Real Madrid 77-95 Panathinaikos
El Real Madrid más errático sucumbe ante Panathinaikos y se queda sin su duodécima Euroliga
Los de Chus Mateo pagaron caro su desconexión después del descanso y acaban perdiendo una final marcada por los fallos madridistas desde la línea de tres
El año pasado, Sergio Llull apareció en el momento perfecto para darle la undécima Euroliga al Real Madrid anotando una canasta milagrosa justo al final. Sin embargo, en la Final Four de Berlín no pudo defender el título de campeón y perdieron ante el Panathinaikos griego. Los de Chus Mateo pagaron cara su desconexión después del descanso y acabaron perdiendo una final marcada por los fallos madridistas desde la línea de tres. El equipo de Ergin Ataman fue el justo campeón en esta edición de la Euroliga de baloncesto
Empezar bien una final se antoja como fundamental. Y el Real Madrid de Chus Mateo es un experto en esa faceta. El inicio de partido estuvo marcado por el carrusel de triples. N'Diaye, la baza desconocida madridista, golpeó primero. El Panathinaikos respondió de la misma manera por medio de Grant y Eli N'Diaye volvió a responder. El Madrid se puso por delante en un abrir y cerrar de ojos. 8-3 para ser más exactos.
Real Madrid y Panathinaikos son dos equipos que apuestan todo al juego ofensivo. Esto se pudo comprobar a la perfección. Pero el Madrid había salido mucho más enchufado que el equipo griego. Esa superioridad se siguió plasmando con el paso de los minutos y la final se le estaba poniendo muy de cara al equipo blanco.
Al equipo de Chus Mateo le estaba saliendo todo. La vieja guardia estaba enchufadísima y se escapó en el marcador a mediados del segundo cuarto con un 41-30 que dejó bastante desmoralizado al Panathinaikos. Los griegos no estaban encontrando la forma de hacerle daño al Real Madrid y Ergin Ataman decidió pedir tiempo muerto para intentar calmar las cosas.
Ese parón le vino bien al equipo del trébol porque la reacción fue inmediata. El Madrid se relajó ligeramente y los atenienses se acercaron en el marcador. A falta de poco más de cuatro minutos para llegar al descanso, los griegos se pusieron a cinco del equipo blanco (43-38). Se llegó al descanso con un 54-49. Todo por decidir en Berlín en la segunda parte de la final. La primera tuvo de todo.
El intermedio no le sentó del todo bien al Real Madrid. El Panathinaikos ya no era ese equipo inseguro y errático del principio y le estaba poniendo las cosas muy difíciles a los pupilos de Chus Mateo. Esa mejoría se plasmó en el marcador y por primera vez en toda la final consiguió ponerse por delante (58-56) cuando faltaban poco más de seis minutos para el final del tercer cuarto. A los madridistas se les había complicado demasiado el partido.
El Real Madrid era un equipo monotemático cuando tenía que jugársela desde la línea de tres. La pelota no quería entrar en ninguno de los dos lados. En dos minutos y medio, el resultado no se movió. Dzanan Musa anotó uno de sus dos tiros libres y el equipo blanco se quedó a uno. Pero acto seguido, el Panathinaikos se puso tres arriba. El duelo estaba bastante roto. Podía pasar cualquier cosa.
El equipo de Chus Mateo seguía fallando con el triple. La estadística era desoladora: 0/9. El tercer cuarto estaba siendo, simplemente, desastroso. Qué importante es el apartado mental en un deporte como el baloncesto. Y al Madrid se le veía algo desmoralizado, pero tenían muy claro que iban a luchar hasta el final. Va en su ADN.
Los signos eran preocupantes. En todo el tercer cuarto, el Madrid sólo consiguió anotar siete puntos. Se necesitaba una solución de manera urgente si el conjunto blanco quería ganar su duodécima Euroliga. El último asalto iba a empezar con un 61-64 a favor de Panathinaikos.
Cada vez que el Madrid atacaba, los jugadores griegos defendían con todo y, en ocasiones, haciendo un uso excesivo de la fuerza que los árbitros no estaban valorando. Con 65-71, Chus Mateo decidió parar el partido y así intentar buscar unas soluciones que no terminaban de llegar. La renta no era inalcanzable pero el Panathinaikos estaba muy firme y muy seguro tanto en defensa como en ataque.
El 0/11 en triples le estaba lastrando mucho. En un partido de estas características estar acertado se antoja vital y en ese aspecto era el Panathinaikos el equipo más enchufado. Para intentar frenar el ímpetu heleno, el Madrid tenía que buscar la verticalidad y las penetraciones en la pintura. Y cuando peor estaba el Madrid apareció Sergio Llull para anotar el primer triple de la segunda parte.
El problema del Real Madrid se llamaba Kostas Sloukas. El veterano jugador griego estaba matando a los blancos con una exhibición desde la línea de tres. Para intentar contrarrestar los golpes del Panathinaikos, el Madrid se aferró a su faro, a Sergio Llull. Quedaban cuatro minutos para el final y el equipo blanco estaba a tan solo tres puntos de diferencia (76-79)
Esos buenos tramos del Madrid eran un tanto engañosos porque Panathinaikos no perdonaba cuando le tocaba atacar. A eso había que añadirle la quinta falta personal de Facundo Campazzo. Le crecían los enanos al equipo español y los aficionados griegos se volvían locos con la exhibición que le estaba brindando su equipo. El Uber Arena de Berlín era una fiesta.
En el tramo final del partido, el Real Madrid se dejó ir del todo y Panathinaikos aprovechó la tristeza madridista para aumentar la diferencia y acabar la final con un 77-95 a su favor. Alegría griega y tristeza madridista. El Panathinaikos de Juancho Hernangómez conquistó su séptima Euroliga.