su rival histórico, que ahora suma 22. Djokovic también lo logró –tiene 21–, con quien el suizo logró batallar de tú a tú en sus últimos años.
La carrera por ser el mejor
Tras aquella final perdida en Londres con Nadal en 2008 y la que le sacó las lágrimas en Melbourne al año siguiente, conquistó su único Roland Garros en 2009 y volvió a reinar sobre la hierba de Londres en 2012. Después vino una sequía de cuatro años sin ningún Grand Slam que parecía adelantar su retirada, pero volvió por sus fueros en 2017. Triunfó en Australia y en Wimbledon y volvió a hacerlo en la Rod Laver Arena un año después. El bis de un viejo roquero.
Federer nunca hubiera podido aguantar tanto tiempo ni jugar con tanta convicción sin el apoyo desde la grada de Mirka Vavrinek, su novia desde 2000 y esposa desde 2009. Se conocieron en los Juegos Olímpicos de Sídney, donde los dos competían. Ella también era tenista y se retiró por lesiones en 2001. Desde entonces se dedicó a seguir al suizo por medio mundo, gestionando sus relaciones públicas. Los malos consejeros le decían al de Basilea que no se echara novia, pero sin Mirka todo habría sido diferente.
Tienen cuatro hijos, dos parejas de gemelos, y Federer siempre supo cómo compaginar los torneos con la vida familiar. Se levantaba a cambiar los pañales tras haber jugado varias horas de partido porque se negaba a que durmieran en otra habitación. «Me compensa cambiar una tonelada de pañales por vivir mi sueño con Mirka», dijo en una entrevista. Gentleman dentro de la pista, gentleman fuera. Una leyenda del tenis.
Especial realizado por:
Redacción: Eduardo de Rivas. Diseño: David Díaz. Ilustración: Paula Andrade. Infografía: José Pérez. Edición Gráfica: Paula Argüelles