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Jokic, ante el francés Gobert, en un partido de estos playoffsEFE

El serbio Nikola Jokic gana su tercer MVP de la NBA y se consagra como el mejor europeo de la historia

Cuando en el draft de 2014 se eligió a un desconocido serbio, de nombre Nikola Jokic, en la posición número 41, la televisión estadounidense se perdió esa elección por estar emitiendo un anuncio de una cadena de comida rápida.

Un año después, cuando ese gigante balcánico aterrizó en Estados Unidos, en Denver, su nulo manejo del inglés, su físico pasado de kilos y su incapacidad de hacer flexiones levantó murmullos en el vestuario. ¿Quién es este Big Foot blanco? bromeaban sus compañeros.

Hasta que le soltaron en un partidillo, no más de quince minutos, y ese desconocido extraño empezó a hacer, como le calificó la propia prensa americana, «cosas extraordinarias».

Una década después de eso, Nikola Jokic ha sido elegido, por tercera vez en su vida, por tercera en los últimos cuatro años (y muchos consideran de ´robo´ el galardón a Joel Embiid la pasada temporada) como el mejor jugador de la temporada. Es también el mejor jugador del equipo campeón de la NBA, que es como decir el mejor jugador del mundo. Y sin embargo es decir poco.

Jokic es la perfección templada de todas las virtudes. Un pívot que distribuye el balón como si fuese el mejor base que el baloncesto haya conocido, instalado sin aparente dificultad en las fronteras que pareció dejar inalcanzables Magic Johnson, y con ratios de tiro equivalentes a los de Stephen Curry, el mejor tirador de la historia.

Jokic en un partido de esta temporadaEFE

Jokic hace cosas que escapan a la imaginación, ve pases aparentemente imposibles para el ojo humando y resuelve, solo en caso de extrema necesidad, fabricándose tiros como si no le costara. De aquel físico blando y cansado que llegó a América tampoco queda nada. Solo un jugador que aguanta lo que se le eche, partidos sin descanso, como si fuese un robot.

Su equipo, los vigentes campeones Nuggets, no pasan por su mejor racha y están con un peligroso 0-2 en contra ante los Minnesota Timberwolves en semifinales de la Conferencia Oeste. Jamal Murray, su socio predilecto, está con molestias y jugando por debajo de su nivel, y el serbio se está encontrando demasiado solo atacando a una defensa que está alcanzando cumbres históricas en lo que a desempeño se refiere.

En esta era del esplendor extranjero de la NBA, donde el baloncesto está más abierto que nunca, cabe preguntarse, no sin razón, si Jokic es el mejor jugador europeo que el baloncesto ha conocido. Desde luego, es el más completo.

Dirk Nowitzki y Peja Stojakovic fueron pioneros, Pau Gasol ganó dos campeonatos, Tony Parker fue parte esencial de uno de los mejores equipos de siempre y Giannis Antetokounmpo es un jugador sacado de un laboratorio que puede con todo y Luka Doncic es la imagen del presente y el futuro. Pero nadie dominó tantas facetas con tanta facilidad como Jokic.

Sus tres MVP le sientan en la misma mesa que Moses Malone, Magic Johnson y Larry Bird, algo totalmente simbólico lo de estos dos últimos pues Jokic parece ser el hijo perfecto, como si aquellos dos jugadores que dominaron la década de los 80 hubieran juntado sus genes y el resultado fuese Nikola. Solo Wilt Chamberlain y LeBron James, con cuatro, Bill Russell y Michael Jordan, con cinco, y Kareem Abdul-Jabbar, con seis, han vencido más veces el premio individual más importante.

A nivel europeo, deja atrás los dos de Giannis y el que logró Nowitzki en 2007. Lo mejor de todo, es que su frontera no avista final. Como si su juego fuese un mar en calma, inalterable, que no acusa el paso del tiempo.

Su campeonato con los Denver Nuggets, una franquicia que nunca había llegado a esa instancia anteriormente, y su importancia en la evolución del juego le colocan como un símbolo de esta era. Un jugador que es como un ordenador andante, un producto del futuro.

Llegó de incógnito, como un alienígena, y resulta que era un libro abierto de baloncesto, como si la Inteligencia Artificial le hubiese diseñado.