Fundado en 1910
Unas líneasEduardo de Rivas

Messi era mentira... y Xavi también

No andaba muy desencaminado Mourinho, que habrá leído estos días la prensa con esa sonrisa suya tan característica repanchingado en su sofá de 2x2

¿Por qué? ¿Por qué… pur qué? Hace doce años ya de aquella pregunta que se hacía José Mourinho en la sala de prensa del Bernabéu después de un arbitraje favorable al Barcelona. «No sé si es la publicidad a Unicef, el poder del señor Villar en UEFA o que son muy simpáticos». No andaba muy desencaminado el portugués, que habrá leído estos días la prensa con esa sonrisa suya tan característica repanchingado en su sofá de 2x2.

El FC Barcelona ha perpetrado el mayor escándalo de la historia del fútbol español. El club de los valors, el que presume de ser més que un club, el que ha fomentado durante décadas la falsa teoría de que el Real Madrid ganaba ligas porque Franco era merengue y porque le ayudaban los árbitros. Tanto se debió creer el relato algún iluminado en Can Barça que, para garantizar la neutralidad, se le ocurrió ponerle un sueldo al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros a razón de 45.000 euros al mes, traspasando todos los límites de la ética y la decencia.

La Fiscalía –la de Barcelona, no la del Estado opresor– investiga los pagos realizados entre 2016 y 2018, años en los que, casualidades de la vida, el Barça se tira 746 días sin recibir un penalti en contra. 78 partidos. Pero, en palabras del expresidente Bartomeu, los pagos ya se venían realizando desde 2003. Pueden dar gracias que el resto hayan prescrito para Hacienda. Quince años enteros estafando al fútbol español, a los espectadores que se sentaban frente al televisor a ver el partido y al señor de Murcia que iba a echar la quiniela los viernes sin saber que el Barça jugaba en Pamplona con las cartas marcadas. Y en Mallorca. Y en Sevilla. Y en...

En 2003 Messi aún no había debutado y Xavi había ganado solo una Liga con el Barça. Cabe ahora la sospecha, como poco, de si todo lo que ganó el supuesto mejor jugador de la historia era de verdad. Y de si el hoy entrenador del equipo – que para colmo ayer se quejaba de los árbitros– mereció alguno de sus títulos. Quizás la época dorada culé no hubiera sido tal sin los supuestos informes que realizaba la empresa de Enríquez Negreira de los que no hay ni rastro. Por medio millón de euros al año, ya podían haberlos impreso en papeles de oro y enmarcarlos.

La duda ya existe y las sanciones deben llegar más pronto que tarde, aunque en el país de pandereta en el que vivimos cualquier cosa es posible. Rubiales llegó a la Federación alardeando de valores y, más que nunca, es ahora cuando debe demostrarlo. El fútbol español merece un castigo ejemplar para el Barça, porque para que un paisano se siente a ver el partido el domingo necesita saber que lo que ve es real y no una pantomima.