Miguel García Velasco, reconocido atleta malagueño de 86 años, y Joaquín Canales, laureado nadador de 82, son el perfecto ejemplo de los beneficios del envejecimiento activo gracias a la práctica del deporte y disfrutan de una prodigiosa condición física pese a su avanzada edad.
El tiempo pasa inexorablemente para todos los seres vivos, pero para estos deportistas parece que el cronómetro avanza más lento. Como si de una carrera de natación o de una prueba de velocidad se tratase, estos mayores piensan seguir viviendo sin ningún tipo de barrera hasta que el reloj se detenga.
«Cuando estoy sin correr un par de días sueño con las carreras», explica el anciano atleta, que asegura que el deporte es parte esencial de su vida y «mientras pueda» no lo va a dejar. Solo un audífono en la oreja izquierda y su arrugada piel hacen presagiar que este atlético hombre está cerca de los 90 años.
El anciano entrena seis días a la semana y corre una media de 13 kilómetros diarios en unas dos horas. 3.000 kilómetros al año. Su elevada resistencia no es lo único que sorprende, pues también es capaz de hacer unos 500 abdominales diarios, además de otras actividades que requieren de una gran destreza, como tocar el piano.
Miguel ha corrido unos 20 maratones en diversas ciudades españolas, además de otros torneos como medias maratones y numerosas carreras, tanto en España como en Portugal y Francia. Todavía sigue participando en medias maratones y no piensa parar hasta que le fallen las fuerzas, algo que no parece que vaya a suceder pronto.
«No existen los trucos, solo la constancia y perseverancia», asegura Miguel cuando le preguntan cómo es posible estar así con 86 años a sus espaldas. Para el malagueño, lo que rige al atleta es la cabeza y no los pies, lo que le ha permitido correr y haberse «machacado» durante más de 40 años.
Regreso a la piscina para escapar de la locura
Joaquín Canales, por su parte, comenzó a nadar a una cortísima edad, sobresaliendo por encima de sus compañeros. En los años 60 tenía el sexto mejor tiempo de España en la modalidad de 100 metros mariposa e incluso fue preseleccionado por España para competir en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, pero una lesión en el pie que no fue tratada a tiempo truncó su sueño.
Dejando al lado la natación, Joaquín fue agraciado con la lotería, lo que le permitió invertir en varios establecimientos hoteleros y convertirse en un empresario dueño de tres sociedades, lo que le generaba muchísimo estrés. Con 53 años se dio cuenta de que tenía que volver a nadar o se iba a volver «loco».
«O encontraba una piscina o un día me iba a dar algo», explica el premiado nadador, que entrena desde hace años en una piscina cubierta de 50 metros en Torremolinos (Málaga). A ella suele acudir seis días a la semana para nadar unos 3.000 metros diarios, aunque asegura que un problema de salud le ha hecho rebajar sus tiempos.
El deportista del Real Club Mediterráneo es uno de los mejores nadadores máster españoles y ostenta, entre sus logros, casi medio centenar de medallas, después de las tres, dos de oro y una de plata, que consiguió en el Europeo Máster de Natación en Roma, aquella ciudad en la que estuvo a punto de disfrutar de las Olimpiadas.
«No hay secretos. Es algo innato y el que tuvo, retuvo», manifiesta Canales, que, al igual que Velasco, también considera que sin la disciplina y la constancia no habría podido llegar en tan buen estado de forma a los 82 años.