Perro come perroAntonio R. Naranjo

A tomar por Brexit, Inglaterra

Ganar siempre da gusto: hacerlo contra la Pérfida Albión, lo eleva a placer.

En 1996 se produjo uno de los atracos más bochornosos y públicos de la historia. La víctima fue España y Wembley el escenario del crimen. Perdimos con una Inglaterra menor, entrenada por Venables y liderada por Gascoigne, gran usuario de tabernas y jugador menor por ello, con dos goles anulados y un baño infructuoso para alcanzar las semifinales de la Eurocopa. Los penaltis nos devolvieron a patadas a casa.

Hemos tenido que esperar casi tres décadas para borrar aquel abuso, insuficientemente denunciado en una España dividida por Javier Clemente, técnico de una Selección con Julio Salinas, Manjarín y Otero de titulares que tiraba más cohetes en las ruedas de prensa que en los terrenos de juego.

De haber tenido otro entrenador, se le hubiera dado a la afrenta la categoría que tuvo, pero estando Clemente de por medio el disgusto fue menor: entonces tirábamos el agua sucia de la bañera, aunque fuera con el niño dentro.

Todo eso es recuerdo ya por una victoria que hace un mes era impensable y ahora se creía inevitable. Y lo fue. Hemos pasado de no dar un chavo, no sabernos los nombres de los jugadores y no creen en la idoneidad del míster a enlazar a la Selección con la mística de Casillas e Iniesta, acompañados ya en el Olimpo doméstico por Williams, Yamal, Olmo o Carvajal.

Un buen español orina mirando a Inglaterra, dicen que decía Blas de Lezo, y eso hicieron estos chavales desde esa virtud que en la vida llamamos desparpajo y en el fútbol talento natural.

Dejar a Bellingham o a Kane convertidos en torpes benjamines superados por las circunstancias no está a mano de casi nadie, pero sí al alcance de una muchachada pletórica que ha regalado a todo un país ese intangible sin precio llamado felicidad.

Si ganar una Eurocopa siempre da gusto, hacerlo contra Inglaterra eleva el placer a una categoría inalcanzable incluso contra Francia, la otra rival que la historia siempre puso frente a España, fuera y dentro de las canchas. Y esto acaba de empezar: la Selección huele a otro ciclo fantástico como el que nos trajeron don Luis Aragonés y don Vicente del Bosque, los capos de una leyenda que parece no tener fin. Ya tenemos cuatro eurocopas, más que nadie. A España hay que hablarle de usted.