El gesto de deportividad con el que Loeb reconoce a Carlos Sainz que ganará su cuarto Dakar
Un accidente del francés deja el título en bandeja para Carlos Sainz, que cuenta con una gran ventaja
Carlos Sainz gana el Rally Dakar más duro de la historia
Carlos Sainz y Sébastien Loeb llegaban a la penúltima etapa del Rally Dakar con una diferencia de 13 minutos y 22 segundos entre ambos a favor del español. Una buena ventaja, pero perfectamente remontable en esas dos etapas que le quedaban a la prueba.
Sin embargo, Carlos tenía una ventaja clara: podía contar con las ruedas de repuesto de sus compañeros de equipo, el francés Stéphane Peterhansel y el sueco Mattias Ekström. El galo sólo tenía dos ruedas de repuesto en una jornada en la que se preveía que los pinchazos volverían a ser protagonistas y, además, no tenía compañeros en los que apoyarse. Pero Loeb, que ansía su primer Dakar y que si termina sin ganar este año llevará ocho intentos fallidos en el Dakar, ni siquiera perdió tiempo por los pinchazos, sino por algo peor.
Rompió la horquilla delantera derecha a la altura del kilómetro 132 de la especial, cuando peleaba la etapa junto a Sainz y ocupaba la segunda posición, a apenas 21 segundos del español. Así, tuvo que pararse durante más de una hora esperando un camión de asistencia que no llegaba, por lo que el piloto chino Zi Yungyang (Yunxiang China T1+ Team), que cuenta con un vehículo Hunter, como el francés, terminó por darle las piezas que necesitaba.
Loeb retomó el ritmo minutos después de que el propio Dakar informara que había pedido abandonar la etapa, harto de esperar al camión de asistencia que iba a tardar varias horas más en arribar.
Vio la escena Sainz, que, al salir diez minutos después que Loeb, se topó con el galo mientras estaba parado, un momento que Loeb aprovechó para gesticularle que bajara el ritmo en esa zona, en la que era muy difícil conducir por la ingente cantidad de piedras que se amontaban.
Ese momento, con Loeb viendo a Carlos Sainz adelantarle, fue como si el piloto francés entregara definitivamente las armas y reconociera al que, salvo sorpresa mayúscula, será, nuevamente, campeón del Rally Dakar. Sainz lo está rozando con la yema de los dedos.