Pedro Delgado: «Ha habido muchas 'pericadas' de las que trato de reírme»
El exciclista publica La soledad de Perico, un libro en el que repasa sus grandes momentos y el modo en el que gestionó éxitos y fracasos
Pedro Delgado, el mítico Perico, (Segovia, 1960) es uno de los deportistas más reconocidos de la historia de España. Por encima de su palmarés como ciclista, más que reseñable con la victoria en el Tour de Francia y dos Vueltas a España, su estilo en la carretera y su carisma fuera de la competición lo han convertido en el favorito de muchos.
El deporte profesional ha cambiado mucho desde los años ochenta. Ahora la salud mental se trabaja casi en paralelo del entrenamiento físico, pero eso no ha sido siempre así. Durante muchos años, profesionales de todas las disciplinas han tenido que gestionar solos los éxitos y los fracasos. Y es esa visión personal de los grandes hitos de su carrera la que presenta Pedro Delgado en su libro La soledad de Perico, una biografía escrita junto a la periodista Ainara Hernando de la que conversa con El Debate en una entrevista en la que, para variar, no le hacemos explicar lo que ocurrió en la famosa crono de Luxemburgo en la que llegó tarde.
–Pedro Delgado firma una autobiografía titulada La soledad de Perico, ¿hay diferencias entre uno y otro?
–Siempre he tratado de diferenciar un poco al personaje público, Perico, y a la persona humana, Pedro. No porque haya llevado mal que me llamen Perico, nunca me ha molestado, pero yo lo veo más como el nombre artístico con el que la gente me reconoce más fácilmente.
–En el libro se aprecia muy claramente la diferencia, ¿has aprovechado a Perico para contar la historia de Pedro?
–Nos vamos alternando y jugamos Pedro y Perico en distinto momento. Desde cuando yo gano el Tour o la Vuelta a otros momentos de mi vida personal. Se puede decir que Perico es el triunfador y Pedro el que tiene que digerir todo, los buenos y los malos ratos. Ainara estuvo muy acertada utilizando los saltos atrás en el libro. Parece que el hombre de éxito es Perico, y Pedro, el que sufre a nivel emocional cuando estás luchando por ganar y cuando pierde. Pedro está más solo y Perico es el que está rodeado de la gente; Pedro quiere ser un hombre más pausado y Perico es la euforia, el nervio, el atacante...
–Siendo uno de los deportistas más populares de España, sorprende que hayas puesto el foco en la soledad.
–Pero no en el aspecto negativo, yo me refiero a la virtud de estar solo y de evaluar lo que está pasando a tu alrededor. Puedo estar subiendo un puerto con un montón de gente animándome y yo trato de aislarme. O en otros momentos gloriosos que afortunadamente he vivido, siempre he tratado de vivirlo con un punto de serenidad, de no dejarme arrastrar por la multitud y tratar de aislarme y evaluar todo lo que me estaba pasando en mi carrera o en mi vida.
–Has hablado de momentos gloriosos y, sin embargo, hay otro que suele ser el más comentado cuando se recuerda de Perico Delgado. ¿Cuántas veces has tenido que explicar el retraso en la crono de Luxemburgo? ¿Tienes miedo de que eclipse todo lo demás?
–Yo creo que la gente se queda más con los triunfos, pero es verdad que ese error que cometí en Luxemburgo llama muchísimo la atención. Siempre que voy a alguna charla hay dos preguntas fijas: cómo hacen pipí los ciclistas y qué pasó en Luxemburgo. Es una incógnita que se mantiene y me hace gracia. De hecho, tengo muchas versiones para jugar con el público, con los amigos o quien me pregunta. Nunca me ha molestado porque fui capaz de dar la vuelta a la pesadilla que viví aquellos días... en mi vida ha habido muchas «pericadas» de las que trato de reírme.
–Otro momento difícil que tuviste que vivir, aunque esta acabó bien, fue el positivo en el Tour de 1988 que al final ganaste. Han pasado los años y se siguen dando casos similares, como el de Nairo Quintana, que está sin equipo y fue sancionado en la ronda gala por tomar un medicamento que no es considerado dopaje por la Agencia Mundial Antidopaje y que en otros deportes no acarrea ninguna consecuencia. ¿Es el ciclismo la cabeza de turco del dopaje?
–Sí, pero porque nunca ha sabido estar unido. Cuando te pasa una cosa de estas la gente mira a otro lado y se genera una duda en la credibilidad. Por hablar del caso Nairo Quintana, entiendo que si un producto no está prohibido en ciclismo no te pueden sancionar y la UCI no te sanciona. Pero Nairo y su entorno dicen que está sufriendo una sanción encubierta. Habla con los equipos, quieren contar con él, pero les llega otra llamada para decirles que si Quintana está con ellos veremos si van a participar en el Tour... A mí me parece más de mafiosos que de un deporte que quiere dignificar su nombre. Me da mucha pena este caso y el de otros que han tenido que retirarse sin tener culpa de nada, solo por sospechas. Si al final te basas en eso, no creo que sea el mejor camino para arreglar el tema del dopaje.
En el deporte, los fallos y los errores también generan pasión en el aficionado
–La nueva generación de ciclistas, como Pogacar, Evenepoel, Van der Poel o Van Aert, han recuperado un poco el ciclismo de tu época.
–En un ciclismo donde la tecnología manda, con los entrenamientos, el pinganillo, el médico controlando los valores, el nutricionista, el medir los esfuerzos a través de los vatios... El corredor se ha robotizado mucho. Todos estos parámetros han provocado que el ciclismo haya ido muy retenido y esta nueva generación hace que se haya recuperado parte de esa épica después de unos años en los que la tecnología marcaba el esfuerzo de la última media hora. Hay una reconciliación con aquellos que nos hicimos ciclistas por las gestas de otros y han recuperado un ciclismo que yo creía que ya no se iba a volver a ver.
–¿Hubiera cambiado esa tecnología los resultados de tu época?
–No porque ya corríamos con lo mejor que había. Entonces las herramientas de ahora, lo mucho o poco que aporten, hubieran beneficiado a todos.
–Aunque eso de los vatios te podría haber ahorrado alguna pajara...
–Bueno, sí porque los vatios hacen que trabajes a un cierto nivel. Yo nunca he estado en contra de los vatios, pero otros como Alberto Contador sí, porque limita mucho el esfuerzo. Hay que verlo todo en un conjunto y en su época. Yo creo que luchar contra la tecnología es muy difícil, pero hay que crear una reglamentación en la que no se pierda ese ciclismo épico o divertido. Estos elementos a veces restan la espontaneidad del ciclista, las pájaras... A veces las «pericadas», como lo que me pasó a mi en Luxemburgo, se recuerdan más que la propia victoria en una carrera. En el deporte, los fallos y los errores también generan pasión en el aficionado.
–Volviendo al asunto de la soledad, tu labor como comentarista en TVE ayuda a paliar la de mucha gente, ¿tiene esa sensación?
–Yo siempre recibo muchas muestras de cariño y lo plasmo en el libro. Yo he corrido porque me gustaba y he querido hacerlo lo mejor posible, pero me he llevado un regalo extra que es el cariño de la gente. Se me acerca gente a pedirme fotos y me comenta que se acuerda de ver las etapas del Tour con su padre o su abuelo y que al verme se ha acordado de ellos. Eso es muy bonito porque hoy en día no compartimos ese tiempo delante de la pantalla, se ve todo en solitario y creo que hacemos muchas horas de compañía y llenamos mucho espacio. Y luego están las redes sociales, que permiten al aficionado solitario participar.
–Aunque algunos aprovechan para colaros algún nombre divertido entre las preguntas de los espectadores...
–Eso es inevitable... a Carlos de Andrés y a mí no nos importa. A mí me cuelan todas porque soy un bien pensado. Yo estoy para hacer compañía y las bromas las acepto y luego me río con la habilidad que tienen algunos para meter nombres rebuscados.
–Para terminar, como tantas veces te dice Carlos de Andrés, qué duro es este deporte, Pedro.
–Sí, pero yo siempre comento que para el ciclista lo más duro no es la etapa en sí, sino las largas ausencias, entrar en una rutina que, como a todos, te deja mucha más fatiga y te deja sin ambición en la carrera. Para el ciclista eso es más duro que subir un puerto. La cabeza es un lastre, y la moral o la falta de ella se nota y la fatiga mental pesa más que la fatiga física porque pierdes ambición. La carrera se te tuerce y entras en un agujero.